Cuidado con la máquina del odio
El año 2025 será aquel en el que el presidente termine por asfixiar a Colombia: los jóvenes sin universidad, los hogares con la energía cara y las familias sin salud. Y así se seguirá alimentando cada vez más el odio entre nosotros
Hace unas semanas escribí en esta misma columna que Colombia y los colombianos parecemos condenados a vivir bajo el techo de unos malos padres siempre dispuestos a ponernos a pelear, en lugar de llevarnos a conciliar. Siempre listos para hacer daño a unos con el pretexto de hacerle bien a los otros. Siempre bajo la tutela de unos presidentes quienes, insisto, deberían ser una suerte de buenos padres para todos, pero que sólo parecen interesados en imponerse a las malas, en lugar de servir para la construcción de una nación cimentada en el bienestar común.
Al paso que vamos, el año 2025 será aquel en el que el actual presidente, que ya nos ha puesto a pelear bastante, termine por asfixiar a Colombia en un abrazo estilo boa constrictor, que terminará por hacer trizas a nuestra ya maltrecha sociedad, creando más y más odio entre todos, con el único fin de amasar seguidores y votos para las elecciones del año 2026. ¡Vaya mezquindad!
Y es que la cascada de problemas sociales que se empiezan a vislumbrar con el hundimiento de la Ley de Financiamiento terminarán por llevar al país a una situación de crisis similar a la del estallido social del año 2021. Es más, esta va a ser peor. Lo que durante el gobierno Duque sacó a los colombianos a las calles fue un proyecto de reforma tributaria que iba a encarecer el costo de vida de todos, ahora lo que va a enardecer los ánimos será la catarata de frustraciones que el mismo Gobierno atizará en sectores de alta sensibilidad para la población.
Los deudores hipotecarios que contaban con el subsidio de “Mi Casa Ya” verán como las cuotas de sus préstamos de vivienda van a subir, pues el Gobierno ya no va a garantizar esas ayudas. Asimismo, una gran mayoría de los jóvenes que sueñan con ingresar a universidades privadas ya no podrán apoyarse en el Icetex para pagar sus matrículas, pues el número de cupos nuevos para obtener créditos va a pasar de 30.000 a 5.000. De igual manera, los habitantes de la costa Caribe verán una disparada en las tarifas de las facturas de energía eléctrica ya que el Gobierno no honrará su compromiso de asumir el costo de la opción tarifaria. En paralelo la crisis del sector salud se hará más y más grave. Cada día habrá peor atención para los pacientes y hasta los medicamentos más necesarios no se van a garantizar a pesar de ser esta una obligación del Estado. Entretanto, a los contratistas de las entidades del orden nacional no les van a pagar la totalidad del mes de diciembre y los dejarán meses enteros en suspenso antes de firmarles nuevos contratos, haciendo patente la precariedad laboral que perdura en el sector público. En fin, el mismo presidente lo anticipó en su ‘maxitrino’ del 12 de diciembre: ante el hundimiento de la reforma tributaria, “las consecuencias y la reacción del gobierno serán complejas”. ¿Complejas para quién?
Dicen desde el Gobierno que no se seguirá financiando a las grandes empresas privadas con los recursos públicos. Dicen que eso se hace porque el Congreso no aceptó la reforma. Pero lo que no dicen es que las víctimas de la “compleja” “reacción del gobierno” son los colombianos de a pie que dicen proteger, que dicen amar, que señalan como prioridad.
Los jóvenes sin universidad, los hogares con la energía cara, las familias sin salud serán consecuencia de una decisión del Gobierno, pues el ajuste financiero podía hacerse en otros rubros, pero para el mal padre es mejor ponernos a pelear y alimentar nuevos odios. Solo así gana él.
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