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Cantar y actuar en lenguaje de señas: una zarzuela de intérpretes sordos llena el teatro más grande de Bogotá

Unas 30 personas sin audición, usualmente excluidas de los proyectos artísticos, se suben al escenario para adaptar la obra cubana ‘María la O’

Presentación de la zarzuela ‘María la O’ en el teatro Jorge Eliecer Gaitán, en Bogotá
Presentación de la zarzuela ‘María la O’ en el teatro Jorge Eliecer Gaitán, en Bogotá, el 1 de marzo del 2025.Diego Cuevas
Lucas Reynoso

Vestidas de un rojo intenso, dos mujeres cantan en el escenario del Teatro Jorge Eliécer Gaitán sobre el futuro lúgubre de María la O, la mulata que acuchilló al amor de su vida, el Niño Fernando, luego de que él se casara con otra. Ana María Martín, arrodillada frente al cadáver del aristócrata, canta en un lenguaje de señas enérgico, apasionado: el amor en unos puños cruzados sobre el pecho, la ruptura en un corazón que se derrite. La soprano Gloria Casas, de pie, redobla el desconsuelo. Su voz colma de angustia a la sala teatral más grande de Bogotá. Sufren dos protagonistas: una oyente y una sorda. “María la O, ya no más cantar, hora de llorar”, “María la O, todo se acabó y jamás él volverá”, “María la O, sueña en morir”.

Martín no solo actúa, sino que es la creadora de Zarzuela para sordos y oyentes. Cuenta que quiso ser cantante desde que era niña y su madre participaba del coro de la iglesia a la que asistían los domingos. Decidió estudiar música en la universidad. Pero algunos de sus compañeros y profesores pronto le hicieron sentir que había algo mal en ella. “Usted no puede. No canta, no sirve”, recuerda que le decían. Fue ahí que tomó consciencia de las implicaciones de la perdida total de la audición en su oído derecho y el 60% en el izquierdo. Sus compañeros escuchaban algo distinto a lo que ella percibía al cantar: le explicaban que no afinaba ni entraba en el tiempo correcto. Hubo momentos de discriminación. “Tiene que dedicarse a otra cosa, tiene que aceptar que no puede hacer esto”.

La cantante siguió adelante gracias a Casas, la soprano cubana con la que ahora comparte personaje. Era su profesora e insistió en enseñarle. Le compartió técnicas para que detectara en los músculos de su garganta cómo afinar. Ahora, a sus 31 años, Martín puede cantar. En la obra hay una escena en la que interpreta a María la O tanto en la parte oralizada como en la de señas. Para su maestra, presentar esta zarzuela en el teatro más grande de Bogotá es la culminación de años de trabajo. “El objetivo no era que Ana María se convirtiera en la mejor cantante del mundo, sino lograr un proyecto de vida. Buscábamos que pudiera tener un trabajo que tuviera que ver con la música”, dice en el camerino que comparte con Martín.

Anna María Martín, en Bogotá, el 27 de febrero del 2025.
Anna María Martín, en Bogotá, el 27 de febrero del 2025. Diego Cuevas

El siguiente hito fue cambiarse de universidad. Martín cuenta que en la Pedagógica Nacional se sintió más integrada, conoció a personas sordas y comenzó a aprender lenguaje de señas. “Me empecé a preguntar cómo sería para los demás. Si todo esto me había pasado a mí, que soy oralizada, ¿cómo sería para los sordos profundos que quieren entrar al arte?”, relata. Sus nuevos amigos le dijeron que no había espacios para que pudieran ser actores y cantantes, como deseaban. “Sienten la música desde el estímulo visual, de ver a la gente bailar, de sentir las vibraciones en el pecho. Las luces en una discoteca los emocionan”, explica Martín. Fue entonces que decidió enfocarse en adaptar María la O, una zarzuela estrenada en La Habana en 1930 y con la que Casas la había encariñado.

La primera parte de su versión fue su trabajo de grado en 2020. Analizó por qué una escena de la obra era ideal para los sordos: tenía un ritmo intenso que ellos captaban fácilmente por las vibraciones y se cantaba en abakuá, un dialecto minoritario de Cuba que traía paralelismos de exclusión. Después, hizo un documental con una beca distrital y conoció a varios bailarines, cantantes y actores que se sumaron al proyecto. En 2024, mientras trabajaba en una escuela en las afueras de Bogotá, ganó otra convocatoria distrital para llevar la obra completa al Gaitán durante una noche. Volvió a contactar a sus antiguos compañeros y sumó dos coros: el Tenuto de Juan Triviño (oyentes) y el de Manos Blancas de Johana Arias (oyentes y sordos). Ahora, señala que María la O es ideal para su primera gran noche como cantante. “Es una obra cubana, como Gloria [Casas]. Permite honrar todo”, dice.

Cantar en señas

Los camerinos están repletos el jueves por la tarde, antes de un ensayo general: hay alrededor de 35 actores oyentes y 30 sordos. Los coristas oyentes, que también actúan, dicen que se adaptaron bien a los ensayos: hubo que ir más lento que en otras obras porque había que sincronizar las voces con el lenguaje de señas, pero valoran que el proceso les ayudó a mejorar su expresividad corporal. Jhon Londoño, en tanto, cuenta en lenguaje de señas que hace 10 años que se suma a toda convocatoria que encuentre disponible para sordos. “El teatro es como una adicción”, dice. Su día a día es en un depósito de ropa deportiva. En María la O se convierte en Ireme, el espíritu que despierta a los demás al inicio de la obra y activa el baile y la música.

Johana Arias, en tanto, termina de prepararse en uno de los camerinos. Mientras la maquillan, cuenta que el coro de Manos Blancas tiene 25 niños y adolescentes: 9 oyentes y 16 sordos. Explica que la lengua de señas tiene su propia musicalidad y transmite elementos poéticos. “No es lo mismo un sordo enojado que uno enamorado. No se mueve igual, su cara no es la misma”, apunta. “Mi trabajo no es ponerle señas a las letras de las canciones. Yo no soy intérprete. Mi trabajo es agregar la música a las señas: aquí va más rápido, más lento, más grande, más pequeño, más arriba o más abajo”, comenta.

Johana Arias se prepara para el ensayo, en el cameríno del teatro Jorge Eliecer Gaitán.
Johana Arias se prepara para el ensayo, en el cameríno del teatro Jorge Eliecer Gaitán.Diego Cuevas

La directora del coro, que trabaja con niños sordos en colegios de Bogotá desde 2015, asegura que es estricta. “Les digo: ‘¡Me falta expresión, me falta expresión!’. En algunos eso es algo que suena, y por eso les insisto en que abran la boca y articulen. En otros es algo que se ve, y les digo que abran una mano que no se entiende”, explica. Enfatiza que poner en valor la lengua de señas en el escenario es importante para la identidad. “Hace muy visible que alguien es sordo y esa es la idea: mostrar que tiene valor en sí mismo. No queremos hacer que el sordo parezca un oyente, eso sería negar quién es”, resalta.

En el escenario, ensayan una de sus alumnas sordas y una cantante oyente del coro Tenuto: María Fernanda Zambrano, de 18 años, y Luna Melo Díaz, de 26 años. Interpretan a la Niña Tula, la nieta de un marqués y tercera en discordia de un triángulo amoroso con María la O. Preparan un solo en el que la Tula le pide a un ruiseñor que traiga de regreso a su amado. Cantan una al lado de la otra, con códigos que crearon para no ir a destiempo. “Cuando Luna empieza a cantar con la letra A, me hace la letra en la espalda”, dice Zambrano en lenguaje de señas. Melo Díaz añade: “Cuando tengo unos ornamentos vocales, María Fernanda no los escucha. Así que se los pinto en la espalda para que los dibuje en el espacio”.

El público

Martín empezó a angustiarse a una semana de la presentación, cuando vio que solo se habían vendido 150 de más de 1.500 entradas. “Llenar este teatro no es fácil, y menos para un grupo que nadie conoce, con una persona que nadie conoce”, explica. Grabó un video en el que alertaba que los actores cantarían ante una platea vacía y pedía que se les diera una oportunidad. El mensaje se volvió viral en TikTok, saltó a los principales medios de comunicación y comenzó a circular por grupos de WhatsApp. Las entradas se agotaron en dos días y Martín comenzó a pensar en que la obra puede convertirse en un proyecto de formación artística a largo plazo.

Espectadores aplauden en lenguaje de señas al elenco de la zarzuela.
Espectadores aplauden en lenguaje de señas al elenco de la zarzuela.Diego Cuevas

La noche de la zarzuela, el sábado 1 de marzo, el teatro está repleto. Al comienzo de la función, se ve y escucha a una inmensa mayoría que aplaude con las palmas. Solo algunos alzan y agitan las manos en el aire. Pero las proporciones se invierten a medida que avanza la obra. Sobre el final, ya casi nadie vitorea con aplausos con sonido. Unos cuantos incluso empiezan a golpear el suelo con los zapatos cuando sale Francisco, un sordociego que interpretó a un brujo. Es la manera que tiene el público de hacerle llegar su aprobación en forma de vibraciones.

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Sobre la firma

Lucas Reynoso
Es periodista de EL PAÍS en la redacción de Bogotá.
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