La mujer filósofa: el derecho a pensar el mundo
Este 8 de marzo es también una oportunidad para recordar que el pensamiento es un espacio que debe seguir siendo habitado y transformado por ellas

¿Cuál es un derecho de las mujeres que se olvida con frecuencia? Solemos recordar aquellos ligados a la equidad política, laboral o social; hablamos del derecho al voto, a la educación o a decidir sobre el propio cuerpo. Pero hay un derecho esencial de las mujeres que pocas veces se menciona: el derecho a filosofar, a hacerse preguntas, a pensar el mundo con voz propia.
La filosofía no es solo un oficio académico ni un ejercicio intelectual encerrado en libros. Filosofar es formular preguntas esenciales sobre la vida, la existencia, la justicia, el conocimiento... Se trata de un arte cotidiano que nos acerca al poder transformador de interrogar, sin temor a las respuestas. Y nosotras hemos sido parte de ese cuestionamiento desde siempre. Meditemos sobre el poder de la voz y el pensamiento de las mujeres en la historia y sobre su valor para pensar el futuro.
La semana pasada, a propósito del próximo Día de la Mujer, me preguntaron sobre el papel de las rectoras en las universidades de Colombia y sobre lo nuevo de su aporte a estos espacios de liderazgo. Mi respuesta fue, sin saberlo en ese momento, profundamente filosófica: introducen un nuevo pensamiento, tal vez más disruptivo, si se quiere, marcado por la valentía. Las mujeres hemos aprendido a romper esquemas, la mayoría de ellos propios, además de sesgos y estereotipos culturales y cognitivos. Cada vez somos más conscientes de nuestra necesidad de cuestionar lo establecido, de abrir la palabra a lo imposible, de mirar al otro en la diferencia sin descartarlo.
En momentos en que el paradigma del conocimiento está cambiando en su interacción cotidiana con la tecnología, tal vez esta inteligencia sensitiva es más valiosa y necesaria que nunca para avanzar.
Desde la antigüedad, las mujeres han pensado el mundo desde perspectivas que, con frecuencia, han sido invisibilizadas o ignoradas. Hiparquía de Maronea desafió las normas de su tiempo para debatir en el ágora con los cínicos, cuestionando la relación entre libertad y convención; Hildegarda de Bingen exploró la conexión entre lo divino y lo terrenal en su teología visionaria, mientras que Christine de Pizan reclamó en La ciudad de las damas el derecho de las mujeres a la educación y la reflexión intelectual; Simone Weil pensó la justicia como un acto de compasión radical; María Zambrano rescató la filosofía como una razón poética capaz de alumbrar la existencia; y Martha Nussbaum nos enseñó que el pensamiento filosófico es una herramienta para la vida y la democracia.
La voz de la mujer filósofa no se limita a la reflexión abstracta, sino que ha estado profundamente conectada con la sensibilidad, la creatividad y la transformación del mundo. Hipatia de Alejandría se conoce como la auténtica maestra de los misterios de la filosofía; Émilie du Châtelet no solo tradujo y amplió la física de Newton, sino que defendió la importancia de la intuición en la ciencia; Marie Curie revolucionó la comprensión de la materia con su trabajo sobre la radiactividad; y Rosalind Franklin, con la fotografía de la doble hélice, abrió la puerta a la comprensión del ADN y de la vida misma.
Hay en el pensamiento de estas mujeres un hilo común: la capacidad de unir la intuición con la razón, la observación con la imaginación, la ciencia con la belleza. En muchas de ellas encontramos una filosofía más conectada con la vida, con la pregunta por el otro, con la justicia como algo más que un concepto: una experiencia. Más que rebeldía, hay en su pensamiento una profunda resistencia, una forma de permanecer y transformar el mundo desde el cuestionamiento y la creación.
Todas ellas hicieron lo mismo que los grandes pensadores de la historia: preguntar. ¿De qué está hecho el mundo? ¿Cómo funciona el tiempo? ¿Qué es la justicia? ¿Cómo podemos vivir mejor? Su pensamiento es la mejor prueba de que la filosofía y la ciencia han sido espacios de encuentro entre hombres y mujeres, no territorios exclusivos.
Este 8 de marzo, día en que se conmemoran los derechos de las mujeres, es también una oportunidad para recordar que el pensamiento es un espacio que debe seguir siendo habitado y transformado por ellas. Que cada mujer joven sepa que filosofar es también un acto de creación, un derecho a formular preguntas sin miedo y sin permiso. Que su pensamiento sea audaz, sensible y transgresor, que no tema imaginar otros mundos posibles y abrir espacios para quienes vendrán después. Porque en la capacidad de interrogar lo establecido se encuentra la verdadera libertad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.