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Detenido en Argentina el líder ruso de una secta vinculada a la trata de personas y el narcotráfico

Konstantin Rudnev intentaba abordar un vuelo desde Bariloche hacia Buenos Aires acompañado de seis mujeres

Konstantin Rudnev
Federico Rivas Molina

A los médicos del hospital de Bariloche, una paradisíaca ciudad argentina al pie de los Andes patagónicos, a 1.700 kilómetros de Buenos Aires, les llamó la atención una joven rusa de 22 años que se presentó en la guardia lista para dar a luz. La acompañaban dos mujeres, también rusas, que se pusieron muy nerviosas cuando se les preguntó el parentesco. La parturienta no hablaba y se veía asustada. Los médicos denunciaron de inmediato un posible caso de trata de personas. Había mucho más que eso. La policía comenzó a seguirlas y descubrió que detrás de ese parto estaba la secta Ashram Shambala, fundada en los años noventa en Rusia por Konstantin Rudnev. Fue la punta del ovillo para detener a 14 personas, entre ellas al propio Rudnev, en dos operativos simultáneos en los aeropuertos de Bariloche y Buenos Aires. En el momento de la detención, Rudnev intentó cortarse el cuello con una hoja de afeitar.

La policía argentina llegó hasta Rudnev gracias a la mujer del hospital. Ella insistía en ponerle el apellido del gurú a su hijo recién nacido, pero sus dos acompañantes se negaban. Con ese nombre, la Justicia siguió la pista. Supo así que Rudnev y sus seguidores estaban instalados en Bariloche desde octubre. “Alquilaban en efectivo casas de 6.000 dólares por mes, en lugares apartados en la montaña. Tenían autos de alta gama y se movían en efectivo”, dice una fuente de la investigación. Pronto supieron que el grupo de 14 personas tenía previsto un viaje a Brasil. “Estaban huyendo. A Rudnev lo identificó en el aeropuerto un policía que había visto la foto que distribuimos”, explica la fuente.

Rudnev cayó cuando estaba a punto de viajar junto a seis mujeres rusas a São Paulo. Otro hombre y seis mujeres, cinco rusas y una mexicana, debían unirse al grupo en la escala en Buenos Aires. “Las mujeres tenían todos síntomas de anorexia y algunas estaban casi sin pelo”, dice la fuente. Los 14 terminaron presos, acusados, en principio, de trata de personas y narcotráfico. El grupo tenía en su poder 130 pastillas de cocaína, además de un teléfono satelital, 15.000 dólares en efectivo y dos camionetas. El desafío de los investigadores es descifrar ahora qué hacía Rudnev en Argentina.

Konstantin Rudnev tiene 58 años y es ingeniero. A mediados de los años ochenta se alistó en el ejército de la Unión Soviética, pero terminó en un psiquiátrico luego de una noche de guardia en la que comenzó a disparar sin control su rifle de asalto. En 1989 regresó a Novosibirsk, la ciudad más grande de Siberia, y fundó la secta Ashram Shambala. A partir de ese momento se describió como un “extraterrestre de Sirio” que tenía el secreto de la felicidad. Como Gran Chamán de Altai difundía un discurso mezcla de religiones orientales, esoterismo y chamanismo. Resumió su pensamiento en el libro El camino del loco, de lectura obligatoria para todos los miembros.

Konstantin Rudnev, en Siberia.

Finalmente, montó una estructura clásica de secta: mediante un culto desenfrenado hacia el líder, sumaba adeptos que donaban sus bienes al grupo, abandonaban a sus familias y, en el caso de las mujeres, entregaban su cuerpo a Rudnev a cambio de la salvación eterna. Los hombres, en cambio, debían mantenerse célibes. Las grabaciones de las orgías en la que participaba con sus seguidoras se vendieron muy bien y fueron una gran fuente de ingresos. La secta llegó a tener en su mejor momento más de 20.000 seguidores y hacia mediados de los años noventa ya operaba en 18 regiones de Rusia, incluida la capital, Moscú. En 1999, Rudnov terminó otra vez en un psiquiátrico, pero logró escapar. Cinco años después fue arrestado, pero nadie quiso testificar en su contra.

La suerte del gurú cambió finalmente en 2010, cuando la policía de Novosibirsk le encontró en el bolsillo de su pantalón una bolsita con heroína. En el juicio enfrentó cargos por “crear una asociación cuyas actividades implican violencia”, por violación y por “preparación para la venta ilegal de estupefacientes a gran escala”. Se descubrió además que una de las técnicas de control de Rudnev sobre sus seguidores era la comida: en una estructura piramidal, los seguidores de menor rango se alimentaban de las sobras de los que estaban por encima. Un hombre que logró salir de la secta recordaba en un artículo publicado en la prensa rusa en aquel entonces que “uno de los lemas de la escuela y una de las expresiones favoritas del gurú es ‘¡come menos, salta más!’. Había, efectivamente, mucha actividad física, pero poca comida. Mi cuerpo empezó a agotarse y perdí mucho peso. Parecía un alcohólico distrófico. Literalmente, caminaba y me caía”. En 2013, un tribunal condenó a Rudnev a 11 años de cárcel; en 2021, Rudnev recuperó la libertad.

La prensa rusa supo de él nuevamente el 9 de octubre del año pasado. El fundador de Ashram de Shambhala ya no estaba en Rusia y se había instalado en Montenegro. Lo encontraron en un lujoso hotel de la ciudad de Zabljak después de que los huéspedes se quejaran de ruidos extraños provenientes de varias habitaciones. Resultó que Rudnev utilizaba el hotel para grabar “pornografía ritual”, como la definió la policía. El gurú volvió a desaparecer tras aquel incidente, hasta su detención en la ciudad argentina de Bariloche. Está ahora preso en una cárcel de máxima seguridad, lo mismo que las mujeres que lo acompañaban. La justicia intenta ahora determinar si alguna de ellas no eran más una víctima que un victimario. La joven que dio a luz, en tanto, fue separada del grupo junto a su bebé. Solo queda responder a la pregunta: ¿qué hacía Rudnev en Argentina?

La sede central de la secta Ashram Shambala en la ciudad de Novosibirsk, Siberia.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.
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