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LIBROS / CRÍTICA DE 'QUASI UNA FANTASÍA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las fantasías reales de Andrés Trapiello

El trenzado de la acción nace de su presencia en clubes de lectura, presentaciones y hasta espantadas toreras cuando se siente maltratado

Jordi Gracia
Portada 'Quais una fantasía', de Andrés Trapiello.
Portada 'Quais una fantasía', de Andrés Trapiello.EDICIONES DEL ARRABAL

El desfase temporal es ya grande, pero la música se baila igual de bien. En 2021 aparece el tomo del diario escrito por Andrés Trapiello en 2009 y lo hace en una editorial propia, como en la vieja escuela de escritores intrépidos (intrépidos como Galdós y Ortega). Lo he dicho bien: el tomo del diario es la novela que nace del diario, que se nutre y crece a partir de las notas de sus cuadernos. Alguna vez los ha dejado fotografiar, pero no husmear, ni siquiera, que yo sepa, a estudiosos que empiezan a sumergirse en su obra como clásico contemporáneo: las tesis sobre esa novela en marcha están en marcha, algunas ya defendidas, y el proyecto no flaquea (ni lo hará, a la vista de lo que dice a un X que se pasa de gracioso).

A Trapiello la vida ha dejado de tratarle como solía. Si antes algunas de las mejores páginas vivían de la vejación involuntaria de la realidad sobre sus aspiraciones de éxito, esta vez habita el sueño de un vuelo continuo, de tren en tren y de bolo en bolo. Por decirlo así, el trenzado de la acción nace de su presencia en clubes de lectura (con páginas a veces acres, pero creíbles), presentaciones en España y en Francia, y hasta espantadas toreras cuando se siente maltratado. Ya lo dice al final del volumen: ese 2009 ha sido el año más extraño porque ha vivido una “vida de feriante”, aunque feriante observador, reflexivo, melancólico y alguna vez también efusivo, pero poco, sonriente y burlón, pero menos que otras veces, e impávidamente sarcástico con este o con aquel (Claudio López Lamadrid o Esther Tusquets).

Algo de los efectos colaterales del éxito se cuelan también aquí en forma de sufrimiento solo desmayado: al final del año sus libros no salen en las listas de los periódicos y M. sospecha que está un poquitín demasiado pendiente de la RAE… y de la nueva académica Soledad Puértolas; Santos Juliá ha obviado el libro que entonces reedita y actualiza, el pionero Las armas y las letras, aunque quizá eso mismo haya radicalizado al propio Trapiello (“Nadie ha obtenido mayor botín de una derrota que algunos de los vencidos” de la guerra, y no ahorra la inquina contra algunos de ellos; y el primero, Alberti). Y si ofrece el regalo de ver por dentro el legendario almacén de libros de Abelardo Linares, también asistimos a los demasiados silencios de Ferlosio sobre la guerra, su padre y el franquismo.

Siempre pasa: cada lector tiene su propia antología de momentos estelares, y yo también lo hago sin querer. Es verdad que me divierte saber que los encuentros con Rico los acepta “para contarlos” luego, y es verdad que saca punta a cada aparición de César Antonio Molina, que aparece mucho y mal (como Juan Manuel Bonet mucho y siempre bien). Pero quizá las páginas más poderosas esta vez se alojan en la intimidad de un padre que ve despedir la infancia a sus dos hijos mientras juegan en la piscina, tras la boda de uno de ellos, o despide a un gato anciano, o pierde a una perra, o se obstina en perseguir —gran escena cómica— a una mosca de vuelo luminoso y rectilíneo mientras sigue combatiendo el arte moderno con argumentos especiosísimos o consigna el final de Miguel Delibes con la carta que recibe de él —”Esto se acaba. Y no siento dejarlo”—. Ah, y una Nochebuena con M. y solo un hijo, en Madrid y no en Las Viñas, suena casi a necesario contrapunto triste a tanta buena fortuna.

Quasi una fantasía

Andrés Trapiello. Libros del Arrabal, 2021. 528 páginas. 29,90 euros.

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

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