‘Escenas de la novela argentina’, Ricardo Piglia libera a los lectores
Un libro recoge la transcripción de los cuatro programas que el escritor y crítico argentino realizó en 2012 para la televisión pública
No había muchos que pudieran dormir después de las clases de Ricardo Piglia: como recuerdan sus alumnos, su efecto duraba horas y era el que corresponde a observar una inteligencia mayúscula pensando y pensándose: entusiasmo, encantamiento, gratitud, un deseo irrefrenable de leer mejor y más. “Las clases tienen mala prensa”, observó Piglia, por su parte, “suelen ser consideradas algo completamente ajeno a lo que sería la circulación en los medios de masas, [pero] a mí me pareció importantísimo no sólo llevar la literatura a un espacio como la televisión, sino también llevar el formato de la clase, que tiene, como sabemos, algo de teatral y tiene también una larguísima tradición como forma de transmitir la experiencia, de transmitir ciertos saberes”, dijo. El resultado fueron cuatro entregas de un programa en la televisión pública argentina en 2012 cuya transcripción se publica ahora en una edición al cuidado de Luisa Fernández.
Piglia comenzó cada una de ellas con una escena “fuerte”, teatral: un desafío a duelo que un escritor lanza a otro delante de una multitud, el momento en que alguien ve por primera vez en acción un fonógrafo, el instante en que un periódico cambia su título de portada para aumentar las ventas, la lectura de un ensayo en la radio ante un “invisible, novelesco, quizás, inexistente” auditorio; de estas Escenas de la novela argentina sólo una pertenece a la ficción —la tercera, que aparece en el final del díptico de Roberto Arlt que conforman Los siete locos y Los lanzallamas—, pero todas son funcionales al modo en que el autor de Respiración artificial leyó y aspira a que leamos, no tanto en procura de determinar de qué manera la sociedad y la historia aparecerían en la ficción, sino tratando de entender “cómo la ficción también actúa en lo real; de qué manera produce en el imaginario y en las experiencias personales ciertas reacciones”.
Se trata de acceder a una comprensión aumentada del hecho de que todo texto es una demostración de fuerza y un intento de manipular a otros
Para Piglia, “la novela argentina” es un repertorio, pero también un dispositivo de lectura, un modo específico de leer ciertos textos; de lo que se trata —y nos lo recordó en la primera entrega de Los diarios de Emilio Renzi— es, como decía un profesor suyo, de leer la historia pero también al historiador: es decir, de acceder a una comprensión aumentada del hecho de que todo texto es una demostración de fuerza y un intento de manipular a otros; en última instancia, una cuestión de poder. Para el autor, la literatura argentina sería especialmente sensible a este aspecto de la realidad, y sus mejores escritores, los autores de una literatura extemporánea, política, susceptible de pensar la realidad como complot y la motivación del otro como falsedad, atenta a una oralidad específica y a los elementos “bajos” de la cultura, híbrida, desafiante del régimen de exclusiones en el que se funda la respetabilidad en el país, desviada.
Por las páginas de Escenas de la novela argentina circulan, entre otros, autores como José Hernández, Roberto Arlt, Washington Cucurto, Macedonio Fernández y Héctor Libertella y textos como Rayuela, Una excursión a los indios ranqueles, Operación Masacre, Adán Buenosayres y El Aleph. Al volver sobre ellos, al proponer cruces inesperados y fulgurantes, hipótesis de lectura rompedoras, panoramas y series novedosas —por ejemplo, la que incluye a Amalia, de José Mármol; El beso de la mujer araña, de Manuel Puig, y Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato, todas novelas en las que “la política hace posible el amor y a la vez hace imposible que ese amor se materialice”—, hablando acerca de los vínculos entre tecnología y narración, entre literatura y periodismo, entre literatura y potencialidad, entre realidad y ficción —que Piglia lee “desde” el par Macedonio Fernández-Jorge Luis Borges, el interés del primero por el Quijote y el modo en que el segundo “difunde y simplifica” los hallazgos del primero bajo el rótulo de “literatura fantástica”—, escenificando la enseñanza de la literatura como una forma de diálogo con otros intelectuales y con los integrantes de un público sensible y dotado, el autor de El último lector trabaja implícitamente contra el modo en que circulan los textos en este momento, así como el conocimiento y la experiencia. Un ejemplo de este modo de circulación es la variación sin desemejanza que postulan los algoritmos: “Si te gustó A, disfrutarás de A bis, A (3)”, etcétera; pero estos no son los únicos que operan de ese modo: la oferta abrumadora de nuevos textos y nuevos autores a la que se nos somete con regularidad sólo parece asumible a condición de que pasemos por alto el hecho de que son exactamente iguales a nuevos textos y nuevos autores que se nos impusieron en el pasado más inmediato y que nuestra libertad de elección en cuanto lectores es reducida o ya no existe. Piglia parece haberse propuesto con estas clases avanzar en la dirección contraria, ampliando el reportorio de lecturas de sus espectadores y lectores, liberándolos así de unos estímulos abrumadores de una obsolescencia programada y permitiéndoles así comprender la existencia de un mundo más amplio habitado por libros magníficos; se trata de un gesto fuertemente político y en absoluto novedoso en la trayectoria de Piglia, que fue uno de los intelectuales argentinos que mejor comprendió la cultura de masas y más activamente trató de subvertir su lógica —entre otras cosas— llevando la literatura a los medios audiovisuales: en 2012 ya había guionado y protagonizado un filme para televisión de Andrés Di Tella sobre Macedonio Fernández, y más tarde volvería a la televisión pública argentina para dictar el curso Borges por Piglia y llevar a la pantalla el díptico de Arlt, además de protagonizar poco antes de morir 327 cuadernos, el documental de Di Tella sobre la edición de sus diarios.
Escenas de la novela argentina
Autor: Ricardo Piglia.
Editorial: Eterna Cadencia, 2022.
Formato: tapa blanda (216 páginas, 19,50 euros).
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