‘12 bytes. Cómo vivir y amar en el futuro’, o ¿por qué ser libre si puedes ser feliz?

Jeanette Winterson analiza el modo en que la tecnología determina ya el futuro de los humanos en un mundo en el que los dirigentes de las grandes empresas investigan solo para su propio bienestar

Visitantes de una exposición en la 5.ª Cumbre Digital de China en el Centro Internacional de Conferencias y Exposiciones de Fuzhou, en julio pasado.China News Service (China News Service via Getty Ima)

Jeanette Winterson admite que tuvo que leer dos veces La singularidad está cerca, el libro de Ray Kurzweil sobre el modo en que la tecnología determinará el futuro de la especie humana: la primera vez para entenderlo y la segunda, dice, para fijarse “en los detalles”. Una década después, esa segunda lectura ya no sería necesaria, puesto que, tras leer el libro del actual responsable de inge...

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Jeanette Winterson admite que tuvo que leer dos veces La singularidad está cerca, el libro de Ray Kurzweil sobre el modo en que la tecnología determinará el futuro de la especie humana: la primera vez para entenderlo y la segunda, dice, para fijarse “en los detalles”. Una década después, esa segunda lectura ya no sería necesaria, puesto que, tras leer el libro del actual responsable de ingeniería de Google —hay traducción al español de Carlos García Hernández—, Winterson se convirtió, primero, en una ávida lectora de libros y artículos sobre el tema y, después, en una entusiasta del transhumanismo, el proyecto de emplear la biotecnología para “aumentar”, “mejorar” y aun, de acuerdo con algunos, “dejar atrás” el cuerpo humano y sus limitaciones, así como la opresión de las mujeres y de las minorías.

Winterson (Mánchester, 1959) lleva décadas escribiendo acerca de cómo se inscriben en ese cuerpo la educación, la economía, la clase, la religión, el deseo, las ideas de género y las novedades tecnológicas —­Frankissstein: una historia de amor (2019), su reescritura del clásico de Mary Shelley, es prueba de ello, pero también lo son Espejismos (1989) y Escrito en el cuerpo (1992), entre otras de sus obras—, y no es sorprendente que los mejores pasajes de 12 bytes. Cómo vivir y amar en el futuro aborden esta cuestión, la de un futuro “transhumano” o incluso “poshumano” en el que “las mujeres y los hombres no estén sujetos a preconcepciones ni estereotipos basados en el sexo biológico ni en el lugar fortuito de nacimiento”. Para la autora, “no hay por qué temer la tecnología”, pero su libro también puede ser leído como un aviso de que sí deberíamos hacerlo, ya que, por una parte —y como muestra en los capítulos que dedica a la revolución industrial, al inicio de lo que llama “la Era de la Máquina”—, la experiencia nos indica que la riqueza que ésta produce no se derrama en la misma medida sobre todos los miembros de la sociedad, sino que contribuye a la concentración de la riqueza y a la privatización de los recursos compartidos, incluso del tiempo; y, por otra parte, porque en la tecnología también están inscritos los condicionantes ya mencionados que operan sobre los cuerpos. “El planeta está en peligro, y los humanos lucharán contra otros humanos por los últimos recursos disponibles”, nos recuerda Winterson; como pone de manifiesto la propia autora al hablar de los últimos proyectos de Elon Musk y otros millonarios de las grandes empresas tecnológicas, no hay ninguna buena razón para creer que esa lucha no haya comenzado y que la tecnología no esté jugando un papel central en ella, aunque no del modo en que Winterson desearía.

Cómo vivir y amar en el futuro aborda asuntos como el modo en que las mujeres —de Ada Lovelace a Rosalind Franklin, pasando por las trabajadoras de Bletchley Park, cuyo esfuerzo fue determinante para la derrota del nazismo en la Segunda Guerra Mundial— han sido y siguen siendo borradas de la historia de la tecnología y disuadidas de emplearse en la industria tecnológica —según informes, la proporción entre hombres y mujeres en ella es de 80 a 20 a favor de los primeros, lo que tal vez explique el carácter misógino y sexista de mucha de la tecnología de la que disponemos y la brecha de género en los salarios del sector—; el aporte de los escritores de ciencia ficción a la idea de futuro; la inteligencia artificial —que, sugerentemente, prefiere llamar “alternativa”—; la economía “colaborativa”; el internet de las cosas y la impresión 3D; así como la realidad virtual, la vigilancia, la necesidad de una carta de derechos para la era tecnológica, los robots sexuales, los coches sin conductor, la biotecnología, la minería de datos y los costes sociales, psicológicos y medioambientales de la innovación tecnológica, que, sostiene, “han sido y son inmensos”. Winterson es convincente, está magníficamente informada y escribe en un estilo ligero y coloquial trufado de pequeños chistes —no muy buenos, por cierto— y referencias a la cultura popular.

“La mayoría de nosotros no sabemos qué está ocurriendo, y cuando lo descubramos ya será demasiado tarde para regularlo”

A ratos, sin embargo, su libro parece algo cándido, por ejemplo, allí donde la autora aspira a una “colaboración” entre seres humanos e inteligencia artificial que soslaya el hecho de que los condicionantes económicos y políticos que hasta el momento han determinado de qué tipo de inteligencia artificial disponemos y qué podemos hacer con ella —además de qué hace ella con nosotros— parecen estar compitiendo tan solo por crear tecnologías que contribuyan a su bienestar y al incremento de fortunas personales exclusivamente; más aún, de su supervivencia en el espacio cuando la situación en el planeta haya devenido insostenible. Winterson sostiene: “La historia nos enseña que los gobiernos deben legislar con el fin de que las innovaciones beneficien a la mayoría y no a la minoría”, pero, afirma también, “la mayoría de nosotros no sabemos qué está ocurriendo, y cuando lo descubramos ya será demasiado tarde para regularlo”.

“¿Podemos recuperar el control de nosotros mismos?”, se pregunta; su respuesta es que sí, pero su libro parece desmentirla, y esta tensión entre las ideas de un autor y el contenido de su obra es —si se lee de cierta manera— el atractivo principal de Cómo vivir y amar en el futuro; es el interés que suscita cualquier libro que desmiente a su propio autor. Winterson nos recuerda que “en las empresas tecnológicas circula un discurso filosófico (…) según el cual las ideas de la Ilustración referentes al individuo como ente con libre albedrío, autonomía, regido por sí mismo y con capacidad genuina para escoger son bobadas”; pese a ello, sigue creyendo que vamos hacia un futuro mejor, en el que quizás seremos felices pero —al parecer— de ninguna manera libres. Winterson se esfuerza por demostrarnos que será mejor así, pero el lector haría bien en exhibir cierto escepticismo mientras éste todavía sea posible.

12 bytes. Cómo vivir y amar en el futuro

Autora: Jeanette Winterson.


Traducción: Raquel Marqués García.


Editorial: Lumen, 2022.


Formato: tapa blanda (360 páginas. 19,90 euros) y e-book (7,60 euros).

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