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Francesc Català–Roca: imágenes para revelar la Barcelona obvia que no vemos

Se publica un libro inédito del célebre artista catalán, una oda visual a la ciudad donde queda reflejado el inagotable espíritu innovador de uno de los referentes de la fotografía española

Doble página del libro 'La piel de Barcelona', publicado por Enciclopèdia / Ayuntamiento de Barcelona.
Doble página del libro 'La piel de Barcelona', publicado por Enciclopèdia / Ayuntamiento de Barcelona.FRANCESC CATALÀ-ROCA

“Entre algunas de las cosas que sigo teniendo ganas de hacer, se encuentra el libro La piel de Barcelona, que mostraría el paso del tiempo a través de las fachadas de la ciudad”, escribía Francesc Català-Roca (Valls, Tarragona, 1922 - Barcelona, 1998) en sus memorias, publicadas tres años antes de su muerte. Se trataba pues de un libro meditado con el poso de aquel que ha pasado la vida mirando, acostumbrado a ahondar en matices con el fin de captar la esencia de un lugar. De igual forma, reflejaba el ansia de un espíritu inquieto dispuesto a seguir innovando y experimentando con el lenguaje fotográfico hasta el final. Así, el fotógrafo rebuscó en su archivo y, combinando imágenes que databan de los años cincuenta con otras, en su mayoría de los ochenta y algunas realizadas en sus últimos años de vida, fue recortando cartulinas que cubrió con imágenes enfrentadas, casi todas verticales, presentadas sin pies de foto ni textos que condicionasen su interpretación.

El libro quedó inédito y fue encontrado recientemente en el archivo del Colegio de Arquitectos de Cataluña. Doscientas imágenes que recorren la ciudad a través de fachadas, texturas y ornamentos. Un itinerario que, lejos de ser previsible, “revela la Barcelona obvia que no vemos”, tal y como apunta Joan Ricart, director editorial de Enciclopèdia Art i Grans Obres, responsable junto con el Ayuntamiento de Barcelona de la reciente publicación del monográfico. “Fue un hallazgo bastante azaroso”, recuerda el editor. “El principal enfoque editorial fue tratarlo como si fuera un facsímil, respetando la voluntad del autor, que en vida no se pudo permitir hacer un libro sin un editor. En este caso hemos reproducido fielmente la maqueta que el dejó y, con el fin de no ensuciar las imágenes con ningún tipo de texto, hemos desplazado toda la información al cuaderno que la acompaña”.

La piel de Barcelona se presenta como el tributo del fotógrafo a la ciudad donde llegó a los nueve años. Donde fue puliendo su mirada, atento siempre al paisaje urbano en su búsqueda formal y estética. Es el recorrido de un flâneur que centra la mirada en una serie de fragmentos, detalles que se contraponen para ofrecer nuevos significados y ahondar en los recovecos donde se filtra el pulso de la capital, fiel a una mirada humanista que nunca esconde el peso de la historia. Se trata del quinto libro que le dedicó el fotógrafo a Barcelona lo largo de su trayectoria. En 1954 publicó el primero: Barcelona (Editorial Barna), con prólogo de Luis Romero, donde centraba su mirada en la coreografía de las calles. “No es una recopilación de monumentos, sino de la vida, de pequeñas historias anónimas”, destaca su hijo, el también fotógrafo Andreu Català Pedersen, durante una conversación con Babelia. Una mirada que expresa una interpretación subjetiva más allá del documento, práctica en la que coincide en el tiempo con la de William Klein o Robert Frank.

Doble página del libro 'La piel de Barcelona', publicado por Enciclopèdia / Ayuntamiento de Barcelona
Doble página del libro 'La piel de Barcelona', publicado por Enciclopèdia / Ayuntamiento de BarcelonaFRANCESC CATALÀ-ROCA

“Reconocido como un maestro del blanco y negro, mi padre tuvo el valor de reinventarse y dedicar los años de su madurez a perfeccionar el uso del color”, añade Català Pedersen. “Él se sabía extemporáneo. Decía que la fotografía era un medio muy joven y que por eso no podía haber historiadores de la fotografía sino solo observadores”. Fue su padre, el fotógrafo, publicista y escritor Pere Català i Pic, un hombre muy al tanto de las corrientes vanguardistas, su primera y gran influencia. “Los dos tuvieron que abandonar sus estudios, uno a los 12 años, y el otro a los 13, pero continuaron su aprendizaje desarrollando sus inquietudes”, recuerda su descendiente. “Català-Roca empezaría como aprendiz de su padre, en 1935. En 1953, se celebrará su primera exposición que presenta con grandes ampliaciones montadas sobre tableros, como más tarde haría Edward Steichen cuando en 1955 comisarió la legendaria The Family of Man. En 1952, ya se adelantaba unos meses a Henri Cartier-Bresson cuando en una entrevista habla de “momento más elocuente. En Cataluña no se supo nada del fotógrafo francés hasta que Oriol Maspons, [quien en 1955 se trasladó a París] publicó dos entrevistas en la revista Arte Fotográfico. Mi padre lo conoció en 1956, se lo presentó Miró durante un viaje a la capital francesa”.

Català-Roca devoraba todo lo que era imagen. “Bien fueran la obras de Goya o los cromos que venían con el chocolate”, asegura su hijo. “Barcelona le ofrecía un festín a nivel visual, con el rastro de la ciudad romana, el barrio gótico, el modernismo, el Ensanche, el mar. Observar la luz era un banquete que alimentaba sus imágenes”. En La piel de Barcelona predominan los primeros planos dentro de una estética abigarrada donde se alterna el blanco y negro con el color y la figura humana cobra gran presencia a través de distintas manifestaciones, bien sea a través de las esculturas que adornan las fachadas, o en las pintadas y grafitis, o en los reflejos del mar.

Doble página del libro 'La piel de Barcelona', publicado por Enciclopèdia / Ayuntamiento de Barcelona
Doble página del libro 'La piel de Barcelona', publicado por Enciclopèdia / Ayuntamiento de BarcelonaFRANCESC CATALÀ-ROCA

“Disparaba muy poco y casi nunca repetía la fotografía”, escribe el periodista Lluís Permanyer en un texto que se incluye en el cuaderno. “Me contaba que se limitaba a “hacerla” solo dos veces: la primera con la imaginación, y la segunda delante del tema”. “Jugaba con la realidad con el fin de traducirla en imágenes”, apostilla Català Pedersen, “por eso podía esperar a que pasase un cura o un militar debajo de la escultura de Hércules que sostiene una piedra. En él siempre había una segunda intención. Maspons solía decir del fotógrafo que trabajaba como un insecto, sin distracción y de una manera muy directa”.

“Lo más importante que me enseñó mi padre fue el respeto por lo que hay. No hay necesidad de inventar nada”, destaca Català Pedersen. “Solía decir que uno puede hacer una escultura, un cuadro, una canción, también podría componer un bodegón y fotografiarlo o retratar a alguien, pero lo que ofrece la fotografía es algo que no se consigue mediante ninguna otra disciplina: captar, captar aquello que se presenta cuando uno va por la calle. Desde sus inicio buscó la idiosincrasia de la fotografía desligada de la tradición pictórica, lo estrictamente fotográfico, por eso era muy respetuoso con la realidad. No le era necesario moverse mucho, solo viendo cómo se movía el agua en el puerto veía una foto”.

La piel de Barcelona. Francesc Català-Roca. Enciclopèdia / Ayuntamiento de Barcelona. 2 volúmenes. 312 páginas. 75 euros.

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