Libuše Jarcovjáková, una fotógrafa ‘underground’ en la Praga comunista
Un documental rescata la historia de la artista checa durante un sombrío periodo de la historia de su país. Planteada como una reflexión autobiográfica, la película cuenta a través de sus crudas y poéticas instantáneas y autorretratos su búsqueda de individualidad en una sociedad donde se anteponía lo colectivo
En 2019, tuvo lugar en los Encuentros de Arlés, una exposición que sacaba a la luz la obra de la fotógrafa checa Libuše Jarcovjáková (Praga, 72 años). En su mayoría inédita, ofrecía un lúcido y honesto testimonio sobre la vida de la propia artista, durante un periodo sombrío de represión política y falta de libertad, en la Checoslovaquia comunista. Un canto a la libertad que rompía todo tipo de tabús, donde tenían tanta cabida la calle, el trabajo y la depresión, así como el ambiente disoluto de los garitos nocturnos, o el sexo en destartalados dormitorios.
La muestra, que resultó toda un revelación dentro del prestigioso festival, sirve de introducción al documental I’m Not Everything I Want to Be (No soy todo lo que quiero ser), dirigido por Klára Tasovská y disponible en la platforma Filmin. “Durante todo este tiempo he creído que era una fotógrafa, pero a nadie le importaba” advierte la artista en la película. “Ahora debo elegir fotografías que me representen. Pero, ¿qué puedo enseñar al mundo? ¿Quién soy yo?”. Su voz desapasionada guía al espectador por una hábil y dinámica sucesión de imágenes fijas que nos traslada desde la Praga de 1968 hasta nuestros días; el relato de una lucha, tanto interna como social, basado en los diarios de Jarcovjáková, y contado con honestidad a través de sus crudas y poéticas fotografías.
En la Praga comunista, solo los más adeptos al régimen solían salir airosos. No era el caso de Jarcovjáková, hija de una pareja de artistas. Desde los 16 años quiso ser fotógrafa y estudiar arte, sin embargo, continuamente era rechazada su solicitud de ingreso en la universidad. “Políticamente no se puede confiar en mi familia”, advierte. “Siento que mi esperanza ha tocado su fin”. Aún así, su pasión por la fotografía no dejó de crecer. Se fotografió a sí misma sin parar, sin por ello dejar de retratar a sus más cercanos. Entre ellos los compañeros de la imprenta donde encontró su primer trabajo, y donde pronto la prohibirán hace uso de la cámara; su fotografía, decían, difamaba a los obreros socialistas. Retrató a los clientes del bar, al que iba todas las noches; a sus amantes y a sus dos maridos. También dejó constancia de su escapada de dos meses a Japón, de sus dudas, de sus depresiones, de su adicción al alcohol. Se fotografió sin pudor, desnuda, en la bañera o masturbándose, también documentó sus abortos.
A los 24 años, Jarcovjáková, logró ser aceptada en la universidad. Sin embargo, tampoco allí se sintió comprendida. Su anhelo de libertad parecía desvanecerse en una espiral de autodestrucción. Se dedicó a retratar a emigrantes vietnamitas. Con el fin de que pudieran enviar fotografías a los suyos y hacerlos creer que estaban bien: posan sonriendo, bien vestidos, o junto a un coche que nunca podrá ser suyo. Desde 1983 hasta 1985, la fotógrafa fue cliente asidua del T-Club, santuario de la comunidad LGBTQ en Praga, en cuyo ambiente de deshinibición se sintió completamente libre. “La única forma de sobrevivir es hacer fotos”, asegura en la película. Hasta que un día, la investigación policial llevada cabo por un asesinato cometido cerca del club, la hará ser consciente de que su obra podría convertirse en “un arma muy peligrosa”, para aquella comunidad de la que formaba parte. Era frecunete que una acusación por indecencia grave desembocara en detención y encarcelación. Por eso, sus fotografías acabaron escondidas en la parte trasera de un armario.
En 1985, Jarcovjáková logró abandonar su país. No regresó hasta 1992. Mientras, en Berlín, continuó haciendo uso de su cámara como medio para explorar la soledad y la alienación, exponer la opresión y ahondar en la idea de que, por encima de las tensiones culturales y sociales, existe una conexión genuina entre los individuos. Una empatía que ofrece una inagotable fuente de historias visuales que contar, y la posibilidad de documentar lo que ocurre en su círculo de amistades. De ahí que, The New York Times se refiriera a la fotógrafa como “la Nan Goldin checa”. La obra de Jarcovjáková proviene de lo vivido. Es quizás por eso, que habla más de ella misma que de sus sujetos. En su conjunto, moldea un relato sobre la búsqueda de libertad individual y el autoconocimiento. “Creo que nunca dejaré de preguntarme: ‘Quién soy yo”, asegura la fotógrafa.
I’m Not Everything I Want to Be (2024). Klára Tasovská. 1h.31min. Filmin.
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