Regreso a Albatera 73 años después
El campo de concentración alicantino reúne a supervivientes y expertos
“Los presos cavaron al pie de la alambrada una zanja para hacer sus necesidades, pero cuando se hacía de noche y alguno iba hasta allí se le aplicaba la ley de fugas y se les disparaba allí mismo”. Julián Ramos ha escuchado mil veces contar esta y otras historias sobre el campo de concentración de Albatera a su padre, Juan Ramos, que ayer volvía por primera vez a aquel recinto en el que permaneció tres meses retenido por el ejército nacional al acabar la Guerra Civil. Apenas tenía 13 años.
Juan fue uno de los supervivientes que ayer relató sus recuerdos en una de las mesas redondas de la V Jornada sobre el campo de concentración de Albatera que organiza la Coordinadora de Asociaciones por la Memoria Histórica de la Provincia de Alicante (Coamhi). Este campo, en el municipio de San Isidro y ahora pegado a las obras del AVE, fue uno de los más duros de los 188 habilitados tras la Guerra Civil. Por él pasaron entre 12.000 y 15.000 personas. Allí acabó parte de lo que quedaba del ejército republicano y de los ciudadanos que intentaban escapar de las tropas franquistas. Por el campo pasaron el historiador Manuel Tuñón de Lara, el cineasta Ricardo Muñoz Suay o el poeta Marcos Ana. Muchos, como Juan, se quedaron sin poder zarpar en los muelles del puerto de Alicante.
El padre de Juan era alcalde republicano de San Bartolomé de las Abiertas, provincia de Toledo, y junto con su esposa y sus cinco hijos logró unos pasaportes para llegar a México. Su aventura acabó en el puerto de Alicante. La familia se dividió allí y junto con sus dos hijos mayores el exregidor fue enviado primero al campo de los Almendros de Alicante y después “en vagones de ganado” a Albatera. “Cuando se acordaban les daban un chusco de pan para seis personas y una lata de sardinas para dos”, asegura Julián. La vida era “la lucha por la supervivencia”.
Entre las vivencias que relató, Juan explicó cómo en una ocasión les dejaron sin beber durante ocho días, pasados los cuales los responsables del campo les tentaron con un camión que lanzaba agua y que los presos solo podían beber del suelo, en los charcos que se formaban. El episodio fue grabado por soldados alemanes, que esos días estaban en Albatera. Años después, Juan, viendo un documental, asegura que reconoció a Rudolf Hess, quien fuera comandante del campo de concentración de Auschwitz, como uno de los militares que vio aquel día en Albatera.
La jornada de ayer también pretendía rendir un homenaje especial a los maestros de la República. Algunos fueron a relatar su historia. En otros casos lo hicieron sus descendientes. Uno de estos maestros, José Castaños, sigue en activo a sus 95 años. José terminó la carrera de magisterio en 1938 y al terminar la guerra estaba en prácticas. Su activo pasado de directivo en una asociación estudiantil le llevó a la cárcel al acabar la contienda. Permaneció entre rejas dos años y medio y tras salir no pudo volver a ejercer hasta 1975. Tuvo que conformarse con trabajar en una oficina de cobro, en obras públicas o en el comercio. “Donde podía”, recuerda.
Desde que volvió a ejercer no ha querido hacer otra cosa. Y eso que en 1984 le dieron la jubilación. “No la pedí”, enfatiza. Pese a ello solicitó autorización para seguir ejerciendo: “Había vuelto a sentir el gusanillo de la enseñanza”. Hoy en día sigue dando clases de apoyo en el colegio público que lleva su nombre en la ciudad de Murcia.
Petición para que el Muro de Paterna sea un Memorial a las 2.238 víctimas
El programa previsto por Coamhi reunió también a investigadores y a estudiosos de la República. Y hubo un espacio para el homenaje, con la lectura de un manifiesto y un ramo de flores en reconocimiento a las víctimas del campo y en general del franquismo.
También ayer, dentro de la programación oficial de la conmemoración de la II República Española, en Paterna se celebró el tradicional homenaje a las personas que fueron fusiladas en la localidad valenciana. Convocadas por la Agrupación de Familiares de Víctimas Fusiladas en el Muro de Paterna, el Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica (GPRMH) y la Agrupación Socialista de Paterna, al acto acudieron más de 300 personas, que honraron con emoción a las 2.338 personas que fallecieron en el enclave. Algunas asesinadas incluso muchos años después de acabada la Guerra Civil, pues se mató a gente hasta 1956.
EL GPRMH pidió que el muro, en su día un paredón, sea tratado como Bien de Interés Público y se convierta en un Memorial donde figuren los nombres de las 2.238 personas que perdieron la vida en este lugar por su “fidelidad a los valores y principios” de la República española.
“Quienes están aquí enterrados eran gente de paz que nunca pensaron en guerras para las mayores transformaciones que el gobierno más fecundo de la historia de España, el primer gobierno republicano, fue capaz de acometer en tan solo dos años”, explicó Matías Alonso, coordinador del GPRMH.
Sobre aquella República, el portavoz de la institución recordó que se trató de “un régimen que otorgaba la ciudadanía a las mujeres, que en dos años construyó más de 7.000 escuelas, otorgó las bases para que el trabajador dejase de estar en condiciones decimonónicas con las vacaciones pagadas, el salario mínimo, el germen de lo que hoy es la Seguridad Social y el Seguro de Desempleo...”.
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