Medio siglo incomunicados
La pasarela que une el barrio de la Luz de Valencia con Xirivella provoca quejas entre vecinos y discapacitados por su accesibilidad
Llevaban medio siglo esperándola. Exactamente desde que se aprobó el Plan Sur, a principios de los sesenta, que impulsó un cauce alternativo del Turia hasta su llegada al mar. Desde entonces, los vecinos del barrio de la Luz de Valencia y de la localidad de Xirivella, a menos de un kilómetro de distancia, aguardaban un paso elevado que sorteara la autovía del este y uniera las dos poblaciones. A principios de 2012, incluida en las obras de ampliación de la V-30, impulsadas por el Ministerio de Fomento, se empezó a construir una pasarela que resolviera esa adversidad inesperada. Meses más tarde, con la construcción finalizada, los vecinos y asociaciones de discapacitados físicos se quejan de problemas de accesibilidad.
“Esta pasarela permitirá llegar desde el barrio de la Luz hasta el casco antiguo de la localidad”, anunciaba el Consistorio en abril en su página web. Ahora mismo, la nueva obra realizada —de 192 metros de largo y 2,5 de ancho— no soluciona más que el paso de la autovía, que antes se realizaba a ras de suelo y “suponía un importante riesgo”.
“Una pendiente de un 10% es extenuante”, dice un informe
Esta construcción, no obstante, no ha arreglado del todo el problema de seguridad, ya que muchos peatones siguen cruzando por la incorporación de la autovía: “Es que si no tienes que dar un pateo…”, exclama un joven de Xirivella. “Yo sigo cruzando por debajo”, agrega Rebeca, una estudiante que cruza cada día para asistir al instituto: “Si no, hay que dar mucho rodeo”. La rutina sigue siendo tan decisiva que en lo que lleva abierto el puente han cambiado, según los vecinos, al menos dos veces la valla que protege la carretera.
“El problema”, señala Ricard Barberà, regidor de Compromís en Xirivella, “es que no cumple la normativa de accesibilidad. Lo vendieron como un acceso completo y solo han resuelto una parte. El resto sigue abandonado”. Según un informe elaborado por el Instituto para la Promoción de la Vida Independiente, el puente alcanza los 10 grados de pendiente, el límite para personas con alguna discapacidad física: “Lo normal son seis grados, pero existe una franja posible que va desde los ocho a los 10 grados siempre que no sean de más de nueve metros de longitud”, explica Barberà. En este caso, los incumplimientos iniciales se aplacaron incorporando tramos para reducir la inclinación. “Lo que se ha conseguido es tener la sensación de ir dando vueltas al mismo sitio”, valora.
“Si una pendiente del 8% ya supone un gran esfuerzo para superarla, una del 10% es extenuante”, advierten en el informe. Además, la construcción “carece de cualquier otra alternativa, como las escaleras o el ascensor” que “favorecería su uso con mayor comodidad, seguridad y autonomía”. “La verdad es que después de 50 años esperábamos algo mejor”, sentencia Ricard Barberà.
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