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OPINIÓN | ANTÓN LOSADA

El feijoniano

Hay que tener mucho miedo a perder para intentar ganar en los despachos la ventaja

Probablemente recuerden “El Virginiano”, aquella clásica serie de cuando la televisión era de verdad. No como ahora. En ella, un cowboy de oscuro pasado luchaba por mantener la paz en el rancho contra toda suerte de acechanzas ayudado por “Trampas”, su fiel aunque algo alocado colega.

Con su propuesta de “rapa parlamentaria”, La Democracia Feijoniana parece un remake de un episodio de aquel serial de vaqueros en aquel oeste donde regía la ley del más fuerte y todo valía. El rancho sería la Xunta, Feijóo es “el Feijoniano” trampeando por conservarlo y el conselleiro Rueda encarnaría a “Trampas” y sus locos ardides. En la versión de este Far West galaico, “el Feijoniano” y “Trampas” se pasan el día liándola para ir tirando con sus trucos hasta las elecciones mientras la vida y la realidad pasan.

Si les parecían exagerados los pronósticos que algunos efectuábamos sobre la probabilidad de una derrota electoral de Feijóo, ahí tienen la prueba de que en el Partido Popular también lo creen. Hay que tener mucho miedo a perder para intentar ganar en los despachos la ventaja que debería obtenerse en el campo, especialmente cuando el partido ni ha comenzado todavía.

Imagínese que usted va a jugar una final y el otro equipo se arroga el derecho a cambiar en solitario las reglas y dictar otras nuevas a su favor. Eso es exactamente lo que pretende La Democracia Feijoniana. Busquen en los sistemas políticos comparados. No existe un solo precedente de norma electoral impuesta con los votos de un único grupo. No hay un solo antecedente en democracia. En otro tipo de regímenes, les sobrará donde escoger.

A la espera de comprobar si vamos a una competencia electoral manipulada, debemos concederle a “El Feijoniano” y “Trampas” el éxito de su maniobra de distracción. Misión cumplida con la ayuda de unos medios plagados de periodistas justicieros e indignados, siempre listos para repetir con la derecha que todos son iguales y qué más da. En la semana de los recortes, la prima, el paro o los peajes de las autopistas, en Galicia, nuestro gobierno se ocupa de enredar en el acuciante problema del Parlamento. Un asunto capital que seguro no deja dormir a los miles de jóvenes gallegos que no encuentran trabajo, a los padres y madres que ven cómo buscan en vano mientras el suyo está amenazado o a los dependientes que constatan que no llegará la ayuda prometida.

Ya les avisamos que iba a ser una campaña electoral muy sucia. Este amago de tocomocho parlamentario lo prueba. Dentro de poco, recordaremos con nostalgia el lodazal organizado por “el Feijoniano” y Trampas en 2009 solo para ganar unas miserables elecciones; entonces éramos todos jóvenes e ingenuos. En su constante exploración de los límites de la decencia y la virtud, la Democracia Feijoniana no ha tenido reparo en invocar a parados, niños en galiñaescolas o ancianos en centros de día para justificar un cambio de reglas pensado exclusivamente en beneficio propio. La misma táctica que los directivos de las cajas con las preferentes, o los defraudadores con la amnistía fiscal: la crisis como coartada para sacar tajada.

Si tanta urgencia tiene ese millón de euros que se pretende ahorrar recortando en democracia, en estos mismos días, la Consellería de Industria despilfarra lo mismo en publicidad para que veamos el futuro con más optimismo. Así de fácil resulta economizar. Seguro que se aprovecha bastante más, y sin mermar la representatividad, ajustando los sueldos y gastos de sus señorías.

Si el presidente Feijóo recupera el buen juicio y deja de jugar frívolamente con las reglas de la democracia, a lo mejor hasta recuerda que las elecciones se ganan gobernando. Si se presenta ante los gallegos y las gallegas con el único balance de la austeridad, sin nada más que ofrecer, ninguna trampa o regla de votación tuneada le salvará. No debería desatender un principio universal de la ciencia política. Cuando uno convoca las elecciones forzando los límites para ganarlas, inevitablemente acaba perdido o perdiendo. En el antiguo Oeste se embreaba con plumas y alquitrán a los tahúres. Hoy en día, preferimos usar el voto. Es más limpio.

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