La casa de los horrores
El comisario Antonio Juan Creix fue el único torturador represaliado en la Transición
Afortunadamente, la actual comisaría de la Via Laietana ha perdido su aureola maligna. Solo los más mayores se acuerdan de cuando esta fachada causaba escalofríos a los transeúntes. En su origen, este edificio fue el domicilio de un rico empresario que decidió dejar una acera el doble de ancha para poder entrar en carruaje a su casa. Pero en 1929 la finca se vende y se convierte en uno de los hoteles que acogerá la Exposición Universal de ese año. Y en 1931, con la proclamación de la Segunda República se instala la Comisaría de Orden Público, al mando de Federico Escofet.
Tras la guerra, sus dependencias se transforman en la Jefatura Superior de Policía, donde en 1941 se crea la Brigada de Investigación Social (BIS), la célebre político-social. Esta nueva unidad se pone al mando de Eduardo Bóveda Quintela, que será el primer encargado de reprimir la oposición al Régimen en Barcelona. Pero el trabajo le desborda, la guerrilla antifranquista está en pleno apogeo y se crea una brigada de servicios especiales bajo la dirección del comisario Pedro Polo Borreguero. Este policía había trabajado antes de la guerra con los expeditivos hermanos Badía y al estallar el conflicto se había fugado a Francia, desde donde se había incorporado al ejército franquista. Con él al mando se inicia una larga trayectoria de abusos. A media voz, la población contaba como de las ventanas de esta casona había saltado más de un detenido, y como de los sótanos brotaban los gritos apagados de los interrogatorios.
En 1929 la comisaría de la Via Laietana fue uno de los hoteles que acogió la Exposición Universal
En 1955 se jubila el comisario Polo. El cuerpo pedía sangre fresca, y esta llegó en la persona de los hermanos Creix. Antonio Juan y Vicente Juan Creix eran hijos de militar y partidarios del Alzamiento de primera hora. Durante la guerra, Antonio se había hecho policía, aunque, en realidad, trabajó para el espionaje nacional hasta ser arrestado en 1938. Fue torturado en la checa de la calle de Vallmajor y pasó por un campo de trabajos forzados, del cual escapó para unirse al ejército franquista. Al terminar los combates, su hermano mayor había muerto en la batalla del Ebro, y el que le seguía en edad se había alistado voluntario a la División Azul.
En 1941 Antonio fue destinado nuevamente a Barcelona, a la prefectura de Vía Layetana, donde se encontró con su hermano pequeño Vicente. Ambos comenzaron a trabajar juntos, participando en el desmantelamiento de la guerrilla del PSUC en 1947. Antonio se había especializado en comunistas, mientras que Vicente dominaba los círculos universitarios y catalanistas. El escritor Manolo Vázquez Montalbán —que pasó por sus manos—, los definió como unos “profesionales de la humillación”. Pero su fama llegaría tras el nombramiento de Antonio como sustituto del comisario Polo. Desde esta nueva posición, los Creix torturarían a gran número de opositores, sindicalistas e intelectuales como Joan Oliver, Miguel Núñez, Joan Comorera y Gregorio López Raimundo.
Gracias a los pactos firmados con Estados Unidos, muchos de estos sádicos agentes de la ley recibieron clases de lucha anticomunista en la sede del FBI. Antonio estuvo en 1958, y a su vuelta puso en práctica todo lo que había aprendido. Los interrogatorios se sofisticaron, y las técnicas se volvieron más implacables y salvajes. A los electrodos, el corro o la cigüeña, se añadieron castigos como las bolsas de plástico en la cabeza o las posturas dolorosas.
Se responsabiliza a los Creix de planificar el asesinato del guerrillero Quico Sabater
Como amos absolutos de la represión en nuestra ciudad, se responsabiliza a los Creix de planificar el asesinato del guerrillero Quico Sabater, de desactivar la Caputxinada y de interrogar a los implicados en los hechos del Palau de la Música. En 1968, tras el asesinato de otro torturador famoso —el comisario de Bilbao Melitón Manzanas, a quien el Gobierno de Aznar concedió una medalla póstuma—, Antonio fue enviado al País Vasco, donde participó en la detención de los etarras juzgados en el proceso de Burgos. Su hermano Vicente fue el nuevo jefe de la BIS en Barcelona.
Antonio Juan Creix aún sería destinado a Sevilla, donde organizó la detención de El Lute. Pero en 1974 el franquismo quiso lavar su imagen y le expedientó. Fue el único torturador represaliado en la Transición y terminó su carrera sellando pasaportes en el aeropuerto de El Prat, hasta su muerte por un ataque cardiaco en 1985. Si les apetece saber más de este terrorífico policía, el periodista Antoni Batista publicó en 2010 su libro La carta. Historia de un comisario franquista (Debate), en el que narra sus intentos de justificarse ante el entonces gobernador civil, Rodolfo Martín Villa. Nunca fue tan cierta la banalidad del mal.
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