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El PSdeG regresa al diván

Los resultados del 21-O retrotraen al partido a los noventa, la época de sus peores crisis El escepticismo cunde entre militantes y analistas

Caamaño saluda a Pachi Vázquez, en la noche de la derrota electoral, ante la presencia de José Blanco —a la derecha—y, tras él, Antolín Sánchez Presedo.
Caamaño saluda a Pachi Vázquez, en la noche de la derrota electoral, ante la presencia de José Blanco —a la derecha—y, tras él, Antolín Sánchez Presedo.ÓSCAR CORRAL

El PP de Alberto Núñez Feijóo se presentó a las elecciones autonómicas con el objetivo de conservar su exigua mayoría absoluta, garantizada por un único escaño. Perdió casi un 1% de apoyos, 135.493 votos menos, pero lejos de perder ese diputado, el hundimiento de sus rivales tradicionales le permitió sumar tres. Los desastrosos resultados electorales de Pachi Vázquez han postrado a los socialistas en el diván. Las luchas internas, los lastres del Gobierno de Zapatero, un proyecto inconsistente... Las causas de la debacle se amontonan, pero las reflexiones de militantes jóvenes y veteranos y de los observadores de la política gallega remiten obligatoriamente a la peor crisis del PSdeG, la que atravesó en los oscuros años noventa.

Dos décadas atrás, los socialistas gallegos agonizaban bajo la apisonadora electoral de Manuel Fraga. Fueron años de congresos extraordinarios, de renovadores y guerristas, de gestoras provisionales y de disputas sin cuartel, muy parecidas a las que se libran ahora en la calle del Pino, la sede santiaguesa del partido. Por supuesto, también de derrotas en las autonómicas, que el analista Manuel M. Barreiro atribuye a un pacto tácito de no agresión de Francisco Vázquez, exalcalde de A Coruña y exsecretario general del PSdeG, con el propio Fraga. “El poder del PSdeG era local y Paco Vázquez lo hace valer. Los barones mandan, con él como tótem, y el partido se rebaja en el contexto autonómico a complemento del Partido Popular”, relata.

Fue en esa época, con Vázquez al frente de la organización y Abel Caballero como candidato, cuando el BNG asestó el famoso sorpasso al PSdeG en las elecciones de 1993, cuando bajó a 13 diputados frente a 18 del Bloque. La dimisión del exalcalde y su posterior sustitución en 1998 por Emilio Pérez Touriño abrió una lenta pero progresiva recuperación que culminó con el bipartito, entre 2005 y 2009. Visto con perspectiva, y junto con el aún más sucinto tripartito de 1987, fue un brevísimo paréntesis en el largo dominio conservador en las instituciones autonómicas de Galicia. “Fue un tiempo durísimo que truncó políticamente a toda una generación en el PSdeG”, rememora el eurodiputado Antolín Sánchez Presedo, candidato en 1993 y secretario general entre 1985 y 1994.

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Por si sirve de ejemplo, Francisco Cerviño, diputado desde 1993 hasta la pasada legislatura, ensalza el papel que desempeñó Antón Louro como “pacificador” del partido, en su condición de secretario de Organización, para empezar a pasar la página del vazquismo en el PSdeG tras el congreso ganado por Touriño. “Su frase favorita era: ‘Tenemos que caber’. Mezcló flexibilidad y mano dura; disolvió agrupaciones, pero sofocó más de una rebelión y calmó el partido”, rememora el veterano parlamentario.

Por aquel entonces, Iván Puentes, exalcalde socialista de Fene, acababa de cumplir la mayoría de edad, pero su visión de lo que ocurrió en aquellos años coincide con la de muchos de los veteranos. “Se apostó por un partido claramente de izquierda y de perfil galleguista. Fue una redefinición que permitió volver a conectar con los ciudadanos”, relata. La travesía duró siete años, pero condujo a la presidencia de la Xunta. “Se gestó un liderazgo a largo plazo, un ejemplo que ahora hay que seguir”, se suma Cerviño.

En el congreso que aupó a Touriño a la secretaría general, su contrincante fue Miguel Cortizo, que se borró discretamente tras la derrota. El ahora diputado en el Congreso ve sobre todo un parecido con aquellos años en los que el PSdeG parecía caminar hacia la desaparición: “El ombliguismo, la endogamia, la falta de respeto hacia nosotros mismos”, describe la situación, que ilustra con las consecuencias del congreso del pasado mes de marzo. “Hablaron los militantes, pero los perdedores no respetaron el resultado, en un claro ejemplo de falta de respeto a la democracia”, critica.

Sean causa o consecuencia de los malos resultados electorales, las luchas internas, el “espectáculo lamentable”, como lo define Cortizo, no cejaron ni un día en los meses previos a las elecciones. Desde la batalla entre Rubalcaba y Carme Chacón hasta la confección de listas, pasando por la retahíla de congresos a todos los niveles que enfrascaron la actividad política del partido para regocijo de Feijóo y del Partido Popular. “No podemos renunciar a la democracia interna, aunque los ciudadanos la castiguen; esa es nuestra paradoja”, rebate Francisco Cerviño.

Pero las causas no son solo de orden interno. Y una de las principales es la identificación que aún se hace entre el PSdeG y el lastre de los últimos años del Gobierno de Zapatero. “Hay mucho de ciclo político general en los resultados”, resume el profesor universitario y analista político Francisco Martínez Hidalgo, que recuerda que los resultados en Galicia están en porcentajes similares a los del resto de España en elecciones y encuestas. Según Presedo, otra causa es el castigo que esta crisis está infligiendo a las clases medias, el “granero de votos natural” del PSdeG. Y, por último, el proyecto encarnado por Pachi Vázquez. “La campaña se centró en el perfil del líder, pero no se fue a lo concreto”, opina Martínez Hidalgo, que sostiene que fue tanto como permitir que la campaña “se polarizase entre Beiras y Feijóo”.

En busca de un espacio propio

Con independencia de quién se haga cargo del PSdeG en el congreso que en 2013 ha de poner fin a la etapa de Pachi Vázquez, al PSdeG le interesa saber qué pasó con su espacio político el 21-O para poder recuperarlo. Manuel M. Barreiro sostiene que el voto que abandonó al PSdeG fue “el más moderado, el que oscila entre PP y los socialistas”. El problema, añade, es que si busca su recuperación, una orientación “estilo José Bono”, su destino es convertirse en un elemento “no alternativo, sino complementario” al PP. “Hay que cambiar de actores, pero seguir con la línea de galleguismo de izquierdas que marcó los últimos meses del PSdeG”, añade Barreiro. “Es un discurso difícil si no se marcan diferencias con el pasado del partido, particularmente con Zapatero”.

Francisco Martínez Hidalgo detecta un voto, el que provocó el auge de Xosé Manuel Beiras y su coalición con Esquerda Unida, “más de oposición dura que de gobierno alternativo”. “El PSdeG no concretó sus ideas, fue a lo básico y desapareció. Por eso ahora debe renovar a las personas, pero sobre todo reforzar un nuevo mensaje”, añade.

“Le cedimos espacio político a Beiras”, analiza Miguel Cortizo. “El reto es conectar con la izquierda”, coincide Iván Puentes, que añade: “La pregunta es: qué busca la izquierda que no encuentra en el PSOE. Si encontramos la respuesta, tendremos buena parte del problema resuelto”.

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