La sanidad de Madrid o el juego de los despropósitos
La Comunidad de Madrid ha dado a conocer su Plan de Medidas de Garantía de la Sostenibilidad del Sistema Sanitario Público. Es difícil encontrar más despropósitos en tan pocas páginas. Se empieza por el tópico de que tenemos una sanidad pública excelente, algo que, visto lo visto, no se va a poder repetir a menos que se cambie al pasado el tiempo verbal. El plan recoge una serie de proyectos que incluyen la cesión al sector privado de hospitales y centros de salud, medidas tan injustas y discriminatorias para las personas mayores como el cobro de un euro por receta, y convertir La Princesa en “en un hospital de alta especialización para la patología de las personas mayores”.
Este último punto supone una idea totalmente descabellada se mire como se mire. No es de recibo presentar una decisión que afecta profesionalmente a varios miles de personas y a centenares de miles de usuarios sin haber negociado antes con las partes interesadas. Tampoco tiene sentido desde el punto de vista funcional, científico, asistencial, docente e incluso ético y legal, desmantelar un hospital que viene rindiendo a satisfacción y que ha sido cabeza de área en Madrid hasta hace cuatro días, donde, además, revierten los casos complejos que no son capaces de solucionar los nuevos hospitales de apoyo. Para argumentar con costes hay que tener en cuenta el grado de complejidad de los procesos que afrontan y el nivel tecnológico de unos y otros. También el desfase entre los precios que ofertan las gestoras privadas y la realidad de unos gastos finales habitualmente muy superiores que se acaba por exigir y cobrar. Nunca entenderé el extraño concepto de que, a igualdad de servicios y de calidades, sea más adecuado un presupuesto que incluye beneficios para terceros que otro que no incorpora esta partida.
Los hospitales monográficos de todo tipo están prácticamente desterrados en el mundo por razones funcionales, y hasta éticas. En el caso de los geriátricos, la experiencia se abandonó hace décadas. Los argumentos contra el hospital monográfico centrado en la edad son muchos. En un país democrático representan una discriminación negativa (etaismo) con respecto al resto de la población. O se asume que se va a limitar el nivel de atención a estos pacientes lo que no es de recibo, o no existe ninguna razón para no incluir a los viejos que requieran ser hospitalizados por una patología aguda médica o quirúrgica junto al resto de los ciudadanos. Si se pretende lo primero, ¿de qué servicios se quiere prescindir para reducir costos? ¿Se va a ver privar a los ancianos con procesos agudos reversibles de la alta tecnología o de prestaciones como las UVI o las unidades coronarias? ¿Se les va a enviar a otro centro si requieren procedimientos complejos? ¿Se va a limitar el personal médico o paramédico? Paradójico que en el año de la solidaridad intergeneracional se pretenda constituir una especie de gueto en materia de salud para los ancianos.
Sí persisten algunos hospitales monográficos pediátricos. Por lo general integrados como pabellón autónomo en un hospital general. Son hospitales generales para niños, con organigramas muy completos, desde urgencias específicas hasta especialidades médicas y quirúrgicas con sus servicios complementarios. Si es éste el modelo que se pretende implantar, en vez de ahorrar se elevarán los costos.
La Princesa es uno de los pocos hospitales madrileños que carece en estos momentos de cualquier tipo de estructura geriátrica. Si como se dice en el documento existe un vacío de ocupación y atender a la población mayor es una prioridad, créese una unidad o servicio de geriatría tan grande como se estime oportuno para cubrir esa necesidad. Hay más incógnitas: ¿De dónde van a salir los profesionales? Solo en geriatras la dotación deberá ser altísima para atender unas 500 camas. ¿Se pretende vaciar de geriatras otros hospitales? ¿Alguien ha pensado en lo que eso representa?
Los interrogantes y los argumentos para desaconsejar esta locura pueden ser muchos más. En todo caso habría que preguntarse a quién se le ocurrió y por qué se decidió realizar y poner en marcha nuevos hospitales periféricos a costa de generar vacíos en los que venían funcionando de manera adecuada. Esperemos que acabe reinando la cordura y que el diálogo y el sentido común se impongan a unas decisiones que, en último término, eligen como vía para resolver un problema crear otros mucho mayores.
José Manuel Ribera Casado. Catedrático Emérito de Geriatría (UCM). Académico de Número de la Real Academia Nacional de Medicina (RANM).
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