Esparreguera lucha por pastas Gallo
La empresa de pastas anuncia su intención de cerrar la planta de la localidad Los 64 empleados se movilizan y argumentan que la planta es rentable
En las vallas, en las farolas, en el rincón más inesperado del polígono industrial de Can Comelles, en Esparreguera (Baix Llobregat) cuelgan pancartas que piden frenar el inminente cierre de la fábrica de Pastas Gallo. El futuro de los 64 trabajadores de la planta es incierto. Les habían llegado rumores desde mediados de año, pero sus sospechas se confirmaron el pasado 6 de octubre. Los hermanos Espona, dueños de la empresa alimentaria, asistieron con dos abogados a una reunión con los representantes de los empleados para comunicarles, verbalmente, su propósito.
Los propietarios justificaron el cierre progresivo de la planta en el traslado de la producción a otras dos fábricas que poseen en España: la de Granollers y la de El Carpio (Córdoba). Solo esa fórmula, explicaron, permitirá garantizar la competitividad de la compañía. Según explicó la empresa a este diario, la crisis económica de “extrema gravedad” que atraviesa el país ha dejado muy tocada a la industria de la alimentación.
La cuenta de resultados de Pastas Gallo en los tres últimos ejercicios muestran una cierta estabilidad con tendencia al alza: en 2009 facturó 114 millones de euros en ventas; en 2010, uno menos; y en 2011 se recuperó con una facturación de 123 millones. Según se desprende de esos mismos documentos, la empresa tiene una buena posición en cuanto a fondos propios y capacidad para afrontar los 13 millones de deudas que acumula. Los trabajadores se han plantado con estos datos frente a la empresa para probar que no hay razón alguna que justifique el cierre de la planta de Esparreguera.
La verja verde que da paso a la factoría chirría al abrirse para dejar salir los coches de los empleados. En el relevo del turno de tarde sale Gabriel Maeso, encargado de conducir los toros del almacén. “Hasta 2011 teníamos cuatro turnos, ahora solo tres”, explica. “El cuarto era un turno de fin de semana, pero nos lo quitaron al reducirnos los kilos de pasta. El gran número de pedidos para los productos fáciles —espaguetis, hélices y otras pastas secas de venta continuada en el mercado— los genera la fábrica de Córdoba”.
En Esparreguera se encargan actualmente de la producción de placas (canelones y lasañas) y pastas de temporada como las de vegetales, al huevo y con fibra. Productos que la empresa considera de “mayor valor añadido”, ya que su precio de venta es más elevado que el resto. La intención de la empresa es ir despidiendo a sus empleados en función del traslado de la maquinaria de la fábrica. La primera tanda de despidos afectará a 16 contratos que la empresa considera prescindibles. En una segunda fase, en diciembre, serán despedidos 10 empleados más. A lo largo del año que viene culminará el proceso al desmontar la línea de producción.
El 80% de los empleados son vecinos de Esparreguera. El resto, de poblaciones cercanas. La mayoría tienen entre 45 y 55 años y llevan media vida trabajando allí. “En la primera reunión de octubre fueron rotundos con las recolocaciones. Pero en una segunda reunión, nos dijeron que podrían recolocar a una docena en Córdoba y Granollers”, explica Asunción García. El gran grueso de los empleados tienen pareja e hijos. “Nos planteamos la opción de ir a Córdoba; si no, podemos quedarnos sin trabajo”, tercia Judith Canals. “Ya sabemos que, si nos echan de aquí, nos dejan desnudos”, añade Pablo Barragán.
El comité de empresa lucha por recolocar a los 64 empleados. “Salvar a 12 no justificaría nunca el despido de los 52 restantes”, revindica García, que trabaja en el departamento de empaquetado y es miembro del comité. “Nunca nos hemos sentido un número en Gallo, siempre fuimos caras con nombres y apellidos”, comenta Maeso. “Un amigo y yo vinimos con nuestras madres para pedir trabajo; a mí me cogieron por ser más alto”, recuerda. De eso hace ya 39 años.
Apoyados por los vecinos y el Ayuntamiento de Esparreguera, los trabajadores están movilizándose para frenar la decisión de la empresa. “El día de la huelga hicimos un lipdub en el centro del pueblo”, explica Canals; “todos los comerciantes se volcaron con nosotros y muchos salieron a la calle a mostrar su simpatía”. También han creado un grupo en Facebook: “Gallo Esparreguera, ¡sempre endavant!”, donde comparten opiniones.
El Consistorio, por su parte, se ha puesto en contacto en más de una ocasión con la empresa para hacer de intermediario y evitar el cierre de la planta. O limitar sus efectos sobre los trabajadores. El pasado día 11, durante un acto de campaña de Convergència i Unió, algunos empleados se acercaron al expresidente de la Generalitat Jordi Pujol para entregarle una carta reivindicativa y pedirle ayuda. Pujol se comprometió, dicen, a contactar con la empresa.
Los trabajadores de Gallo aseguran que no van a flaquear y que lucharán hasta el final para que la fábrica siga activa. “Aunque la noticia ha caído como un jarro de agua fría, hemos comprobado que somos buenos compañeros y que sabemos trabajar codo a codo con un fin común”, resume Maeso.
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