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crítica | pop
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El falsete agónico

La afonía de Mika le imprime un toque agónico a su concierto en La Riviera

Dos años y medio atrás, Mika irrumpía en el Palacio de los Deportes descolgándose del techo como un astronauta. Anoche, en una Riviera repleta, quería mostrarse radiante, cercano, saltarín y tan encantador como resulta en las distancias cortas. Pero cuando todo iba según el plan, como diría en Billy Brown, aconteció un problema grave: se quedó sin voz. En un concierto que pudo y quizás debió suspenderse, el libanés realizó un asombroso ejercicio de pundonor y no escatimó sudores ni repertorio. Pero solo cantó a ratos, haciéndonos sufrir cada vez que se abrazaba la garganta y valiéndose del público cuando las cuerdas vocales, ese músculo tan puñetero, se le declaraban en rebeldía.

Una pena, porque este nuevo espectáculo (que el martes pudimos ver, libre de afonías, en Barcelona) constituye una soberana inyección de vitalidad. Desprovisto de pompa y trucos de estadio, Mika emerge irresistible y seductor, intersección perfecta entre lo contagioso, lo petardo y lo muy brillante. Rodeado de neones coloristas, globos por doquier y un coro vestido con monos de payaso, el autor de Grace Kelly merece que llamemos a las cosas por su nombre: ya no es gayfriendly, sino, en todo caso, heterofriendly Y ese desparpajo efervescente recuerda aquel lema publicitario que Javier Álvarez convirtió en estribillo: “Cuando haces pop, ya no hay stop”.

Tan agotado que restringió sus parlamentos en castellano, Mika fue capaz de aportar algún momento vibrante. Rain, invitación al desafuero a la que algunos llaman ‘Days like this’, se convirtió en fiesta imparable, igual que The origin of love y Celebrate, dos piezas con las que su nuevo disco demuestra mucho más empaque que en estudio. Stuck in the middle sonó como la mejor canción que no ha llegado a escribir Elton John, pero nada hubo tan emocionante como ese Stardust en acústico, tema precioso y dificilísimo en el que Mika y su falsete agónico se dejaron los cortisonas, el alma, casi la vida. Solo por semejante arrebato de orgullo mereció la pena este concierto a ratos susurrado.

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