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Más festeros que nunca

Un libro estudia los cambios experimentados por las fiestas valencianas en los últimos 30 años

Desfile de Moros y Cristianos en Valencia, en una imagen de archivo.
Desfile de Moros y Cristianos en Valencia, en una imagen de archivo.CARLES FRANCESC

Por más festero que uno se considere, es improbable que acierte si se le pregunta qué población valenciana ha dado a la festividad de San Luis Beltrán proyección internacional. Silencio, ¿verdad? Pero la respuesta es muy conocida: Buñol con su Tomatina, la fiesta “más mediática del verano”, como la califican Antonio Ariño y Sergi Gómez en un libro de inminente aparición titulado La Festa Mare. El título alude a que en estos tiempos modernos “la finalidad de la fiesta es la fiesta misma”. Al respecto, Ariño recuerda haber escuchado a menudo que “la Festa Mare és el bou” y, en alguna ocasión, que “yo en Dios no creo, pero la Mare de Déu que no me la toquen”.

Las fiestas valencianas mantienen mayormente “un marco de celebración católico”, pero los actos que han adquirido mayor importancia en su seno, recalcan, quedan e incluso han nacido “al margen” de la Iglesia. La Tomatina es el mejor ejemplo. Y lo mismo pasa con las cordades, los correfocs o els bous al carrer, que son los que han desarrollado “mayor capacidad de atracción” últimamente. Por eso el subtítulo del libro se refiere a las fiestas valencianas en la era postcristiana. La obra, que será presentada el día 10 en Canals y el 17 en el Museu Valencià d’Etnologia que lo edita, ve la luz 30 años después de Festes, rituals i creences, un libro de referencia que, como director del Institut de Cultura Popular de la Diputación de Valencia, Joan Francesc Mira encargó a Ariño y analiza los cambios producidos desde entonces en el universo festivo valenciano.

“Las fiestas son el fenómeno más vigoroso de la sociedad civil”

¿Qué ha pasado en esos años? No sólo han avanzado en el camino de la secularización, sino que, lejos de entrar en una fase de decadencia, se han revitalizado y transformado extraordinariamente —vienen a decir— hasta el punto de calificarlo como “el fenómeno más vigoroso de la sociedad civil”. Aunque las cifras no lo son todo, algunos datos resultan reveladores. Más de 5.000 asociaciones se ocupan de organizar los distintos tipos de fiestas. En 2012 se han producido más celebraciones que en 1980 o en 1960. Calculan que en torno a un 20 % de los valencianos participan en asociaciones festivas. La historia valenciana reciente revela que los actos taurinos celebrados en la comunidad han pasado de 2.400 en 1988 a más 6.000 en 2011. Y si en 1970 el número de falleros estaba en torno a los 16.000, en la actualidad se cifra en unos 100.000. Cuando se escribió Festes, rituals i creences, la Comunidad Valenciana contaba con tres fiestas de Interés Turístico Internacional: las Fallas de Valencia, los Moros y Cristianos de Alcoi y el Misteri d’Elx, todas ellas declaradas como tal en 1965. Pues bien, ahora se contabilizan 12, la mayoría de ellas en la provincia de Alicante.

Los actos con más tirón han nacido al margen de la Iglesia

La invención es una de las pautas de revitalización analizadas, de la cual es la Tomatina paradigma. Otra, es la recuperación de fiestas que “se estaban perdiendo o languidecían”, como el Corpus Christi o las romerías. La expansión o difusión de modelos festivos de éxito creciente es otra vía y ahí las Fallas o los Moros y Cristianos son los motores. Unas 180 poblaciones de Alicante, Valencia, Murcia y Albacete celebran hoy Moros y Cristianos, unas fiestas que reflejan algunas de las tensiones entre tradición y modernidad estudiadas por Ariño y Gómez, como son “la participación plena o no de las mujeres” o “la tolerancia ante la diversidad cultural”. Con 2.000 partituras, es “la fiesta europea que mayor número de piezas musicales dedicadas recoge”, entre ellas, Paquito el chocolatero. La cuarta vía revitalizadora es “la metamorfosis y adaptación a un nuevo contexto”, cuyo mayor ejemplo de éxito es San Antonio Abad, una fiesta que “en los años de intensa urbanización y desarrollismo”, vio peligrar su misma supervivencia y que en cambio ahora es “una de las más difundidas”, transformado el santo de raíz agraria en “protector de los animales de compañía” urbanos.

La revitalización festiva va de la mano “un movimiento de patrimonialización de la cultura”, donde muchos de sus protagonistas “defienden la restauración de la supuesta autenticidad y pureza de rituales y prácticas vinculados a una renacida política de identidad”. Tiene su lógica, porque “cuanto más global es nuestra experiencia del mundo, más necesidad parecemos sentir por el arraigo local”. Para no caer en la vertiente más banal de esa patrimonialización que, dice Sergi Gómez, “se está asentando y vendiendo como definitoria”, está bien recurrir a libros como La Festa Mare. Están escritos por gente que se toma la fiesta en serio.

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