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Un crimen con pocas certezas

La sentencia del Tribunal Supremo sobre la desaparición y muerte de Marta del Castillo arroja nuevas dudas sobre qué pasó en la casa de Miguel Carcaño la noche del 24 de enero de 2009

Reyes Rincón
Miguel Carcaño entra a los juzgados de Sevilla rodeado de policías en una declaración ante el instructor.
Miguel Carcaño entra a los juzgados de Sevilla rodeado de policías en una declaración ante el instructor.GARCÍA CORDERO

El rastro de Marta del Castillo se perdió a las 19.55 el 24 de enero de 2009. A esa hora, Marta y Miguel Carcaño se despidieron de un amigo en el barrio de Triana y se dirigieron en ciclomotor a la casa de él, en la calle León XIII (Sevilla). Lo que ocurrió cuando cerraron esa puerta sigue siendo una incógnita, después de cuatro años y cuatro sentencias de otros tantos órganos judiciales. Se sabe (o los jueces consideran probado) que cuando Carcaño y Marta llegaron a la casa estaba dentro el hermano de él. Que éste salió de la vivienda una media hora después dejando a los dos jóvenes allí. Que discutieron y él acabó golpeando a la chica en la sien izquierda con un cenicero. El golpe, supuestamente, le causó la muerte casi de forma inmediata.

Ahí acaban las coincidencias de los tribunales que han trabajado en el caso y empiezan las contradicciones. El Tribunal Supremo ha ordenado esta semana a la Audiencia de Sevilla revisar el fallo que emitió en enero de 2012 porque considera “arbitraria e ilógica” la secuencia horaria en la que se basó para explicar cuándo y cómo fue sacado el cuerpo de la joven de la casa de su asesino. “La hora de salida del cadáver de la vivienda —que se fija en un tramo horario hasta las 22.15— es fruto de la intuición o especulación de la Audiencia”, señala el Supremo, que ve en el relato de los jueces “una apreciable falta de lógica”.

El cambio de la franja horaria en la que el cuerpo de Marta salió del lugar del crimen implica revisar el papel de Samuel Benítez, el amigo de Carcaño, que fue a juicio acusado de cooperar con el asesino y al que la Audiencia absolvió. “No hay ni un solo dato objetivo que implique a Samuel Benítez”, sentenció la Audiencia. Ahora tendrá que reexaminar las causas que le llevaron a esa conclusión, aunque no existe ningún dato nuevo que presuponga un cambio de criterio.

Lo cierto es que de lo que ocurrió en la casa de León XIII aquella noche hay pocas pruebas. Prácticamente ninguna. Y los jueces de la Audiencia dejaron constancia en su sentencia, en la que advirtieron “una gran paradoja”: para intentar demostrar cómo y por qué mataron a Marta se dispone “fundamentalmente” de las manifestaciones del principal acusado. Pero Carcaño ha ido cambiando a su antojo de versión e implicando y dejando de implicar a Benítez y a Javier García, El Cuco, condenado como encubridor por un juez de Menores. Por lo demás, los magistrados subrayan que las “únicas pruebas objetivas” son los restos de ADN de Marta, El Cuco y Carcaño hallados en el dormitorio de éste y la situación de los teléfonos de los acusados. Pero incluso estas pruebas son “meramente indiciarias”, señalaron los jueces.

Los acusados han ofrecido tantas versiones de lo que hicieron aquel día que hacer un relato lógico de lo que ocurrió es una tarea compleja. El que hizo la Audiencia tiene “fisuras relevantes”, advierte el Supremo. Según el alto tribunal, las secuencia horaria fijada en los hechos probados y la que consta en la fundamentación jurídica que hicieron los mismos jueces no cuadra “en muchos aspectos”. Entre otras “contradicciones”, la Audiencia fija la muerte de Marta en una franja que va de las 21.00 a las 22.15. Pero a esa misma hora sitúa también la salida del cadáver de la casa. Y en otro pasaje de la sentencia sostiene que fue a las 22.15 cuando se despidieron los tres jóvenes tras deshacerse del cuerpo. E incluso da cierta verosimilitud a los testimonios de varios amigos de El Cuco que aseguran que, a esa misma hora, el menor estaba con ellos a varios kilómetros de distancia del lugar del crimen.

La realidad es que la causa cuando llegó a juicio ya estaba cargada de contradicciones. Un tribunal de Menores había condenado a El Cuco como encubridor de un crimen que todavía no se había juzgado. Mientras en la sección séptima de la Audiencia se enjuiciaba a los adultos, la sección tercera ratificó la condena del menor, que daba por probados unos hechos muy distintos de los que se estaban juzgando en el mismo edificio. Porque de la seis versiones que había ofrecido Carcaño, la que llegó a la vista oral fue la que le contó al juez el 17 de marzo de 2009, según la cual, él y El Cuco violaron y mataron a Marta y luego arrojaron el cuerpo a un contenedor. El relato impactó por su crudeza, pero ni la policía ni las partes implicadas en la investigación judicial le dieron nunca demasiado crédito.

Más bien lo atribuyeron a la intención de Carcaño de librarse de un jurado popular (en el que habría recaído probablemente el caso si el joven solo hubiera sido acusado de asesinato) y de vengarse del menor porque éste había implicado a su hermano. A pesar de estas dudas, el juez llevó esta versión a juicio. El relato iba cogido por pinzas y se cayó ante la falta de pruebas que demostraran la violación.

Si lo que querían el asesino y sus encubridores con los cambios de versión era confundir a los jueces, la estrategia les salió bien. Y las circunstancias les ayudaron: tuvieron 20 días desde que desapareció la joven hasta que les detuvieron para inventar sus relatos, los dispositivos de búsqueda del cuerpo resultaron infructuosos y los testigos que pudieron ver algo no aportaron más que indicios. “Con tal material probatorio hemos de esclarecer lo realmente ocurrido, en lo que lo único cierto es la desaparición de Marta del Castillo”, se lamentaron los jueces de la Audiencia. Esa es la única certeza: que Marta murió aquella noche y su cadáver aún no se ha encontrado.

Sin pruebas contra Javier Delgado y su novia

La sentencia del Tribunal Supremo confirma la absolución del hermano de Miguel Carcaño, Francisco Javier Delgado, y la novia de éste, María García. Ambos estaban acusados de cooperar en la ocultación del cadáver, pero ni la Audiencia halló evidencias de su implicación ni el Supremo las ha encontrado ahora. Las únicas pruebas contra ambos que se vieron en el juicio son restos de ADN en la alargadera y en el esparadrapo que, en la versión de los hechos que se llevó a juicio, Carcaño dijo que emplearon él y El Cuco para atar y matar a Marta. Pero dado que Delgado vivía en la casa de León XIII, que su novia lo visitaba frecuentemente y que estas muestras de ADN no se recogieron hasta varias semanas después del crimen, los jueces consideran que no bastan para demostrar su implicación.

La revisión de las conclusiones sobre la hora de la salida del cadáver que ha ordenado el Supremo tampoco les afectará. En el caso de Delgado, el alto tribunal admite que si el cadáver se hubiera trasladado de madrugada su coartada es más débil. Pero de cualquier forma, prima sobre ello el artículo 454 del código penal, que impide condenar por encubrimiento a los familiares directos de los principales acusados.

En cuanto a María García, la modificación de la hora de traslado del cuerpo podría suponer que ella se encontrara en la casa en ese momento clave. Pero el alto tribunal entiende que, más allá del ADN de la alargadera y el esparadrapo, “ninguna otra prueba permite atribuir a esta acusada una posición activa o colaboradora en la eliminación de vestigios, como tampoco del propio cuerpo de la víctima”. “Su posición, a lo sumo, habría de resultar pasiva, y tal conducta difícilmente encuadra en la modalidad de encubrimiento de la que se le acusa, consistente en ocultar, alterar o inutilizar el cuerpo o los efectos y/o instrumentos empleados en el delito”, señala el Supremo.

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Sobre la firma

Reyes Rincón
Redactora que cubre la información del Tribunal Supremo, el CGPJ y otras áreas de la justicia. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora de información local en Sevilla, corresponsal en Granada y se ha ocupado de diversas carteras sociales. Es licenciada en Periodismo y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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