Aguirre estrecha su círculo de confianza
La presidenta del PP de Madrid, que desde hace dos meses no celebra un Comité de Dirección, reduce su equipo de fieles para evitar nuevas filtraciones
Los Comités de Dirección del PP madrileño siempre han tenido una importancia notoria en la agenda política autóctona en general y de Esperanza Aguirre en particular. Pero su trascendencia adquirió cotas aún mayores cuando la baronesa popular sorprendió con su dimisión como presidenta de la Comunidad y diputada autonómica. Desde entonces, desde el pasado 17 de septiembre, los Comités de Dirección se habían convertido, todavía más, en una cita obligada. Eran el único momento en que Aguirre, en su calidad de máxima responsable del Partido Popular madrileño, el más poderoso de España, comparecía sí o sí ante la prensa cada 15 días, actos de partido aparte. Esa tradición se rompió el 6 de febrero. Ayer se cumplieron dos meses.
La explicación para que Aguirre decidiera renunciar voluntariamente —ella, que como presidenta regional llegó a tener cinco actos al día— a dar su versión del presente, analizándolo y sentando doctrina dentro de “la batalla ideológica” con la izquierda y un sector de su propio partido se encuentra en su enfado por la revelación que este diario hizo del contenido del último Comité de Dirección. Porque el cónclave del 6 de febrero, anormalmente tenso y extenso —duró dos horas— dio sin duda que hablar.
Confiada en que la temática de la reunión no saldría al aire, Aguirre criticó en términos muy duros a la secretaria general del PP nacional, María Dolores de Cospedal, por su gestión del caso Bárcenas. La dirigente del PP de Madrid era entonces y ahora una firme partidaria de haberse querellado contra el extesorero, cosa que Génova no ha hecho. Aguirre también confió a la veintena de cargos populares presentes en la sala de reuniones que ella habría destituido a la ministra de Sanidad, Ana Mato. Tampoco habría dado más cancha al exmarido de esta y exalcalde de Pozuelo, Jesús Sepúlveda —entonces cobraba un sueldo como asesor de Génova—, a raíz de un informe policial que les vinculaba con pagos de la trama Gürtel. Unos días después, el PP nacional despidió a Sepúlveda.
En la famosa reunión Aguirre reprochó además a la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, a propósito de la gestión del caso Madrid Arena. Desde entonces, la presidenta del PP de Madrid, decepcionada con que alguien rompiera el juramento de no contar lo que se cuece en las reuniones que preside, ha optado por una fórmula más minimalista. Ahora, los cónclaves son los miércoles en el despacho de Aguirre, y con un núcleo más reducido: una docena de afínes a los que la lideresa tiene mucho más controlados. Ahí están Ignacio González, en su calidad de secretario general y sucesor suyo en la Comunidad, Javier Fernández Lasquetty, Bartolomé González y Gador Ongil como vicesecretarios... Eso sí, el organigrama sigue igual. No se ha tocado.
“No se puede decir que sean Comités de Dirección, y evidentemente el partido sigue celebrando reuniones. No se ha quedado paralizado”, observan fuentes del PP. Aguirre combina desde entonces su trabajo como cazatalentos de Seeliger y Conde —esta semana estuvo en Estados Unidos y mañana se va a Lima— con actos puntuales, como la presentación hace dos semanas del libro de Percival Manglano, exconsejero de Economía y Hacienda, o al de Peridis este viernes.
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