“No soy un jeque de petrodólares”
La segunda fortuna de Abu Dabi visita Valencia y estudia posibles inversiones
Hay jeques y jeques. Lo único que acostumbran a tener en común es que disponen de una enorme cantidad de dinero. Indecente en el caso de algunos. La semana que termina ha sido testigo de la presencia de algunos de estos jeques de los países árabes en España. Marbella ha vivido un auténtico desembarco de saudíes y de príncipes de los Emiratos Árabes Unidos con sus séquitos respectivos que aman la ropa de marca, la lencería fina y las joyas.
Valencia también ha tenido su jeque; pero su comportamiento tiene poco que ver con los que se pasean por Marbella. Su ostentación ha quedado reducida a la exhibición de su imponente Ford Black Spider en la plaza del Ayuntamiento o en la Ciudad de las Artes de Valencia. Por lo demás, el jeque Hamad Bin Hamdam se ha mostrado especialmente discreto. La única compra que se le conoce fueron unas perchas de cartón que adquirió en Teyoland.
De su estancia en Valencia se sabe porque un coche como el Black Spider resulta indisimulable, además de difícilmente aparcable. Tanto que hubo que ceder parte de la zona interior de la plaza del Ayuntamiento para poder dejarlo en algún lugar. Duró poco la singular plaza de aparcamiento.
¿Quién es Hadam Bin Hamdam Al Nahyan? De él se supone que tiene una fortuna estimada como mínimo en 21.000 millones de dólares, que es la segunda de Abu Dabi, que tiene una de las colecciones de coches más grande del mundo, entre 200 y 400 vehículos. Y que posee la isla Futasai, heredada de su difunto padre, con una superficie de 50 kilómetros cuadrados y con su nombre, Hamad, grabado en la piedra, de tal forma que se puede leer desde el espacio.
“No voy a comprar el Valencia. Nada de política, de deporte ni de dinero”
Todos estos datos se pueden encontrar en Google; pero ¿quién es realmente Hamad Bin Hamdam Al Nahyan, a qué se dedica? En un rincón del hotel Westin, en el que se ha alojado durante su estancia en Valencia, el jeque responde, lacónico, “real estate”. Tiene una inmobiliaria. Pero el perfil profesional en el que parece encontrarse más cómodo es el de militar: “Estuve en el Ejército durante más de 20 años y llegué a ser mariscal de campo del presidente de Abu Dabi”. De aquella época recuerda su papel como traductor improvisado entre el máximo dignatario de los Emiratos Árabes Unidos y el rey Juan Carlos allá por los años ochenta. Ambos viajaban en la parte delantera del coche y Hamad, desde el asiento posterior, traducía del árabe al inglés.
La modestia y que las personas sean capaces de hacer cosas útiles para la gente son de las cosas que más le atraen al jeque. De ahí su admiración hacia personas como Henry Ford o Steve Jobs. “Ford es una leyenda. Es el mejor ejemplo para todos porque fue capaz de hacer un coche, el Ford T, accesible para todos. Y lo mismo ocurre con el IPhone. Ahí lo tienes todo. Pero no estoy hablando de la marca, sino de un sistema que lo tiene todo. Cuando alguien hace algo por la gente, eso es bueno. Me gustaría que todo el mundo lo tuviera todo”.
—Resulta difícil tener un Black Spider como el suyo y muy modesto no es. ¿No le parece exhibicionista en una época de crisis como la que sufrimos?
—Por supuesto. A todo el mundo no le tiene por qué gustar. Pero lo más importante del coche ha sido convertir en realidad la idea que yo tenía. Conseguir un vehículo confortable, incluso lujoso, para poder viajar por el desierto. Además, no es un vehículo caro. El coste directo de las piezas alcanza los 41.000 euros como máximo. Mis coches no son caros, cuestan el 10% de lo que puede costar un coche de lujo.
“¿Invertir en Valencia? Sí, pero no será una gran inversión”
Los coches. Su pasión. Este jeque atípico que se desplaza desde Marruecos, donde tiene una de sus residencias, hasta Europa, no encaja en el cliché que se tiene de otros príncipes árabes. Se lo digo: “En España, asociamos la figura de un jeque a la de una persona que tiene dinero, que quiere comprar un equipo de fútbol y que viene a invertir. ¿Va a comprar el Valencia CF?”. Y la respuesta es tan directa como simple: “Nada de política, nada de deportes, nada de dinero. No voy a comprar el Valencia. Mire, siempre que vengo a Europa me preguntan por los jeques del petróleo, por los petrodólares. No soy uno de esos. Lo que busco realmente es acercarme a la gente, hacer que la gente pueda vivir en paz”.
De dónde viene su obsesión por los coches. Hamad Bin Hamdam responde con una reflexión: “Estar jubilado, tener mucho tiempo libre y dinero puede llegar a ser muy peligroso. Hay que invertir en algo y yo lo hago en mis coches. No molestamos a nadie, no es nada ilegal y me permite estar ocupado”. Aprovecho la ocasión: “Si tiene tiempo libre, tiene dinero y está en Valencia, ¿por qué no invertir aquí?”. La respuesta le compromete poco: “¿En Valencia? Sí, voy a tener un sitio aquí, pero no será una inversión grande”. Una inversión que, según reconoce, tendrá que ver con los vehículos “pero no con los cuatro por cuatro (las únicas tres palabras que pronuncia en castellano), que solo son para el desierto”.
Hadam Bin Hamdam no es más explícito. Una inversión relacionada con el mundo del motor y con su pasión, que son los coches de autor. ¿Se quedará ahí? Quienes han hablado con él aseguran que no, que es posible que haya más inversiones, pero nadie se arriesga a decir cuántas ni dónde. Ofertas no le han faltado.
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