Fabra evita los problemas de fondo en un discurso con barniz reivindicativo
El presidente pasa de puntillas sobre el paro y vuelve a pedir mejor financiación
Los problemas más importantes para los valencianos son el paro, la corrupción, la educación, la sanidad y la situación de la justicia. Sin embargo, solo el primero mereció una cierta atención por parte del presidente de la Generalitat durante un discurso de apariencia institucional y reivindicativo durante el acto celebrado este miércoles en el Palau de la Generalitat para conmemorar el 9 d’Octubre.
Durante la breve alocución que Alberto Fabra dirigió a los presentes en el Saló de Corts despachó la situación del desempleo en apenas un párrafo: “Por primera vez desde hace 6 años, hoy tenemos menos parados que el año pasado. Más de 5.100 ciudadanos de la Comunidad han abandonado el paro en el último año”. Y concluyó: “Tengo un compromiso con la sociedad valenciana, acabaremos el año con menos desocupados de los que teníamos al inicio”. Las oficinas del Instituto Nacional de Empleo (Inem) de la Comunidad Valenciana tenían registrados 573.715 parados durante el pasado mes de septiembre y la Encuesta de la Población Activa (EPA) situaba la tasa de desempleo en el 29,06% de la población activa. Sobre estos dos últimos datos no dijo nada.
La parte económica de la intervención presidencial siguió puntualmente el argumentario del Gobierno de Mariano Rajoy, subrayando el cambio de ciclo. La crisis empieza a quedar atrás y ya se detectan los primeros signos de la recuperación. Así, recordó la recuperación de las inversiones extranjeras, la creación de nuevas empresas, el crecimiento de las exportaciones y el aumento en la llegada de turistas a la Comunidad Valenciana.
El paro apenas mereció un párrafo e ignoró la sanidad y la corrupción
La parte central de su discurso giró en torno a dos ejes. Uno identitario y otro con apariencia reivindicativa. Fabra rescató del fondo de armario del PP la manida cuestión de las señas de identidad, llegando a solemnizar lo obvio: “Somos valencianos”, españoles y europeos. A continuación, subdividió a los valencianos en alicantinos, castellonenses y valencianos (de la provincia de Valencia) y volvió a subdividir el conjunto total de los habitantes de la Comunidad entre aquellos que se identifican con “nuestras señas de identidad (...) que son la inmensa mayoría” y quienes mirando “a otras identidades están despreciando nuestra historia, nuestra cultura y nuestra lengua”. El tufillo anticalanista se hizo evidente cuando arremetió contra el proyecto soberanista de Cataluña de forma implícita: “Cada vez es más evidente la diferencia entre los que dialogamos con voluntad de negociar y los que utilizan la amenaza para desestabilizar el equilibrio de España. Eso, sencillamente, no es posible”.
A la lengua, la cultura, los símbolos se unieron las reivindicaciones. Comenzó el presidente por hablar del agua — “elemento vital para la supervivencia de esta tierra”—, el corredor mediterráneo —“crucial para nuestro futuro”—, las inversiones —“imprescindibles para el progreso”—. Y, cómo no, la financiación autonómica, cuya insuficiencia ya ha sido “acreditada, creando una situación de desequilibrio en nuestras cuentas (...) Sabemos que no hay dinero, pero también entendemos que el poco que hay debe repartirse mejor”.
Rescatadas del fondo del armario de la Generalitat las señas de identidad
Unas afirmaciones para consumo interno que serían más creíbles si no fuera porque el PP ya ha votado en dos ocasiones contra la mejora del actual sistema de financiación en el Congreso de los Diputados y porque ordenó retirar del orden de día del pleno de la Cámara Baja una reforma del Estatut d’Autonomía que sobre el papel debía garantizar las inversiones del Estado en la Comunidad Valenciana de acuerdo con el número de sus habitantes.
Fabra definió su política: “Tengo un proyecto claro y firme de la Comunidad que quiero. Sois vosotros, los ciudadanos de la Comunidad Valenciana, porque un proyecto sin personas es una quimera”.
Una sociedad de bombos mutuos
Era de ver. La alcaldesa de Valencia, Rita Barberá; el presidente de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus; la presidenta de la Diputación de Alicante, Luisa Pastor; el presidente de la Diputación de Castellón, Javier Moliner. Todos cargos institucionales del PP. Y, junto a ellos, como un elemento extraño a la tarta partidista, pero necesario, el alcalde de Benidorm, Agustín Navarro, del PSPV-PSOE. Los cinco recibían la Distinción de la Generalitat por presidir respectivamente sus marcas turísticas. Por, como dijo el presidente Fabra, “su labor eficaz en el excelente desarrollo de los destinos y productos turísticos de la Comunidad Valenciana”. Sorprendentemente, en esa sociedad de bombos mutuos constituida por instituciones del PP, no estaba el consejero de Turismo. A lo que se ve Máximo Buch y su departamento no han hecho todavía una labor eficaz y excelente para ser galardonados con semejante distinción. Todo se andará
En el acto institucional del 9 d’Octubre en el Palau de la Generalitat hay tradiciones que se rompen y otras que se incorporan. Por ejemplo, ya nadie se levanta para saludar respetuosamente la entrada del presidente. Mala cosa para la institución, donde los ritos deberían mantenerse para fortalecerla y consolidar su imagen. La iglesia católica y el mundo del toreo que saben mucho de esto podrían trasladar algo de esa cultura a los responsables de protocolo del Consell. Como ya es habitual, ambos universos fueron distinguidos. No hay año en que un sacerdote o una monja y un torero no reciban su galardón. Este año fueron a parar a manos de la Escolanía de la Virgen de los Desamparados y del diestro José Mari Manzanares.
La abundancia de premios, confesaba un exalto cargo de las Cortes Valencianas, empieza a devaluar estas distinciones. Pero debe ser que cada vez hay más valencianos que triunfan por el mundo y que, en consecuencia, ven reconocidos sus logros por el Consell. Hasta quince se llegaron a entregar ayer. Entre los más conocidos el exjugador del Valencia CF, David Albelda, o la actriz María Luisa Merlo. Entre los menos, el doctor Juan Lerma Gómez, personaje clave en el éxito del Instituto de Neurociencias.
En el contexto de exaltación de las señas de identidad de las que ha vuelto hacer bandera el PP, Lo Rat Penat, una institución controvertida por sus incontables vaivenes en la defensa del valenciano, recibió la Alta Distinción de la Generalitat. El cantante Josep Gimeno, Pep el Botifarra, también fue distinguido. Curiosamente, durante la interpretación del Himno de la Comunidad Valenciana fue el único que no despegó los labios. Albelda, que también mantuvo la boca cerrada solo la abrió para entonar la última estrofa.
Los hermanos Manuel y Héctor Colonques y, a título póstumo, José Soriano, fundadores de Porcelanosa, recibieron la Alta Distinción. Héctor agradeció en nombre de todos los premiados los galardones en el discurso más breve que se recuerda.
Como ya parece una nueva tradición el expresidente Francisco Camps no acudió al acto; sí que lo hicieron Joan Lerma, Eduardo Zaplana y José Luis Olivas. Rafael Blasco, en cambio, no asistió.
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