Pushkin, a pie de página
El Nuevo Teatro de Riga presenta una versión de ‘Eugenio Oneguin’ divertida, didáctica y repleta de comentarios al margen
En tiempos de Pushkin, algunas muchachas rusas ponían en el vino del chico deseado unas gotas de su sangre menstrual: si no fallaba el hechizo, pronto comenzarían un ciclo inacabable de embarazos y lactancias, para compensar la mortandad infantil, altísima incluso en las mejores familias. Como el agua se vinculaba con el cólera y la peste, solo se bañaban los dandis. En los teatros, el olor de multitudes era indescriptible, pero imaginable. El pelo tampoco se lavaba porque la grasa conservaba el peinado, y desmayarse era una manera de reiniciar el disco duro para la aristocracia oprimida por el corsé, a la que Eugenio Oneguin pertenecía.
En Oneguin, comentarios, el director letón Alvis Hermanis y su Jaunais Rīgas Teātris (Nuevo Teatro de Riga; "Onegin commentaries y New Riga Theatre", reza, colonialmente, el programa del Festival de Otoño a Primavera) hacen una versión de la novela en verso del gran poeta ruso divertida, didáctica, sintética y guarnida con un arsenal de notas a pie de página, extraídas de biógrafos y exégetas, pero también de manuales de costumbres decimonónicas. Como a Pushkin algún coetáneo le motejó ‘El Mono’ por su figura menuda, desgarbada y negroide (su bisabuelo, el general Abram Gannibal, africano nativo, fue educado por el zar Pedro I), Vilis Daudzins, su proteico intérprete, sale a escena con andares simiescos y trepa por las librerías de una escenografía hiperreal con agilidad que deja chica a la del Peter El Rojo de José Luis Gómez en su histórico montaje de Informe para una academia.
ONEGUIN, COMENTARIOS
A partir de la novela de Alexandr Pushkin. Intérpretes: Iveta Pole, Sandra Kļaviņa, Vilis Daudziņš, Kaspars Znotiņš, Ivars Krasts, Andris Keiŝs. Sonido y video: Gatis Builis. Infografía: Ineta Sipunova. Diseñador: Andris Freibergs. Director: Alvis Hermanis. Teatros del Canal. Del 14 al 16 de febrero.
Saltando de la ficción narrativa al relato biográfico, el apunte documental, la comedia y el drama, Hermanis establece correspondencias oportunas entre la vida de Pushkin y Eugenio Oneguin (Zaretski, padrino del duelo, está inspirado en Fiodor Tolstói, atrabiliario pariente del autor de Guerra y Paz, y la amistad del protagonista con Lenski tiene no poco de la que mantuvieron Pushkin y León Tolstói), A pesar del interés de las digresiones, y de la ironía con que se sirven, la interrupción continua de la acción dramática puede llegar a resultar un punto fastidiosa, pero al cabo, cuando Oneguin regresa del exilio, se reencuentra con Tatiana, queda desarbolado emocionalmente y Kaspars Znotiņš, su genial intérprete, relata en tercera persona lo sucedido sin dejar de encarnar mientras al personaje de manera radicalmente antinaturalista, sentimos que toda la novela está ahí, repentinamente y de un solo mazazo. Resulta sobresaliente como los actores se pasan el testigo de la narración, entran y vuelven a salir de sus personajes, crean clímax y los desvanecen para regresar al terreno del teatro documento. Llévense sus auriculares de bolsillo, porque los que la organización sirve para la traducción simultanea son manifiestamente mejorables.
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