Pardillos
Compromís le ha demostrado a Puig que la situación política ha cambiado Los tiempos del bipartidismo han pasado a mejor vida
El pasado miércoles el PP madrugó a los socialistas enredándoles en sus propias contradicciones, mientras Compromís sonreía contemplando los errores de sus futuros socios en el supuesto de que la izquierda consiga la mayoría en las próximas elecciones autonómicas. Ese día, las Cortes Valencianas votaban la renovación en el cargo de José Cholbi en la Sindicatura de Greuges y la cobertura de tres vacantes en el Consell Valencià de Cultura (CVC) y otra en el Consell Jurídic Consultiu (CJC). El PSPV había pactado por su cuenta la renovación del Síndic con el PP, cedía una de las dos plazas que le correspondían en el CVC a Esquerra Unida (la tercera era para Compromís) y tenía claro que su candidata al CJC sería elegida sin problemas gracias al pacto con el PP. Acuerdo obligado porque tanto para renovar a Cholbi como para cubrir las cuatro vacantes en los consejos consultivos es necesaria una mayoría cualificada. Los problemas para los socialistas comenzaron cuando el PP se negó a votar al candidato de Compromís, alegando que la coalición se negó en su día a votar a la candidata popular Consuelo Císcar para el CVC. Por ahí empezó el PSPV a sufrir. Si votaba con el PP a Cholbi, dejando en la cuneta al candidato de Compromís para el Consell de Cultura, Ximo Puig volvería a escuchar desde la coalición el estribillo "PPPSOE la misma cosa es", que tanto le molesta. Y si rompía el pacto con los populares se quedaba sin resolver la razón de fondo por la cual había llegado al acuerdo con estos: buscar acomodo a Ángel Luna, después de la marginación que este —y Puig, por descontado— habían sufrido a manos de Alfredo Pérez Rubalcaba en la candidatura a las europeas. Cualquiera que hubiera sido la solución elegida, los socialistas se la pegaban con todo el equipo. Como así fue.
Lo ocurrido esta semana en las Cortes Valencianas pone de relieve varias cosas y ninguna buena para el PSPV. En primer lugar, las direcciones del grupo parlamentario socialista y del partido han quedado en evidencia al actuar como unos auténticos pardillos de la política. En segundo, Compromís le ha demostrado a Puig que la situación política ha cambiado. Los tiempos del bipartidismo han pasado a mejor vida. El PSPV no puede pactar nada sin el concurso de los grupos que se encuentran a su izquierda. Una situación que, a buen seguro, no debe gustar mucho a los dirigentes socialistas; pero es lo que hay. Así son las crisis, estimulan la imaginación para salir de ellas. Y en tercer lugar, y más importante, revela las dificultades con que el PSPV se va a encontrar en el hipotético caso de que las urnas otorguen una mayoría parlamentaria suficiente a la izquierda en la Comunidad Valenciana. Es harto improbable que el tripartito alcance un número de diputados suficientes para obtener mayorías cualificadas, lo que obligará a los socialistas a llegar a acuerdos con el PP para renovar los organismos autonómicos: desde la Sindicatura de Comptes hasta el Consell Jurídic o, en el hipotético caso de que recuperen la radio televisión pública, el consejo de administración del ente. ¿Cómo piensan hacerlo? No a va a ser tarea fácil. La política que pretende Puig necesita de grandes acuerdos con la derecha sin romper con sus socios a la izquierda. El dilema es grande, aunque tal vez en esos momentos valga recordar lo que la flamante alcaldesa de Paris, la gaditana Anne Hidalgo, ha dicho: "Mi solución es muy clara: los valores antes que nada". Aplíquense el cuento. No es necesario supeditar los valores para solucionar problemas internos.
Hablando de pardillos. El presidente Fabra haría mal en creerse las promesas de Mariano Rajoy, cuya capacidad para decir una cosa y hacer la contraria está más que acreditada. El presidente de la Generalitat debe desconfiar de las promesas hechas en campaña (recuérdese aquel: "Paco estaré contigo siempre, delante, detrás o al lado, pero siempre contigo"), Mejor tenga en cuenta lo que ha dicho Antonio Beteta. Es muy mala noticia para los valencianos, pero está más cerca de la verdad.
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