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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Más ecos que voces

Un sector de la izquierda se permite, desde una prepotencia intelectual, repartir carnés de demócratas solo a quienes piensen como ellos

Antonio Machado nos recuerda la conveniencia de distinguir las voces de los ecos. El poeta escribió estos versos cuando el griterío era inmenso en España. Atravesamos por una situación semejante. El resultado de las pasadas elecciones europeas ha aumentado los decibelios de quienes trompetean desde las tertulias televisivas con mensajes simplones para situaciones extremadamente difíciles. Los ecos se multiplican hasta ahogar las voces. El profesor Joan del Alcázar nos recordaba recientemente en su blog la aportación de Rafael del Águila sobre el Pensamiento Impecable que se caracteriza, sintéticamente, por exigir soluciones perfectas para los problemas más complejos. En ello estamos. Un sector de la izquierda se permite, desde una prepotencia intelectual, repartir carnés de demócratas solo a quienes piensen como ellos, naturalmente. Otro, Esquerra Unida, fundamentalmente, parece haber descubierto que el principal (y único) obstáculo para la recuperación económica y la regeneración de la democracia es el advenimiento de la república. No parece probable que un cambio en el modelo de Estado traiga consigo consecuencias tan benéficas. Por muy republicano que alguien se crea no estaría de más reflexionar, como hizo El Roto en su viñeta del pasado viernes en este periódico: “¿Qué prefieres, monarquía parlamentaria o república?, le preguntaron. Un trabajo, contestó”. No es mala respuesta para quienes plantean el dilema como un todo o nada.

Y en esas estamos. Con la trompetería a todo volumen y los sentimientos desbordándose por las gargantas, cuando lo que importa, como decía el editorial de EL PAÍS el pasado miércoles, es “que los políticos tomen iniciativas para renovar un sistema capaz de responder a las demandas de la sociedad o, dicho en otras palabras, sobre la necesidad de actuar para conservar algo tan valioso como la estabilidad”. Una liquidación del Pensamiento Impecable. No hay soluciones perfectas para problemas complejos. Pero el maniqueísmo en que nos intentan instalar, donde todo es blanco o negro, monárquico o republicano, ahoga cualquier posibilidad de escuchar las voces, sepultadas por los ecos. Le está pasando al secretario general de los socialistas valencianos. Ximo Puig propone una reforma amplia de la Constitución donde todo —subrayo: todo— se pueda discutir. Pero los simplones le reclaman a voz en grito que se defina: ¡Referéndum sí o no! Como si no hubiera, necesariamente, consulta popular tras la reforma constitucional. Y, además, para qué examinar en qué consiste su propuesta.

Los movimientos de Puig no son bien vistos en Ferraz ni en Blanqueríes

Puig es el primer dirigente valenciano que intenta influir en la política española (Eduardo Zaplana también lo hizo, pero siempre quedará la duda de si trabajaba pro domo sua. Su modelo de financiación autonómica arruinó un poco más las arcas públicas de la Generalitat) a través de contactos permanentes con la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y con sus homólogos de Cataluña y las Islas Baleares. Movimientos no muy bien vistos en Ferraz y, por sorprendente que parezca, tampoco en la sede del PSPV, en la calle Blanqueríes de Valencia, donde algunos dirigentes con lustros de poder a sus espaldas, a los que no se les ha escuchado decir nada políticamente relevante desde 1995 por lo menos, se dedican a extraer la energía del secretario general para fortalecerse ellos. Vampirismo político se llama eso. No han tolerado nunca un secretario general con personalidad política propia porque, entonces qué sería de ellos. Ahí, en las covachuelas de Blanqueríes, no hay voces ni ecos. Apenas la paz de los cementerios.

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