Ciudad, luces, cámara y ¡acción!
Escenario recurrente de cine español, la capital busca seducir a directores extranjeros para propulsar su imagen internacional
La Gran Vía desierta. Un hombre la recorre con prisa, con sorpresa y, en cierto modo, con terror al encontrarla completamente vacía. Quién haya visto Abre los ojos sabrá que el hombre en cuestión es Eduardo Noriega, y que ésta es la escena más memorable de la película dirigida por Alejandro Amenábar. El cineasta logró parar la apabullante vida de esta gran arteria durante horas para rodar tan solo unos minutos de celuloide. Un verdadero privilegio, teniendo en cuenta que por ella circulan cada día más 50.000 vehículos, según los datos del Ayuntamiento de Madrid. Un logro que solo el cine puede conseguir.
En el último siglo, Madrid ha sido inmortalizada por grandes directores. Carlos Saura, Pedro Almodóvar, Alex de la Iglesia o Enrique Urbizu se han dejado conquistar por las calles, los bares y los parques de la capital.
Pero también cineastas extranjeros han elegido la ciudad para situar localizaciones de sus largometrajes. Buen ejemplo de ello son El ultimátum de Bourne, dirigida por Paul Greengrass y protagonizada por Matt Damon, o Los límites del control, de Jim Jarmusch. La primera se rodó a lo largo y ancho de toda la ciudad, desde Atocha al viaducto de la calle de Bailén, pasando por la céntrica plaza de Santa Cruz e incluyendo vistas aéreas de la ciudad. La segunda fue más ambiciosa y quiso rodar en pleno centro: la calle Barquillo, Casa Patas o la Plaza de San Ildefonso, en el corazón de Malasaña, fueron algunos de los lugares escogidos. No obstante, también filmó en Barajas, el museo Reina Sofía y en las Torres Blancas.
“Madrid está muy preparada para grabar. Es barato, tiene infraestructuras y un buen equipo”, asegura Tedy Villalba, director de producción en varios largometrajes españoles (No habrá paz para los malvados y Reinas, por ejemplo) y ayudante de localizaciones en la película de Greengrass. Los datos así lo avalan. En 2013, el Ayuntamiento otorgó 2.029 permisos de rodaje y recibió 6.301 actos comunicados, es decir, grabaciones en las que participan menos de 15 personas. “En este último caso, no es necesaria una autorización, con comunicarlo es suficiente”, explica Álvaro de la Vega, subdirector general del Régimen Jurídico y Adjudicaciones, de quien dependen los permisos. Añade que, en lo que va de año, ya se han concedido 4.438 autorizaciones para rodar en la ciudad.
“Cualquier grabación que ocupe la vía pública tiene que pasar obligatoriamente por aquí. No importa si es una pequeña o una superproducción”, puntualiza De la Vega, que dice que hacen todo lo posible para facilitar “absolutamente todos los permisos” porque entienden que es beneficioso para Madrid.
Sin embargo, el turismo filmográfico todavía no termina de arrancar en la ciudad. París tiene Midnight in Paris; Roma, 'La Dolce Vita'; Londres, Notting Hill; y Barcelona, Vicky, Cristina, Barcelona, una película que recaudó más de 70 millones de euros en todo el mundo y que ayudó a la promoción turística de la ciudad a nivel internacional.
En Madrid, en cambio, son pocos los que se paran a contemplar la Gran Vía porque han visto Abre los ojos o los que visitan las Torres Kio o el cartel de Schweppes después de visionar El Día de la Bestia. “El secreto está en traer producciones del exterior”, revela Lucas Figueroa, director de varios cortometrajes y de la película Viral, filmada íntegramente en la tienda FNAC de la plaza de Callao. Lo cree tan firmemente que ya está trabajando para traer una coproducción estadounidense a las calles de Madrid. “La serie se llamará How to make sangría, y mezclará los códigos y lenguaje del país de origen con la personalidad y localización de la ciudad de rodaje”, señala este director argentino. De esa manera, según añade Figueroa, no solo se ayuda a poner a la ciudad en el mapa sino que se generan múltiples apoyos a otras industrias.
Películas rodadas en la Comunidad de Madrid
Abre los ojos, de Alejandro Amenábar (1997).
El día de la bestia, de Álex de la Iglesia (1995).
La flor de mi secreto, de Pedro Almodóvar (1995).
La vuelta al mundo en 80 días, de Michael Anderson (1956).
Doctor Zhivago, de David Lean (1965)
El bueno, el feo y el malo, de Sergio Leone (1966).
No habrá paz para los malvados, de Enrique Urbizu (2011).
El ultimátum de Bourne, de Paul Greengrass (2007).
Los límites del control, de Jim Jarmusch (2009).
Ésta es la razón por la que la Confederación de Comercio de Madrid (COCEM), que agrupa a más de 50.000 establecimientos de la región, firmó el pasado 7 de julio un convenio con la Madrid Film Commission para facilitar los rodajes en sus instalaciones, según informaron ambas entidades en un comunicado conjunto.
“Las ciudades que han sido escenario de películas, series de televisión o, incluso, publicidad, han incrementado notablemente el número de visitantes. A nosotros, como comerciantes, nos interesa que aumente el turismo porque tendremos más posibilidades de venta”, indicó Hilario Alfaro, presidente de COCEM.
En el cine español ya hay varios ejemplos de locales que se han prestado a ser escenarios de películas. En No habrá paz para los malvados, un malísimo José Coronado —en la piel de Santos Trinidad— comienza sus andanzas en una tórrida y oscura tasca de Madrid. Es en realidad el bar de Jesús Sierra (Cartagena, 99), una taberna de toda la vida que cautivó a Enrique Urbizu y que se convirtió en plató de cine por unos días. Pedro Almodóvar podría considerarse el mayor experto en retratar antros típicos de la capital, ya que cada una de sus cintas cuenta con un bar o restaurante que existe en la realidad: El Museo Chicote en Los abrazos rotos, la Taberna Ángel Sierra en La Flor de mi secreto o la Taberna Alhambra en ¿Qué he hecho yo para merecer esto?.
El impacto del cine en el turismo y, por tanto, en la economía de las ciudades en las que se rueda, es incuestionable. La Fontana di Trevi se convirtió en el monumento más visitado de Roma gracias al baño nocturno de Anita Ekberg en La dolce vita; un año después del rodaje de Memorias de África, el número de turistas que visitaron Kenia se multiplicó por cinco y no ha parado de crecer desde entonces; y Nueva Zelanda incrementó un 30% sus visitantes con la trilogía de El Señor de los Anillos.
Así lo recalcó el pasado mes de abril el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González (PP), en la inauguración de la exposición La cámara indiscreta. Tesoros cinematográficos. Fue en ese acto cuando anunció que la región bonificará y compensará las tasas que se cobran por ocupación de edificios públicos en rodajes para impulsar el sector audiovisual y hacer de Madrid un gran plató de cine. “Vamos a suprimir la tasa por rodaje en espacios y edificios propiedad de la Comunidad, como es el caso de hospitales, salas de exposiciones, museos, Metro…”, explica una portavoz de la Consejería de Cultura.
Pero para el director argentino Lucas Figueroa, la medida es demasiado tímida. Insuficiente.
“Una película va allí donde le facilitan el rodaje. Esto se traduce en incentivos fiscales”, concreta Figueroa, al tiempo que señala que una gran producción deja varios millones en la ciudad donde se rueda. Tedy Villalba, director de producción, está de acuerdo y asegura que la industria cinematográfica nutre a mucha gente y da trabajo tanto directa como indirectamente.
“A Madrid aún le queda mucho para llegar a ser competitiva. Y es una pena porque la región es muy versátil. Los paisajes son muy diferentes y las distancias cortas. Es una ciudad ideal para jugar”, asegura Figueroa, que está inmerso en la creación de una empresa para atraer rodajes de cine y publicidad a España y que estará ubicada en Madrid.
Esa versatilidad que tiene Madrid ha atraído a Rascafría el rodaje de Refugiados, una serie de ciencia ficción coproducida por Atresmedia y BBC, que se estrenará en La Sexta el próximo otoño. Durante los próximos tres meses, Natalia Tena, David León, Will Keen, Brendan Price, Gillian Apter y Charlotte Vega trabajarán en la sierra, lo que ayudará a transmitir al mundo que Madrid es mucho más que una gran metrópoli.
Con todo este trajín de rodajes van apareciendo las primeras rutas turísticas dedicadas al cine. Un ejemplo es Historia del Cine en Madrid, desde 1896 a nuestros días, organizada por Pisa Madrid. En ella, se descubren rincones desaparecidos, lugares emblemáticos y una época llena de glamour y estrellas de la gran pantalla. “En este paseo visitaremos los escenarios de los que fueron parte nuestras calles y edificios, descubriendo historias curiosas que han dado luz y brillo a nuestra ciudad desde hace más de 100 años”, explica Rocío Córdoba, promotora u guía de esta iniciativa.
Más crítica es la que realizó Madrid, Ciudadanía y Patrimonio. “Elaboramos un recorrido para unos alumnos de las universidades de Burdeos y Lille”, cuenta Vicente Patón, presidente de esta asociación de defensa del patrimonio, que se queja de que en Madrid es difícil encontrar localizaciones por los continuos cambios que sufre la ciudad. Desde su punto de vista, los cineastas vienen a la capital por su esencia castiza. “Una razón más para conservar el patrimonio”, dice, al tiempo que aplaude tímidamente que las películas atraigan visitantes siempre y cuando estos respeten unos límites de sostenibilidad. Por esa razón, Patón termina con una advertencia: “Hay que tener cuidado y evitar convertir la ciudad en un absurdo parque temático”.
Pekín, a las afueras de Madrid
Entre la década de los cincuenta y finales de los sesenta, Madrid era un gran plató de cine. Clint Eastwood, Ava Gardner, Cary Grant, Frank Sinatra y Charlton Heston son solo algunos de los actores y actrices de relumbrón que vinieron a la región a participar en largometrajes que ya han pasado
a la historia.
Orson Welles se enamoró de Chinchón en los años sesenta. Un amor que retrató en Campanadas a medianoche y Una historia inmoral. También Michael Anderson lo eligió para grabar su Vuelta al mundo en 80 días, ganadora de cinco premios Oscar. Por su parte, el productor estadounidense Samuel Bronston llegó a Las Rozas con una idea muy clara: construir los estudios de cine más importantes del mundo. Fue allí donde se rodó 55 días en Pekín. "Mi abuelo trabajó en esta película", cuenta Tedy Villalba, nieto del famoso productor de cine ganador de un Goya honorífico en 2006, Tedy Villalba Rodríguez. "Me contaba que era muy barato venir a grabar aquí en comparación con Estados Unidos", recuerda.
Colmenar Viejo también fue un famoso plató de películas buscado, sobre todo, por los directores de películas del lejano oeste americano. La Dehesa de Navalvillar se convirtió en Texas, Nuevo México, Arizona y California, y acogió además producciones que hoy son clásicos del cine: Espartaco, El Cid, Alejandro Magno o la trilogía más conocida de Sergio Leone —Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo—.
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