¿Eran 60 o 10 000 millones?
El Consell había descuidado endosar los 60 millones de euros de subvención para el campo. Diez mil millones de pesetas. Cuántas arrobas de clemenules se pueden pagar con tamaña subvención...
Tengo un buen pariente dedicado a cultivar entre otras una variedad de cítricos, la clemenules. Para su comercialización utiliza dos medidas de nula o dudosa legalidad: la arroba y la peseta; la primera remotamente destituida por el sistema revolucionario decimal y el segundo como es sabido, por el euro. "Quinientas la arroba"; y obvio las demás circunstancias, como por ejemplo si en diciembre bajan los precios o el intermediario se larga: ni arrobas, ni pesetas.
Conservo como un tesoro preciado mi amistad con un arquitecto eficaz, ilustrado, y además modesto en su lenguaje. No ignoro que parecen condiciones extravagantes en el gremio. Su anclaje en el suelo de la realidad llevó a imponer en su estudio una doble columna en los presupuestos: en euro y en pesetas. Las alegrías del cambio de la divisa llevaban con frecuencia a despreciar ofertas de doce mil o veinticuatro mil euros. La columna de las antiguas pesetas reflejaba la inconsistencia del desprecio, dos o cuatro millones de pesetas no eran ninguna broma.
¿A qué viene tanta anécdota, añado que en apariencia? No estoy ni contra el sistema métrico decimal ni contra el euro, por supuesto y no desde ahora. Eso sí, retengo que en los mecanismos mentales se hallan residuos del pasado que permanecen, los pesos y medidas, por ejemplo; y en los del presente la fragilidad del recuento de la moneda cuando se han pasado años "felices", de abundancia.
Todo ello viene a cuenta de algo que leí hace unos días: que el gobierno valenciano, Consell, o no recuerdo bien si alguna Conselleria había descuidado endosar los 60 millones de euros de subvención, ayuda, o lo que fuere de la Unión Europea para el campo valenciano. Porque se trata de un endoso: el socio, como se encarga de recordar algún ministro es España.
Algunos trámites corresponden digamos que por delegación a las Comunidades Autónomas, incluida en este caso la Comunidad Valenciana. Sesenta millones: no hay que sembrar la alarma, salvo que se traduzca a la anterior divisa, la peseta. Diez mil millones. Echen las cuentas para comprobar cuantas arrobas de clemenules o proyectos de arquitectura se pueden pagar con tamaña subvención, transferencia o ayuda.
España, esto es el Gobierno de España, acaba de firmar los convenios preceptivos con la UE para la transferencia de fondos: infraestructuras, agricultura, y demás. Es decir, que cuando decimos "Bruselas dice", "Bruselas obliga" estamos diciendo que lo dicho u obligado cuenta con la opinión favorable, y el voto, de los representantes del Gobierno de España. La culpa no es del "otro", la responsabilidad es compartida y además votada o consensuada. No hay corredor mediterráneo, porque la península ibérica es mediterránea, hay que "comprenderlo" desde una óptica global. Cierto que hay un corredor más próximo al mar de referencia, imprescindible y además rentable pero una parte de los posibles interesados andan enzarzados en disputas identitarias , en señalar al vecino inmediato como enemigo.
En sus orígenes nada altruistas, la actual Unión Europea fue primero un pacto para apaciguar la violencia de los grandes patronos del carbón y del acero de Francia, Alemania, y la mortadela del Benelux, cuyas consecuencias habían conducido a la I Gran Guerra y en parte a la II Guerra Mundial. Era la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, CECA.
Más tarde los Tratados de Roma, en 1957, sentarían las bases de la Política Agraria Común, la PAC, uno de los pilares permanentes de las instituciones europeas. Ahora se trataba de dar estabilidad a los gobiernos conservadores, sobre la base de un campesinado de la Europa del Norte, derechista. Se trataba de contener, una vez más, las posibles iras urbanas, impregnadas del "radicalismo" izquierdista. La socialdemocracia contribuyó a ambos objetivos, incluso cuando se predicó al seguridad alimentaria..con excedentes y sobre todo carne o derivados lácteos.
Bien, pues aquí, en la esquina mediterránea ajena a estas maniobras "gracias" a un general salvapatrias nos "libramos" de tanta congoja a cambio de exportar postres y aperitivos, mano de obra cuando ya no fue posible impedir la desbandada de la miseria e importar turistas en bikini merced al estado del bienestar del norte de los Pirineos. Tan contradictorio en apariencia como cierto en los hechos.
Ahora somos socios, para bien –recepción durante años de un porcentaje elevado del PIB gastados con alegría de velocidad alta, carreteras de ningún sitio a ninguna parte y demás – y para mal: hay que explicar en qué se gasta cuando el recurso es finalista, y si no con qué criterios se malgasta, si es en paella, en confetti o en buñuelos. A la hora de la verdad cada uno se sacude la responsabilidad salvo que nadie puede creer que un simple endoso, irresponsable –la responsabilidad es del estado socio, otra cosa es la cartelería de la que se apropian todos a condición de que en una esquina aparezcan las estrellas sobre fondo azul—procure la decepción de mis amigos, el cultivador de cítricos o el aplicado profesional de la arquitectura. Eran diez mil millones de pesetas. Para esto podríamos prescindir de los endosadores, que además consumen recursos públicos, incluso cuando no se atreven a explicar su falta de diligencia por no usar palabras más "contundentes", expresión que como todas las de moda, es pasajera.
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