El legado de la continuidad
El arquitecto Alfonso Jiménez dimite como maestro mayor de la Catedral de Sevilla
El arquitecto Alfonso Jiménez tenía 20 años la primera vez que entró con ojos críticos a la Catedral de Sevilla. Cursaba por entonces segundo de carrera, su retina archivó cada detalle y guardó aquel vistazo bajo llave. Jiménez atesora ahora más experiencia, más canas y muchas más miradas atentas a cada rincón del monumento. En total 36 años de recuerdos y trabajo vinculado a la catedral gótica más grande del mundo y 27 como maestro mayor del templo, labor a la que pone ahora punto final. Jiménez presentó el mes pasado su dimisión, que se hará efectiva el 31 de diciembre, pero deja un legado que se puede definir con una sola palabra: continuidad.
Pienso que sí tendría fuerza para unos años más. Todos notamos la edad pero seguimos trabajando Antonio Almagro, restaurador
El conservador alega razones de edad, pero cualquiera diría que le sobra entusiasmo para afrontar nuevos proyectos. De hecho, su amigo y compañero, el restaurador Antonio Almagro, es de esta opinión. "Pienso que sí tendría fuerza para unos años más. Todos notamos la edad, pero seguimos trabajando", argumenta. Ante esta circunstancia y, sobre todo, ante los cambios en la diócesis, es inevitable que se especule con motivos de otra naturaleza que hayan podido condicionar su decisión. Pero Jiménez es contundente. "Mi relación con la Iglesia desde el punto de vista profesional no ha sufrido ningún cambio. Yo creo que las modificaciones en esta institución son extraordinariamente lentas y no pueden en ningún caso atribuirse a una persona, eso tarda mucho en notarse", alega con rotundidad en referencia al nombramiento de Juan José Asenjo como arzobispo de Sevilla hace cinco años.
"Me cuesta mucho trabajo identificar en qué momento se fue Carlos Amigo (el anterior arzobispo) y cuándo entró Asenjo. No tengo una noción exacta, una fecha concreta y eso es señal de que muchas cosas han seguido igual", matiza. Al conservador le faltan ahora bueno apoyos como el canónigo Francisco Navarro, quien falleció en 2013, pero el arquitecto insiste: "el cambio con Navarro fue más afectivo que institucional".
Jiménez no parece apenado por su dimisión, más bien se muestra sereno y confiado, con el aplomo de quien deja todo bien atado antes de marcharse. El conocimiento es insustituible, afirma el conservador, por eso la sensación que le invadió con la muerte de su maestro Antonio Blanco fue de despilfarro, de una gran sabiduría que se iba "al traste". Sin embargo, no cree que ese derroche se produzca con su salida de la Catedral. Sí lo cree, sin embargo, su amigo Almagro, quien solo tiene buenas palabras hacia su compañero. "Ha dedicado toda su vida a la Catedral y por tanto es insustituible. Con su dimisión se pierde una base de conocimiento y experiencia muy difícil de superar", agrega.
Pero Jiménez prefiere tirar de humildad. "Con mi dimisión hay un cambio. Yo me alegro de poder irme y dejar escritos, estudios y documentación. Esto disminuye bastante la sensación de vacío. Se han tomado muchas precauciones para que haya una continuidad", asegura. El conservador se marcha, además, en "el mejor momento", cuando las obras de la calle Alemanes, que comenzaron hace tres años, han terminado y sin un gran proyecto a la vista.
La Catedral es el segundo monumento más visitado de Andalucía, después de la Alhambra
Los 36 años de Jiménez vinculado a la Catedral han sido años de goteo constante, una insistencia que es la base de la continuidad que el arquitecto predica, y que ha contribuido a que el mantenimiento del templo esté ahora muy asumido. "Es mejor mantener día a día que no tener que hacer grandes intervenciones porque se ha olvidado la conservación. Este es un modelo que él aplicó de forma efectiva, eficiente y muy inteligente", asegura Almagro.
Gracias a esta continuidad Jiménez cree que sería difícil concebir en un futuro grandes proyectos como lo fue la restauración de la fachada principal, que da a la avenida de la Constitución. "Estos tipos de trabajos son, en cierta medida, traumáticos. Por tanto, una vez resueltos lo que viene es un mantenimiento, una pequeña obra diaria, mensual… Y eso llevamos ya muchos años haciéndolo", afirma. Como ejemplo, el arquitecto nombra la limpieza de las cubiertas de la Catedral, una tarea que es ya sistemática e imprescindible en la conservación del templo. "No hacerlo es un error y ese error no se está cometiendo ya por lo menos desde hace 15 años", sentencia.
La Catedral es el segundo monumento más visitado de Andalucía, después de la Alhambra de Granada. Con tantos visitantes, a Jiménez le ha dado tiempo de hacer un análisis muy pormenorizado del público que acude a ver el templo. A estas alturas ya sabe distinguir por el acento a un japonés de un coreano y lamenta que los sevillanos, en general, no saben mucho de su monumento. "Tienen conocimientos que les permitirían acompañar a un turista en su visita, pero la mayoría pasarían un mal rato porque no sabrían explicar muchos metros de Catedral. Creo que rápidamente recurrirían a la Giralda, porque la historia de la rampa sí que se la conocen", asegura. Jiménez se va feliz, con la sensación del deber cumplido y, sobre todo, con una idea: "he cumplido mi ciclo".
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