Esculturas dinámicas
Las obras de la artista israelí Sigalit Landau marcan el reinicio de la actividad expositiva de la Capella del Macba
Desde que el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) anexó la Capella a sus instalaciones, es la primera vez que todos los espacios se presentan al público abiertos y activos, con motivo de la exposición de la artista israelí Sigalit Landau (Jerusalén, 1969). “La muestra reinicia la actividad expositiva de la Capella, tras el parón debido a problemas presupuestarios y marca su recuperación definitiva”, asegura Bartomeu Marí, director del Macba, que programó este proyecto hace ya tres años aunque fue obligado a suspenderlo hasta la fecha por los motivos antes indicados.
El mar y la playa son el hilo conductor, temático y visual, de las 13 obras, realizadas desde finales de los noventa hasta la actualidad, que componen La danza fenicia de la arena, “una muestra que combina realismo y simbolismo, fragilidad y fuerza, pasado y futuro en una constante reflexión sobre la condición humana y la identidad”, según indica Marí, también comisario del proyecto.
Aunque se define escultora, en la última década Landau se ha centrado en el trabajo videográfico, protagonista de esta exposición, abierta hasta el 15 de febrero. Se trata de obras de gran impacto visual, descriptivas, pero no narrativas, que muestran coreografías hipnóticas y ambiguas, que podrían ser juegos así como luchas. Además de los vídeos se muestran unas esculturas formadas por circuitos cerrados de tuberías, creadas para el Pabellón Israelí de la 54ª Bienal de Venecia, que se han vuelto a construir in situ.
Intervenciones de gran
Otras esculturas surgen literalmente de las aguas del mar. Landau sumerge en el Mar Muerto, por determinado tiempo, objetos cotidianos de evidente valor simbólico como los viejos zapatos y luego deja que la alta concentración de sal y la evaporación vayan creando capas de cristales de sodio convirtiéndolos en materiales arquetípicos y fantasmagóricos. “Uno de los proyectos de Landau consiste en construir un puente de sal entre las dos orillas del Mar Muerto, la israelí y la jordana”, explica Mari a propósito de una instalación cuyo audio reproduce las discusiones mantenidas por Landau con las personas implicadas en la construcción del puente. Quizás las piezas más impactantes sean las protagonizadas por la propia artista, como la emblemática Barbed Hula, en la que baila con un hula hop de púas, ajena al dolor, las heridas y la sangre, en un ritual que difumina la línea que separa el juego de la tortura. Es una especie de autorretrato también la proyección que cierra el recorrido, un video en el que, convertida en Anticristo femenino, se sumerge completamente bajo las aguas del Mar Muerto e intenta mantenerse en equilibrio de pie sobre una sandía.
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