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La sirenita se vuelve rebelde

La escritora Carme Riera retorna la ‘voz’ al personaje de Andersen

Ilustración para la versión de Carme Riera del clásico cuento infantil.
Ilustración para la versión de Carme Riera del clásico cuento infantil. Helena Pérez García

Érase una vez, en el fondo del más azul de los océanos, un maravilloso palacio en el cual habitaba el Rey del Mar, junto con sus seis hijas huérfanas de madre, entre las cuales Sirenita, la más joven y hermosa. Érase una vez... pero los tiempos ya cambiaron. Ahora la nereida más famosa de las fábulas —que, por cierto no se llama Ariel sino Cliodna, como la diosa mitológica irlandesa homóloga a la helena Afrodita— ya no es princesa. Lejos de ser educada como aristócrata, es una gimnasta y campeona de saltos acuáticos que con un año fue abandonada por una madre harta de tragarse los adulterios del marido que ni siquiera era un rey verdadero, sino más bien emparentado con el monarca regente. Emancipada, sarcástica y desencantada es la moderna Sirenita, según el retrato trazado por Carme Riera en La voz de la sirena (Lumen; Edicions 62, en catalán), revisitación libérrima del famoso cuento escrito en 1837 por Hans Christian Andersen.

Es la de Riera (Palma de Mallorca, 1948) una mujer-pez algo insólita que se aparta a la vez de la versión original del novelista danés y de su enternecedora transposición cinematográfica firmada por Disney. Una sirena dinámica y rebelde a la cual Riera devuelve, a través de sus pensamientos, la voz que, en el texto primigenio, el personaje sacrifica por amor a cambio de un par de piernas humanas, ofrenda que, al final, no le servirá para ganarse a su príncipe.

“No ha sido fácil restituir la palabra a la sirenita, dejar que hablara por sí misma. El resultado es una mujer del siglo XXI, normalizada y no tan políticamente correcta que, pese a su condición de muda, se siente más autónoma para exteriorizar sus sentimientos”, revela Riera, admitiendo que siempre le había parecido “muy triste” aquella mixtura de sentimentalismo y tragedia, distintiva del cuento de Andersen. Tal vez por contraste, la escritora miembro de la Real Academia Española ha tratado de convertir Cliodna en un personaje humanamente enérgico y rebosante de ironía.

En una edición que incluye la fábula clásica íntegra (en castellano, en versión del catedrático Enrique Bernárdez y en catalán, del príncipe de los poetas, Josep Carner), aderezada además con ilustraciones de Helena Pérez García, Riera actualiza la célebre historia sin ceder a la disneyana tendencia de los acaramelados finales felices.

Así, la dócil princesita ya no es tan dócil y se convierte en una heroína postmoderna que ha tenido que lidiar con los conflictos típicos de la edad. Por ejemplo, admite Cliodna en las primeras páginas del libro: “Fue en el momento de entrar en la adolescencia cuando comencé a sentir un gran rechazo por el camino que para mí habían trazado mis entrenadores con el orgulloso beneplácito de mi padre”. Es una sirena que ahora, pues, se muestra impaciente por comunicar su propia verdad (“Nunca me resultó fácil hablar de mí misma pero considero que es importante que se conozca mi historia”) y cuyo problema central sigue siendo el amor (“Yo no busqué a un hombre para tener un alma inmortal sino que al enamorarme nació en mí la necesidad absoluta de fusionarme y confundirme con él para siempre”).

“Al fin y al cabo, el amor es el gran asunto, el punto débil, el opio de la mujer. Podía interpretar pero tampoco desviarme mucho de la falsilla de Andersen”, admite la autora, que invirtió el pasado verano tratando de sumergirse en la copiosa bibliografía sobre esas figuras acuáticas mencionadas por vez primera en la Odisea homérica. Unos meses útiles para desenmascarar lo que se oculta bajo el silencio secreto de las sirenas —si la pasión, el dolor, el miedo o las tres cosas juntas— y no repetir lo que hizo Ulises, que tapó las orejas de sus compañeros “con cera blanda” a fin de que ninguno oyera aquellos cantos.

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