Zarpazos a EH Bildu
La coalición soberanista digiere la pérdida de feudos tradicionales en Gipuzkoa ante el avance del PNV y de nuevas formaciones de izquierdas
EH Bildu siente el escalofrío de la derrota inesperada. La coalición soberanista ha recibido el castigo al ejercicio de un poder impositivo donde más le duele, en sus feudos tradicionales, aquellos municipios que durante años han acogido las muestras del radicalismo abertzale mientras existía ETA. Tras el 24-M, en las primeras elecciones locales y forales sin violencia, pasan a ser la tercera fuerza en San Sebastián y dejan el poder en localidades de hondo calado identitario como Mondragón, Tolosa, Zarautz, Orio y Gernika, entre otras.
El sopapo electoral en Gipuzkoa es notorio. La pérdida de seis junteros y de decenas de concejales es el resultado de sendos mordiscos, que PNV y las nuevas listas de izquierdas asestan a la coalición soberanista. El discurso de la política real, de la economía y de la desigualdad social se ha impuesto a la consecución de 300.000 votos para avanzar hacia la independencia. Pero Sortu ha entendido el aviso de la ciudadanía. "Vamos a tomar nota y nos levantaremos", ha dicho Hasier Arraiz con un verbo nervioso después de una endiablada revisión de los pésimos datos encajados.
EH Bildu se ha cocido en su jugo, que diría Egibar. Ahora, con las urnas escrutadas, es cuando toma cuerpo aquella premonición que el veterano dirigente jeltzale hizo hace cuatro años. Pero ni siquiera el PNV las tenía consigo esta vez. Se había extendido con tanta profusión la creencia de que Gipuzkoa estaba destinada a seguir en manos soberanistas que hasta las encuestas secundaban la teoría.
Con la llegada de nuevas candidaturas, EH Bildu se ha resentido. Harían bien los dirigentes abertzales en revisar la esencia de su discurso. Y, sobre todo, sus métodos. Incluso sin Podemos en la carrera por la alcaldía de San Sebastián, la caída de Juan Karlos Izagirre al tercer puesto es la consecuencia directa de la contundente penalización a su estilo de gobierno.
Mientras, en Bizkaia y Álava siguen sin avanzar con el empuje suficiente para determinar el poder. Quizá su candidata en Vitoria inicie ahora un proceso negociador para sondear las posibilidades de un gobierno alternativo que destrone a Maroto. Pero lo harían desde su condición de partidos perdedores ante un alcalde que ha exprimido con éxito el populismo propio de los tiempos de crisis.
Cuando la izquierda abertzale analice la pérdida de participación en algunos de sus feudos de la costa vizcaína, donde empiezan a incorporarse nuevas formaciones independientes, empezará a encontrar la razón de los mordiscos recibidos en una amarga noche electoral.
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