El nuevo mercado tradicional
En Antón Martín conviven las tiendas de toda la vida con tabernas especializadas
Renovarse o morir, esa parece la máxima de la mayoría de mercados de abastos de la Comunidad de Madrid, pero no a cualquier precio. “Estoy muy orgullosa de la transformación que ha sufrido el mercado de Antón Martín, porque no está lleno de turistas como el de San Miguel”, comenta Yoka Kamada, una japonesa de 35 años que abrió su local, una pequeña taberna japonesa, en la planta baja del mercado hace ahora 8 años. Confiesa entre risas que su objetivo era aprender español e interactuar con el público de los diferentes comercios: “Vivía al lado del mercado y no quería que se perdiera la esencia de sus tiendas. Además en Japón existe el mercado de Tsukiji, el mercado de pescado más grande del mundo, un lugar donde hay una gran variedad de negocios”, explica Yoka en un perfecto español.
Ahora su reducida izakaya se ha transformado en un lugar con varias barras y hasta un salón con algunas mesas donde poder comer en su interior. Lo mismo le ha ocurrido a este mercado tradicional, ubicado entre las calles de Atocha y Santa Isabel, en menos de dos años se ha visto invadido por multitud de diminutas tabernas especializadas en gastronomías de medio mundo: México, Perú, Francia, Italia… Sin embargo, al contrario que otros mercados, como el de San Antón o el de San Ildefonso, aquí parece que lo gourmet y lo franquiciado no tiene lugar.
En estos últimos meses han abierto establecimientos que ofrecen ceviches (El mono de la pila), tacos y enchiladas (Cuztamala), conservas (Latazo), baos -una especie de mollete chino relleno- (Buns & Bones) o comida vegana (Botanique). Locales que también atraen a un nuevo público al mercado y lo mantienen funcionando mientras éste permanece cerrado. Los espacios tradicionales, de momento, son más que los alternativos, esto hace que se respire un aire más cercano y no tan modernizado. “El mercado ahora mismo mantiene el alma de un mercado castizo, me gusta como esta, con esta relación entre comercios típicos y nuevos locales. Aunque creo que habría que tener cuidado y no llenarlo de mas, sino nos ocurrirá como a otros mercados que están llenos de turistas”, comenta Massimiliano Ropante, un italiano de 35 años que lleva un espacio de comida típica de su región, Le Marche, con pizzas, porchetta o aceituna frita.
La mayoría de los nuevos locales compran sus productos en las tiendas del mercado, sus dueños ven con diferente opinión el cambio que están viviendo. Juan Manuel Lopez es propietario de una carnicería de la planta baja, en ella lleva 17 años trabajando: “No me gusta el cambio que hemos vivido, hemos pasado de ser un mercado tradicional a ser un mercado de bares. Hemos perdido el concepto”, sentencia. Por otra parte, otros comerciantes si aprecian con buenos ojos esta evolución: “El mercado ha cambiado a mejor. Se ha ido actualizando”, comenta Jesús Rodríguez de 50 años y dueño de una tienda de jamones con media vida en el mercado.
Muchos de los alternativos coinciden en que el bajo precio de los alquileres y la cercanía con la gente fueron puntos a destacar cuando decidieron quedarse con los locales. “Además es un buen comienzo, si uno tiene miedo a cosas más grandes”, aclara Nacho Sánchez, un joven madrileño, que abrió Botanique, especializada en comida vegana.
Riiiing. Suena la sirena. Son las cinco en punto de la tarde. Es la hora en la que las tiendas tradicionales levantan sus persianas y los negocios más nuevos terminan de servir sus comidas, sin embargo, los dos estarán funcionando durante toda la tarde, ofreciendo sus diferentes servicios a un público cada vez mas joven. El de un mercado que debe adaptarse a los nuevos tiempos de la mejor manera posible. “Probar y funcionar”, como diría Yoka.
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