La Sinfónica renueva lazos con su comunidad
Dos jóvenes formadas en la orquesta joven acreditan con dos solos soberbios en María Pita la rentabilidad social del proyecto
Volvió la Orquesta Sinfónica de Galicia a María Pita y lo hizo rodeada de la expectación, cariño y aprecio. La plaza mayor de A Coruña acogió una vez más a los vecinos que acuden a su cita con una institución que se ha convertido en ariete cultural de la ciudad y las casi 4.000 sillas dispuestas este año frente al escenario fueron de nuevo insuficientes para los asistentes: se calcula que más de 10.000 espectadores tuvieron que escuchar el concierto a pie firme, alrededor de las vallas que delimitaban el espacio de asientos y escenario.
El cine fue protagonista del concierto y la música de Hans Zimmer (Piratas del Caribe); Alan Silvestri (Forrest Gump); Bernard Herrman (Vértigo) convirtieron la agradable temperatura ambiente en cálido preludio al delicioso Vals nº 2 de Shostakóvich. Luego, la música de John Williams para Star Wars y los personajes de esta saga cinemátográfica llevaron a la confluencia de dos artes que hace bueno el sueño de quienes en su día crearon la Sinfónica: que llegaría un día en que la asistencia a conciertos sinfónicos alcanzara la cotidianeidad que tenía en aquel 1992 ir al cine.
Una cotidianeidad creada a partir de lo que era apenas un minifundio musical defendido heroicamente por sociedades como la Filarmónica o Amigos de la Ópera. Una vida musical nueva, de máxima calidad y mayor extensión, sembrada y labrada día a día, ensayo a ensayo, concierto a concierto por sus músicos. Grandes profesionales que hoy son una parte importante de nuestra sociedad, plenamente integrados en ella y cocreadores con el público y las instituciones de una tradición sinfónica.
Una tradición que ha contribuido a llenar los conservatorios de estudiantes llenos de talento. Jóvenes músicos que, con el apoyo formativo de Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia (OJSG), constituyen ya dos generaciones de músicos que llevan bien alto los nombres A Coruña y de Galicia. Algunos, profesionales ya consagrados como Cibrán Sierra, cofundador del Cuarteto Quiroga y autor de El cuarteto de cuerda, un ensayo imprescindible para profesionales y aficionados.
Otros aún más jóvenes cuya mejor muestra son dos solistas de la OJSG en la frontera entre la promesa y la más jugosa realidad, que tocaron unos solos soberbios en el concierto del sábado 22: Iria Folgado, en El amor brujo, con el oboe y el corno inglés; y la flautista Iria Castro, con unos grandes solos en la soberbia versión que Dima Slobodeniouk y la OJSG hicieron de la Sinfonía nº 5 de Shostakóvich.
Dos jóvenes formadas en la OJSG que ya han actuado en varias giras de la Mahler Jungeorchestra y que pronto formarán parte de esos músicos que en número y calidad creciente son embajadores de la cultura gallega en orquestas de toda Europa. La mejor piedra de toque de la enorme rentabilidad social que suponen instituciones como la Sinfónica o le Real Filharmonía.
Dos grandes orquestas cuya actividad, por la calidad y eficiencia de sus proyectos formativos y sociales, trasciende del mero entretenimiento. Dos motores dinamizadores de una auténtica cultura popular. Porque la verdadera política cultural debiera consistir en igualar a la sociedad por elevación, no en rebajar el nivel de exigencia. Pues solo en la excelencia está la superación artística y social.
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