Tributo a las frases aceradas
El Gremio de Libreros premió ayer el “hueso descarnado” de El Roto y el “lenguaje preciso” de Luis Landero
En la viñeta que El Roto publicó ayer en la segunda página de EL PAÍS, un niño le dice a su amiga: “Leo libros cuando mis padres no me ven, no quiero alarmarles”. La chica, también con un libro abierto en las manos, responde: “Yo, igual”. De esta manera, el caricaturista hizo un guiño de agradecimiento al Gremio de Libreros de Madrid, que anoche le entregó el Premio Leyenda “por su lúcido relato gráfico sobre la realidad, pues sus dibujos, al igual que sus textos, son hueso descarnado, frases aceradas y sin concesiones”.
Andrés Rábago García (Madrid, 1947), el hombre detrás del seudónimo, dijo que no sabe muy bien “qué querrán decir los libreros con eso de leyenda. Pero estoy muy contento por el reconocimiento”. En su discurso, recordó sus días de infancia en casa de sus abuelos, “en un pueblo de Castilla, llamado Milagros”, donde descubrió varios libros que han marcado su vida. “Nunca he dejado de imaginar de dónde salieron, algunos eran religiosos. Sólo sé que los llevaban unos libreros ambulantes, a lomos de caballo. Luego, en casa de mis padres tuve la fortuna de tener a mano muy buenos libros de arte”, dijo para dejar claro que siempre ha tenido contacto “con esos objetos ajenos, por desgracia, para muchos”.
No hay que sobresaltarse cuando uno ve a alguien leyendo. Hoy eso parece ser un acto de transgresión, pero debería ser lo más normal.
Mientras El Roto fue elogiado por “su preocupada mirada por los más desfavorecidos”, en el acto celebrado en el Museo ABC los libreros madrileños también otorgaron el Premio Libro del Año, en la categoría de Ficción, a Luis Landero por El balcón en invierno (Tusquets), “un libro escrito con un lenguaje preciso y precioso”, según el jurado, en el que narra su niñez en Albuquerque (Extremadura) y su adolescencia en el madrileño barrio de Prosperidad. “Descubrí los libros aquí, en esta ciudad, siendo ya un adolecente, porque durante toda mi infancia no los conocí. Pero desde comencé a leer, mi vida cambió”, dijo ante un auditorio compuesto por varios miembros del gremio editorial.
El autor lamentó la constante desaparición de librerías en los últimos años, “pues son un sino de prosperidad”, y también que “los libros sean algo prácticamente inexistente para los políticos que nos gobiernan. El gran problema de España es la ignorancia, pero eso es algo de lo que se habla desde tiempos de Larra. Hay, sin embargo, una pequeña España ilustrada empeñada en perdurar, en la que los libros son fundamentales”.
El gremio distinguió con el Premio Libro del Año de Ensayo a El ejército negro (La Felguera), de Servando Rocha, por “por su razonable equilibrio entre rigor científico, calidad literaria e innovación del tema elegido”: un viaje a Oakland (California) para conocer a los dragones de la Bahía del Este. Y el Premio al Mejor Álbum Ilustrado fue para El león y el pájaro (Tramuntana), de Marianne Dubuc, “por su alarde del valor de la amistad”.
Antes de bajar del estrado, El Roto, definido por Antonio Muñoz Molina como “un poeta satírico que hace un epigrama diario”, recordó que “no hay que sobresaltarse cuando uno ve a alguien leyendo. Hoy eso parece ser un acto de transgresión, pero debería ser lo más normal. Y, por favor, no dejemos de valorar la figura del librero. Porque son ellos los que nos descubren verdaderos tesoros”.
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