La mejor aliada
La mayoría de la población aspira a que la Constitución vuelva a ser el mejor aliado que ha tenido en democracia
Se comprende muy bien el run-run de indecisión que sigue existiendo entre el votante de centro-derecha y centro y el centro-izquierda e izquierda. La sacudida que estamos viviendo colectivamente, Cataluña incluida, es de carácter histórico y el secreto no está, me parece a mí, en el final del bipartidismo. Lo que parece empezar el 20-D es la renovadora transfusión de sangre de lo que pasa en la calle al Parlamento, la materialización en escaños de la transformación social y civil que ha vivido el país en la última década. Izquierda y derecha se adaptan a las aspiraciones de una sociedad democráticamente madura que se ha plantado, que está ejerciendo su efectivo derecho a decidir y ha declarado la guerra a un Estado en estado comatoso, un sistema estructuralmente dañado en pilares, dependencias, azoteas y subterráneos. Dejo al margen las cloacas porque por definición son invisibles aunque no lo sean los desagües por donde aparecen los casos judiciales que afectan a nombres de familias con el poder más alto, político y financiero de la democracia: la familia Pujol, la familia real, la familia Rato, por dar tres nombres tremendistas.
Si no fallan los pronósticos, el 20-D no va a haber ningún partido que supere al segundo en más de siete u ocho puntos, de manera que cuatro fuerzas políticas van a repartirse de forma muy equitativa los votos. El reflejo de ese voto no va a corresponderse con la asignación de diputados en el Parlamento porque nuestro sistema electoral, no la ley d'Hont, favorece objetivamente a los partidos clásicos y obtendrán una sobrerepresentación parlamentaria. Pese a esa disfunción, el retrato que sale del presente me parece esperanzador, diría que revolucionario dentro de las medidas democráticas: no veo drama alguno por ningún sitio ni veo riesgo sistémico tampoco. Veo el resultado asombrosamente natural de la interiorización de la democracia en una sociedad que va a vivir un cambio de calado estructural sin cargárselo todo.
Las cosas verdaderamente peligrosísimas, además de profundamente dañinas para la mayoría de la población, las ha hecho en los últimos cuatro años el PP
Algunos temen que Podemos pueda gobernar haciendo cosas peligrosísimas. De momento, las cosas verdaderamente peligrosísimas, además de profundamente dañinas para la mayoría de la población, las ha hecho en los últimos cuatro años un Partido Popular que ha actuado como derecha desacomplejada en el ejercicio inmoderado de su mayoría absoluta, sin control de nadie porque nadie puede controlar una mayoría absoluta.
Los otros tres partidos fuertes, aparte del PP, llevan dentro un compromiso, a veces explícito y a veces implícito, que consiste en dejar de contemporizar y abandonar el hábito enquistado de abusar de un sistema carcomido por la edad y el uso. El relevo generacional que estamos viviendo es democrático, con ramalazos de calle e insolencia episódica, sin ninguna gravedad en la mayor parte de casos. Por eso me parece que el proyecto más potente que tiene por delante el Parlamento, si se cumplen los pronósticos optimistas y gobierna algún tipo de alianza a dos o tres bandas, pero sin el PP en el poder, es la definitiva sanción parlamentaria y política de la renovación natural y esperanzadora de la sociedad española en forma de modificación de la Constitución de 1978, de acuerdo con un criterio a la vez sencillo y complejo: su adaptación a la realidad social de 2015. Con las prudencias que ha explicado muy bien Rubio Llorente en un artículo de Ahora, la Constitución necesita una remodelación tras haber perdido forma, agilidad y reflejos: se enmohecieron sus resortes, se obturaron las arterías, el colesterol malo se le puso por las nubes y los cortocirciutos se multiplicaron tanto que los incendios ha sido en los últimos años más numerosos que los parques de bomberos.
Yo creo que el PP se sumará si está en la oposición. No lo hará si gobierna, o buscará una reforma tan cosmética como publicitada. Mi pronóstico coincide con mi propensión ilusa, y creo que un Gobierno con cualquiera de las combinaciones que excluyan al PP, puede propiciar el clima de cambio que haga posible recuperar lo que se ha perdido, incluida la reracionalización del conflicto entre Cataluña y el Gobierno del Estado. La mayoría de la población urbana y gran parte de la rural sospecho que aspira a que vuelva a ser la Constitución el mejor aliado que ha tenido en democracia. Aunque el candidato de ERC, y no un twitero chalado, viva tan flagrantemente desconectado de la realidad que cree que es una Constitución fascista.
Jordi Gracia es profesor y ensayista
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