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Scaramouche… je touche

Una tarde en las pruebas de esgrima para el nuevo espectáculo de Dagoll Dagom sobre el célebre espadachín

Jacinto Antón
El maestro Esperanza cruza el hierro con un aspirante a Scaramouche en el escenario del teatro Victòria.
El maestro Esperanza cruza el hierro con un aspirante a Scaramouche en el escenario del teatro Victòria.CONSUELO BAUTISTA

Unos sables sobre el escenario, un maestro de armas en la sala y un puñado de candidatos a espadachines. ¿Se puede pedir mejor manera de pasar una tarde? Solo hubiera faltado tener sentada en las piernas a Aline de Gavrillac (Janet Leigh). Hubo que contentarse con Joan Lluís Bozzo, que se arrellanaba en la butaca de al lado y no perdía detalle. Estábamos en las pruebas de esgrima del casting de actores y actrices para Scaramouche,el nuevo espectáculo de Dagoll Dagom, un musical libremente inspirado en la inmortal novela de Rafael Sabatini y en las películas que se han hecho sobre ella.

El que pasaba severa revista a la veintena de verdes tiradores era nada menos que Jesús Esperanza, maestro de esgrima, siete veces campeón de España de florete, componente del equipo español en diez campeonatos del mundo y olímpico en Moscú, Seúl y Barcelona. Palabras mayores: como estar ante una combinación de D'Artagnan, Aldo Nadi y Don Jaime Astarloa, el de la estocada de los doscientos escudos. Esperanza —con el que nos conocemos de haber hecho de padrinos de una novela de Arturo Pérez-Reverte—, ha orquestado innumerables duelos teatrales e instruyó a Viggo Mortensen para reñir como Alatriste, con “la vulgar destreza”.

"En nuestra versión de Scaramouche, que da mucho peso a la Revolución Francesa y a la Commedia dell'Arte, las peleas con espadas son muy importantes y para que nos las monte hemos optado por traer al mejor", explicaba, acomodada también en la platea del Teatro Victòria, Anna Rosa Cisquella. En la versión cinematográfica de 1952, la protagonizada por Stewart Granger, se libra (con Mel Ferrer) el duelo más largo de la historia del cine de capa y espada: seis minutos y medio, tan emocionantes que ni te das cuenta de que no hay música, aparte del tintinear de las espadas. El musical de Dagoll Dago, con música de Albert Guinovart, se estrenará en septiembre en el mismo teatro y promete ser una de las atracciones de la temporada.

Las pruebas comenzaron. In ferro veritas, la verdad está en la espada. Adelante. El maestro, de riguroso negro tulipán ídem, pidió que subiera al cadalso, uy, el escenario el primer aspirante. Consultó su lista. "Rubén, que tiene prisa, que pase". No parecía que estar con prisas fuera el mejor estado de ánimo para empuñar un arma ante la mirada inquisitiva del maestro. Pero ahí estaba Rubén, que tomó un sable, lo esgrimió como si cazara moscas y se quedó mirando a Esperanza que si tuviera bigote se lo hubiera atusado como el capitán Alatriste evaluando la guardia baja de un alguacil bisoño en la taberna del Chorrillo.

Una de las aspirantes a esgrimista.
Una de las aspirantes a esgrimista.CONSUELO BAUTISTA

"Imagínate que tienes a alguien delante con otro sable", animó el maestro. El aspirante tiró dos machetazos. "Ahora imagina que son varios los contrincantes". Tiró cuatro. Al preguntarle si tenía experiencia esgrimística previa, el joven había dicho que alguna, y ahora Esperanza le pidió una parada de tercera, una fruslería. El candidato la buscó desesperadamente ("¿era por aquí?"), sin éxito. "Va, hazme un fondo". Más que un fondo le salió un abismo. "Es suficiente, gracias", zanjó cortante el maestro.

El segundo aspirante trató de ser gracioso. Buen intento, al cabo Scaramouche es un payaso. Pero en realidad el cómico personaje de pantomima enmascara los deseos de venganza y la destreza letal de André Moreau. No era el caso. "No sé qué hacer con esto", dijo mirando pensativamente el arma"; “pues imagínate que quiers matar a alguien, por ejemplo". El chico movió el arma de lado a lado mientras decía "fiu-fiu" simulando el sonido de un sable láser de La guerra de las galaxias. A Esperanza no le hizo ni pizca de gracia. "Lo peor son las bromas, no las tolero", me había explicado poco antes en un camerino. "En el momento en que empuñas un arma toda seriedad es poca; hay que inclulcar respeto; he visto demasiado accidentes por hacer el tonto". Es cierto, a Cornel Wilde —que a la sazón había sido miembro del equipo olímpico de esgrima de EE UU antes que actor— le hirieron en el ojo durante el rodaje de Sons of the musketeers. Douglas Fairbanks Jr. decía que había recibido más heridas en sus escenas de espadachín que en sus cuatro años de servicio militar durante la guerra. “Uno de mis principales empeños es minimizar el riesgo a cara descubierta”, recalca Esperanza. “El teatro es mucho más difícil que el cine, donde puedes construir un escena a trozos, claro”.

Josep Maria tenía buena pinta. Cola de caballo, bermudas, buena colocación. No en balde había hecho esgrima teatral con Ricard Pous. Meritxell trató de recoger el sable con el pie: es un punto, si te sale. Finalmente cogió dos armas componiendo una estupenda mujer pirata. Muy bien. Luego vino otra chica que declaró haber visto muchos vídeos en Youtube. El maestro la puso en situación. “¡Ah, vienen por todas partes!”, exclamó ella. Con bigotito y perilla, Eduard daba el pego quieto. Estuvo muy físico y remató con un bonito arabesco de acero. Juan declaró ser “más de Tarantino” y se puso tan en plan Kill Bill que Bozzo se arrancó: “¡Mátalo!”. “Yo se hacer el saludo”, aportó una jovencita que acabó con una voltereta y el pino puente. Un chico corpulento se batió desesperadamente como un guardia del cardenal ante Gene Kelly y acabó bajando su arma: “Me rindo”. A punto estuve de subir a ayudarle a combatir consigo mismo. Recité bajito: “Je tire mon espadon;/Élégant comme Céladon,/Agile comme Scaramouche,/Je vous préviens, cher Mirmidon,/Qu'à la fin de l'envoi, je touche!”.Ah, Cyrano.

“Hay material humano”, resumió al acabar Esperanza. “He visto en general buena forma física, y bastante coordinación, y algo de elegancia natural. Hay que trabajar”.

El maestro de esgrima recogió sus notas y se marchó a quién sabe qué duelo. Nos dejó un aroma de aventura y dos frases dignas de Agrippa, Capoferro o, ya que estamos, Doutreval de Dijon. “La esgrima es golpe recto, pase y uno-dos”. Y: “Un paso atrás es esgrima, dos, cobardía”.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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