El gran ‘selfie’ del barbero
Modesta producción propia de Amigos de la Ópera para la obra maestra de Rossini
Amigos de la Ópera de A Coruña ha puesto en escena Il barbiere di Siviglia, segunda ópera representada en la Programación Lírica que sustituye a la Temporada suspendida en enero de este año. La compañía se hizo al final de la obra un autorretrato con un móvil dispuesto sobre lo que llaman “un palo de selfie”. La foto, que se ha podido ver en las redes sociales, muestra sonriente a buena parte del elenco y es el mejor resumen de esta producción llena de buena voluntad, escasos medios, buenos logros y notables carencias.
La obra fue programada en principio en versión concierto pero un aporte suplementario al presupuesto por parte del Concello de A Coruña permitió su representación. El trabajo como director escénico de Xosé Manuel Rabón y el reciclaje de elementos del Falstaff permitieron una función con todo en su sitio físico: cantantes sobre el escenario y orquesta en el foso. Entre los logros de esta velada, el más notable es la representación en sí misma, alcanzada sobre todo gracias al esfuerzo de todo el elenco artístico y técnico que hubo de hacer unos cuantos ensayos añadidos al programa inicial.
Las principales carencias estuvieron también en aspectos escénicos de la función. El rigor escénico -tanto o más necesario en una opera buffa que en una seria- no creció, más bien decayó, a lo largo de la noche y el tono general de la obra fue cayendo progresivamente hacia el tedio. Distrayendo la atención del espectador hacia el segundo plano del escenario en detrimento de la acción principal se puede llegar a la futilidad más absoluta.
Y eso fue lo que sucedió –sobre todo pero no solamente- al final de la representación: Borja Quiza sobreactuó en silencio mientras sus compañeros de reparto cantaban sus partes concertantes o a solo y los tempi impuestos por el maestro Marcello Panni caían en excelente coordinación con los párpados de parte del público.
Pese a ello, la Orquesta Sinfónica de Galicia y el Coro Gaos, que dirige Fernando Briones, fueron sólidos pilares de la representación. La OSG cubrió brillantemente una nueva página en su brillante hoja de servicios rossinianos. El coro por su parte tuvo una perfecta afinación y una buena respuesta a los requerimientos musicales y escénicos.
En el plano vocal destacó para bien la veteranía y buen hacer de dos belcantistas de raza: Bruno de Simone como Don Bàrtolo y Barry Banks como Almaviva. La presentación de Carol García como Rosina fue una agradable sorpresa por su timbre de voz, su canto y una actuación que, como los dos anteriores, sobresalió en el reparto de este Barbiere.
El Basilio de Burak Bilgili estuvo mejor vocal que actoralmente, mostrando una notable rigidez en este campo. Pedro Martínez Tapia hizo un Fiorello más que correcto y Helena Abad exhibió buenas condiciones vocales con un timbre de voz limpio y brillante y una buena línea de canto. Su actuación llenó de sencilla simpatía a su personaje.
Borja Quiza se erigió en protagonista absoluto de principio a fin. El barítono de Ortigueira posee una voz de gran potencia y buena proyección y su buen timbre baritonal parece evolucionar positivamente. Su habitual tendencia a la brusquedad y la sobreactuación no parece corregirse en paralelo a la evolución de su voz y este es un aspecto que habrá de cuidar en aras de un buen futuro en la lírica.
El vestuario fue discreto, aunque se notaba una cierta improvisación en detalles como el aspecto un tanto clerical durante el primer acto de Banks. A quien, por cierto, no le habría venido mal un cierto trabajo de peluquería que, en beneficio de una mayor credibilidad de su personaje, lo acercara a la edad de este. La iluminación, también firmada por Rabón, tuvo dos fases perfectamente delimitadas: día y noche. Con el añadido, eso sí, de unas pocas ráfagas de rayos durante la tempestad.
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