Los niños perdidos de Hortaleza
Un grupo de chavales, tutelados por la Comunidad, lleva meses viviendo en un parque de Hortaleza
El parque de Isabel Clara Eugenia, en el distrito de Hortaleza, brilla al atardecer plagado de hojas. Entre ellas aparecen un jersey deslavazado, un solitario calcetín o un brick de zumo de melocotón con una pajita. Con el sonido de las aves como banda sonora, un grupo de patinadores practica skate en unas pistas dentro del parque. Sobre ellos se alza un pequeño templete coronado por una especie de terraza de la que cuelga una camiseta retorcida. “Ahí es donde suelen estar”, apunta una chica que pasea a su perro. Se refiere al grupo de chavales de entre 11 y 17 años que lleva varios meses instalado en este parque de Hortaleza. Unos se han fugado de los centros de menores aledaños al parque; ambas instituciones han sido acusadas –en un caso hay una denuncia- de trato vejatorio por parte de algunos miembros del personal. Otros de los chavales simplemente han acabado ahí. Algunos son adictos a sustancias como el pegamento o el cannabis. A un par de ellos les relacionan con “la oleada de robos” que denuncian los vecinos de la zona. Muchos están bajo tutela de la Comunidad de Madrid. Todos llevan meses durmiendo en la calle.
“Desde que salimos en las teles, la Policía no para de venir. Y no nos dejan en paz”, se queja uno de los chicos del parque. Tiene unos 16 años y actitud desconfiada. “Viven con miedo”, cuentan desde la Fundación Raíces, dedicada a prestar apoyo y acompañamiento a menores con dificultades sociales o que padecen exclusión. Algunos miembros de Raíces viven en la zona. Ellos fueron los primeros en percatarse, “hace meses”, de la situación de estos menores. Se organizaron para visitarles. Una noche, a finales de octubre, consiguieron que un grupo de niños accediese a entrar en uno de los dos centros colindantes. A los tres días estaban de vuelta en el templete junto a la pista de skate. Tenían moratones y rasguños. “Cuando los educadores no están, los vigilantes se aprovechan y nos pegan. También nos encierran en una habitación oscura”, explica uno de ellos.
“Son pequeños, hay niños de menos de 14 años, y están muertos de miedo y de frío. Además, algunos inhalan disolvente”, denunciaron, a primeros de noviembre, la situación de estos menores la Fundación Raíces y Save the Children. Basándose en su análisis, “el Gobierno Regional está haciendo dejación de funciones”. La Comunidad tiene la tutela de todos los menores que están en situación de desamparo. Bien sea porque sus padres hayan perdido la tutela, bien porque no se tenga constancia de quiénes son sus tutores. En este grupo entran los menores extranjeros no acompañados (MENA). “La mayoría de los que está en el parque son magrebíes”, dice un vecino.
En el vecindario no tienen muy claro lo que pasa en el Isabel Clara Eugenia ni en los centros de menores de su barrio. Sí que saben una cosa: en los últimos meses ha habido un aumento de los robos. Mari Carmen Pintado caminaba de vuelta a casa el pasado miércoles: “Pasó un chico, me miró y me dio un tirón”, cuenta la mujer de 74 años. Le quitaron un par de cadenas y la tiraron al suelo. Como prueba muestra la marca que dejó la gargantilla y se frota la cadera. “A mi hijo le robaron el móvil. Fuimos a la Policía y nos dijeron que había varias denuncias en los últimos días”, dice Fernando Pérez. Indignado, organizó por Facebook una concentración el pasado viernes en la puerta del parque, entre los dos centros de menores. Unas cincuenta personas –mayores, familias y algunos jóvenes- se congregaron en la zona. “Racista, no; antixenófobo [sic], no. Soy antichorizo”, clamaba un hombre. De los chavales no había ni rastro. Desde Raíces les avisaron de la convocatoria. En las redes sociales habían aparecido mensajes que hablaban de la creación de patrullas vecinales “e incluso de dar caza a los niños del parque”, apunta Lourdes Reyzábal, presidenta de Raíces. “Es absurdo”, asegura Pérez. “Hay gente que habla de tomarse la justicia por su mano, pero eso no puede ser. Esto es un toque de atención a la Comunidad. Los niños están bajo su tutela y Cifuentes debería tomar medidas”, añade.
“Mejor no se puede hacer”, sentenció el consejero de Asuntos Sociales de la Comunidad, Carlos Izquierdo, en una entrevista en la SER. “Algunos de los chavales salen de los centros y no podemos retenerles porque no son cárceles”, añadió. La Comunidad tiene dos centros de primera acogida para menores, uno para niños hasta 14 años y otro para chavales de 14 a 18. Los dos rodean el parque Isabel Clara Eugenia. Ambos han sido acusados de trato vejatorio. “No es cierto”, cuenta un trabajador que prefiere no identificarse. “Muchos de estos chavales traen una mochila, están acostumbrados a vivir en la calle y consumen drogas, como pegamento o cannabis”, añade. La Comunidad defendió “rotundamente” el trabajo de los centros. Además, el consejero aseguró que no todos los niños del parque son menores: “De hecho, el porcentaje de menores es muy bajo”, añadió.
La Fundación Raíces lleva identificados una veintena de chavales que han vivido entre los árboles del Isabel Clara Eugenia desde agosto: “Son itinerantes. Pero llega el invierno y no pueden seguir aquí”, dice Reyzábal. Un grupo de vecinos, que baja comida y ropa a los chavales, comparte su opinión. “Estamos preocupados por la criminalización de los niños”, dice Julio, que acogió a uno de ellos en su casa temporalmente. Para intentar encontrar una solución, se ha creado una mesa de trabajo en la que están implicados Comunidad, Ayuntamiento, asociaciones y el SAMUR, entre otros actores. “La tutela es de la Comunidad”, insiste Yolanda Rodríguez, concejal del distrito de Hortaleza, “pero el Ayuntamiento va a hacer algo: dos educadores municipales van a entrar en los centros y otro más ya está llevando el caso acercándose varias veces a la semana al parque”.
Anochece en el parque Isabel Clara Eugenia. La concentración de vecinos se ha desvanecido y la Policía hace rato que se fue. Un chico pasea a su perro mientras fuma. Un trío de patinadores surca las pistas de skate. Dos sombras la bordean caminando con rapidez. Son dos chavales que van hacia el templete. Van a pasar la noche en la calle. Otra más.
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