Pioneros de una nueva forma de acceder a la vivienda
La Borda, la primera cooperativa de viviendas en cesión de uso, a punto para comenzar las obras en Can Batlló
Son pioneros de un modelo de acceso a la vivienda habitual en países como Dinamarca o Uruguay que ha llegado a Barcelona para quedarse. La Borda, la primera cooperativa de viviendas en régimen de cesión de uso comenzará la semana que viene las obras de su edificio en el recinto industrial de Can Batlló, en Sants.
Serán 28 pisos sobre suelo municipal impulsados —y pensados hasta el último detalle—, por la cooperativa que forman sus propios habitantes. 28 unidades de convivencia entre las que hay desde jubilados hasta familias con hijos pequeños, pasando por amigos que compartirán el espacio o personas solas. El edificio, de madera, replicará la forma de las corralas, con un patio en medio, y tendrá, además de pisos de tres tamaños, zonas comunes, como una gran sala, lavandería o una cocina para las grandes ocasiones.
El Ayuntamiento invertirá 65 millones en Can Batlló
El Ayuntamiento de Barcelona invertirá 65 millones en Can Batlló durante este mandato, explicó ayer la alcaldesa Ada Colau. Es algo más de una tercera parte de los 150 millones que quedan pendientes de gastar en el recinto. Entre 2015 y 2019 el consistorio habrá gastado 28 millones de comprar dos naves a la Generalitat (dentro del convenio para que el metro llegue a la Zona Franca); 13 para habilitar el bloque 7 como nueva sede de la Escuela de Medios Audiovisuales (EMAV); 5 para transformar el bloque 4 en Coopolis (el Barcelona Activa de las cooperativas); 15 para hacer vivienda pública y 3 para urbanizar espacios públicos. El Ayuntamiento también recuperó ayer la idea de instalar el archivo municipal en el bloque 8, el mayor y el único que está catalogado. Pero costaría 50 millones y no tiene fecha. Tanto Colau como la concejal del distrito de Sants-Montjuïc, Laura Pérez, destacaron la mejora y apertura al barrio de un recinto "donde los auténticos protagonistas son los vecinos".
La base de todo está en dar a la vivienda valor de uso, no como mercancía, porque los pisos no podrán venderse ni alquilarse. El edificio se construirá sobre un suelo municipal cedido a la cooperativa por 75 años, el primero de media docena de solares del Ayuntamiento. La propiedad, pues, no es individual sino colectiva. Como es colectiva y asamblearia la gestión del día a día de la comunidad.
Sus habitantes son socios y pagarán entre 14.000 y 16.000 euros de entrada y un importe mensual, el equivalente a un alquiler para vivir mientras ocupen las viviendas. Las viviendas no se pueden revender o realquilar: si algún socio se quisiera marchar, recuperaría la aportación inicial y la vivienda sería ocupada por otro. Todos los habitantes deben cumplir los requisitos de ingresos limitados que dan acceso a cualquier vivienda pública.
No es casualidad que La Borda se ubique en Can Batlló, el recinto industrial que los vecinos ocuparon en 2011 y cuyo Bloc 11 funciona como espacio vecinal autogestionado. Sants ha sido y es epicentro del cooperativismo en la ciudad. “Cuando entramos había distintas necesidades en el barrio, culturales, profesionales y también de vivienda: decidimos dar un paso más y construir nosotros un lugar donde vivir”, explica Albert Lozano (38 años), uno de los cooperativistas. “Para mi es una vivienda pero también un proyecto político, para cambiar las fórmulas de acceso a la vivienda, es una forma de incidir, de cambiar. Que la vivienda no sea en propiedad no me preocupa, la crisis inmobiliaria e hipotecaria ha demostrado que era un sinsentido”.
La idea inicial de La Borda era rehabilitar una de las naves del recinto, pero para agilizar los trámites el Ayuntamiento ofreció la cesión del suelo, que se firmó en 2015, a cambio de un canon anual. El edificio costará tres millones de euros (no llega a 110.000 por vivienda) y se financiará con la aportación inicial de los socios, un préstamo de Coop 57, la emisión de títulos participativos por parte de la propia cooperativa y aportaciones o préstamos de otras entidades. Una de estas entidades es La Dinamo, una fundación que trabaja para la extensión de este modelo de acceso a la vivienda.
Maria Sales y Xorxe Oural, que tienen 33 y 38 años y dos hijos pequeños, son otra de las unidades de convivencia socias de La Borda. “Llevamos muchos años en situación precaria, la crisis para nosotros ya estaba antes de la crisis y para nosotros el acceso a la vivienda era inabarcable, una utopía. La cooperativa tiene mucho valor como cambio de modelo estructural, de poner en valor el uso y no la propiedad”, dice Sales, satisfecha ante la perspectiva de “una casa que nos hemos hecho a medida y nos sentimos nuestra”. Admite que la ilusión que le produce que sus hijos se críen “una pequeña tribu, tener apoyo social, donde podrás contar con las otras familias y se creará más comunidad de lo que es habitual en las ciudades”.
“No es una comuna”
La cooperativa también creará “un fondo social, con mecanismos de solidaridad interna” por si alguien no pudiera afrontar los gastos, explica Sales. Oural, su pareja, subraya de La Borda que tenga “espacios para la experiencia comunitaria y otros privados”. “No es una comuna hippie, pero hemos sacado espacio privado de las viviendas para aportarlo a los espacios colectivos”, apunta.
Maria Elena Palau es de los más veteranos que vivirán en La Borda. Maestra jubilada de 63 años, aplaude la idea de la “intergeneracionalidad”. “Si no, estás destinado a acabar en un parking de viejos y yo no quiero. Todavía soy joven y los espacios comunes y la apuesta por la colaboración permiten que podamos ayudarnos”. “No tendremos que vivir en plan comuna: tendremos nuestro espacio vital y además en las zonas comunes te encontrarás con mucha gente, ya lo echo de menos”, dice. “La Borda es una comunidad construida desde la base: lo decidimos todo y tenemos una parte privada y unas posibilidades de vida en común que construiremos entre todos".
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