Himnos para el abrazo
El quinteto protagoniza una despedida arrolladora ante 16.000 fieles antes de encerrarse para publicar en 2018 su cuarto disco
Es oficial. Los cinco chicos de Izal se graduaron el sábado como integrantes de la primerísima división de nuestro rock amable, después de su arrollador paso por un WiZink Center en el que no cabía un alfiler. No hace tanto que Mikel Izal batallaba por los garitos de cantautores, así que la progresión resulta encomiable. Y verosímil: el espigado líder navarro se siente cómodo como objeto de focos y miradas, tiene desparpajo, ha aprendido a escribir himnos que invitan al abrazo. Le falta anotarse alguna pieza más irrebatible, pero por ahora dispone del aliento de 16.000 fieles entusiasmados. En junio de 2012, cuando asomó por el Café La Palma, apenas alcanzaban el centenar.
El rock intenso de Modelo de Respuesta Popular, convencional pero muy bien facturado, sirvió como óptimo prolegómeno para un quinteto dispuesto no ya a convencer, sino a propinar su definitivo golpe de autoridad. Es encantador el inicio con Despedida, que suena como si proviniera de un transistor hasta que la banda la engancha en directo, y convincente la sucesión en tropel de Hambre y Agujeros de gusano. A partir de ahí, otros 20 títulos, dos horas holgadas, euforia abrumadora y la nostalgia por el adiós de los escenarios españoles hasta 2018.
Ya desde Qué bien,Mikel ha desplegado su habilidad para una poética al tiempo enérgica y bondadosa, que ensalza a los Seres que nos llenan, repudia a la gente Tóxica o encuentra en los bebés esa Pequeña gran revolución. El sábado buscó la legitimidad autoral con Jorge Drexler, algo descolocado en La piedra invisible, la adrenalina de un tambor taiko en Oro y humo y la excitación añadida de Alberto Jiménez (Miss Caffeína) para La mujer de verde, un clásico ya irrefutable. Solo falta afinar con un repertorio menos lineal, y ojalá que a la cuarta sea la vencida.
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