Remedos de los bisabuelos
El humor, el vitalismo y la técnica de Fetén Fetén obliga a quererlos
No se cabía el pasado viernes en el Café Berlín para asomarse a las nuevas aventuras de Fetén Fetén, el encantador dúo retro de Diego Galaz (violín, bandurria, serrucho) y Jorge Arribas (acordeón). Tampoco en los camerinos: tal era la profusión de invitados medianos e ilustres, que quisieron sumarse a la fiesta. Porque eso es exactamente la propuesta de estos burgaleses, dos intachables talentos aún jóvenes a los que se les afila el gesto pilluelo cuando trastean en el repertorio de los bisabuelos. O, más bien, cuando lo remedan.
Llegaban ilusionados y nerviosos “los de la provincia”, se pitorreaba Arribas ante la sala abarrotada y el índice elevado de castellanos viejos entre la concurrencia. Pero da igual la cuna: estos mozos despiertan complicidad y encanto allá donde se plantifiquen. Porque resultan frescos, naturales, incluso amorosos. Y hasta ahora le daban al baile, pero ahora se han buscado aliados cantores. Cantables es el título del resultado, un compendio de lo viejo y nuevo, de lo peninsular y transoceánico. De lo atemporal, que es lo mejor que le puede suceder a cualquier página.
A la excelencia la apuntaló siempre una generosa ración de camaradería. Galaz obsequia con ¡una morcilla! a cada invitado y propicia un ambiente cercano, cálido, casi doméstico. Así se suceden estilos y patrones rítmicos de un siglo ha. La joven Guada Álvarez se interna en el vals igual que Coque Malla erige con 30 de febrero un chotis como un camión. Carmen París se atreve con un pasodoble fulgurante y Jorge Drexler hace piña con Leo Mínax para la exquisita Ganando el tiempo, oda a la procrastinación. Pero nada como el humor y el vitalismo de estos mozos: los parlamentos, los instrumentos imposibles, esa jota pentatónica que suena casi japonesa. A Fetén Fetén solo se puede quererlos.
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