Quien se pica… ‘Ajoblanco’
La histórica revista contracultural de los 70 reaparece hoy en los quioscos por tercera vez tras 17 años de ausencia
“Respeto a los trabajadores”, reza uno de los post-it. “Libertad total. Sin censuras”, dice otro. “Contrapsicología. Música anarquista. Antidesarrollismo. Mostrar alternativas”, enumera un tercero. Todos están clavados en una madera bajo el epígrafe Qué te gustaría encontrar en las páginas de la revista. La que consulta, en su propia sede, es Ajoblanco, mítica cabecera contracultural de sustrato anarquizante que sacudió en dos etapas (1974-1980 y 1987-1999) el quiosco y unas cuantas miles de conciencias (150.000 ejemplares en su momento álgido, en 1995, con un número sobre la marihuana). Hoy regresa, 17 años después de su última entrega, con el mismo espíritu y en papel. O sea, a contracorriente, fiel a su idiosincrasia.
“En estos tiempos confusos re-volvemos porque queremos poner nuestro grano de arena para, a través del diálogo y la pasión y eliminando odios que no conducen a nada, reflexionar y dar alternativas a través de un periodismo de participación”, define esta tercera etapa de la cabecera uno de sus fundadores y alma mater, el veterano Pepe Ribas, ante el primer número, 132 páginas a todo color, totalmente libres de publicidad, “sin interés comercial o mediático que condiciona su contenido”, aclara innecesariamente.
La portada, con una fotografía de gente entresacada de las movilizaciones del 15-M acompañada del título ¡Revolvemos!, ya da pistas sobre su interior: un bloque de reportajes (Apuestas en blanco y negro) que acoge textos sobre el Madrid rebelde, los males de la sociedad según Claudio Naranjo, representante de la psicología transpersonal, y la reacción de los artistas ante la emergencia ecológica, entre otros, abre fuego para dar paso a secciones ya históricas (sexo, feminismo, memoria libertaria…). Cierra la primera entrega El muro, nuevo nombre con el que se conoce ahora otra sección primigenia, La cloaca, con la participación de lectores y colaboradores.
El repaso del contenido parece demostrar que temas y preguntas no han cambiado mucho desde los años 70 en España. “Las cuestiones de entonces siguen siendo válidas y muchas respuestas, también, como se vio ya en el 15-M; la educación y la cultura continúan demostrándose fundamentales… Hay que volver a pensar y reilusionarse para recuperarse; si cambias la vida es más fácil cambiarlo todo; entonces lo hicimos para cambiar la vida en los 70, lo que no pasó en los 90; ahora toca hacerlo de nuevo”, lanza Ribas.
Compran armas capaces de derribar la Moncloa (febrero de 1991); Supervivientes del SIDA (junio de 1993), Por qué España no es una democracia (mayo de 1994) o Todos somos Marcos, en el apogeo del subcomandante y en el mismo número de un dossier sobre cine porno (marzo de 1995), son algunos de los temas que afloran en las viejas portadas que decoran la redacción de Ajoblanco, materias que son, de algún modo, como viejos avisos de la falsa democracia, los abusos de neoliberalismo y la banalidad que imperan, al menos según Ribas, en los tiempos actuales y que intentará denunciar una revista en la que también se mantiene otro de sus veteranos fundadores, Fernando Mir.
El guiño a los orígenes lo completa que el diseñador sea el mismo que hace 41 años y el maquetista, el de hace 20: “Cuesta encontrar profesionales del papel”, sostiene Ribas. Pero poco más. “En estos tiempos del yo queremos incidir en el nosotros, lo común, lo social, la plaza pública donde intercambiar conocimientos y culturas; si no, vamos al fin de la especie, como denunciábamos hace ya 40 años”, recuerda. A ese esfuerzo del nosotros se ha incorporado savia nueva, como Carolina Espinoza, y un equipo donde se entremezclan veteranos y abundantes jóvenes de entre 24 y 30 años.
Los tiempos también explican la estructura de la nueva Ajoblanco, gestada desde hace un año. El embrión de su tercera vida es la Asociación Cultural Ajoblanco, sin ánimo de lucro, donde Ribas, Espinosa y Mir pusieron 1.500 euros. Un crowdfunding ha permitido la impresión de 50.000 ejemplares de una publicación que, por el momento, será cuatrimestral (próximo número, en noviembre) y que está calculado que resista si vende 20.000 ejemplares. “Con eso aguantamos un año; si son 30.000, año y medio; eso no es nuevo: los dos primeros años de los 70 no sacamos nada”, recuerda Ribas. Una plataforma web, donde están digitalizados todos los Ajoblanco, servirá para recuperar temas de los 70 y 80 y ponerlos de nuevo a debate.
La vigencia de esos debates se podrá constatar en el Club Ajoblanco, cuarta parta del proyecto, foro que funciona como redacción abierta a los lectores y sede de talleres y que ha de alimentar en parte la revista. Tendrán lugar en un local del barcelonés barrio de Gràcia que Ajoblanco comparte con una entidad salida del 15-M, los artistas activistas del colectivo Enmedio. Éstos exponen en su área camisetas de Moda Social, marca de ropa donde uno propone un diseño y se estampa en camisetas donde parte de su precio va para entidades sociales que puede elegir el comprador. En una de ellas, una chica, en un volcánico planeta saint exuperiano, dice: “No necesito un principito”. En otra, bajo el enunciado Dear Patriarchy, una trompa de Falopio de un aparato femenino hace una peineta. Ajoblanco, al menos ahí, está en su salsa. Y en el mundo actual, parece que también.
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