El regreso de un filosófico vodevil
'El llibertí',de la mano de Joan Lluís Bozzo, mantiene el ritmo ágil y juguetón
El secreto está en el ritmo, la agilidad, la fluidez que mantienen vivas las divertidas situaciones y los ingeniosos y perversos diálogos de El llibertí, deliciosa comedia de Eric-Emmanuel Schmitt que, en una espléndida versión catalana de Esteve Miralles, se estrenó en el Poliorama en el 2007 bajo la dirección de Joan Lluís Bozzo. Es uno de sus mejores trabajos y vale la pena ver de nuevo el montaje en el teatro de la Rambla, con Abel Folk y Àngels Gonyalons al frente del elenco.
Bozzo mantiene el ritmo ágil y juguetón que pide esta folle journé que, como sucede en los juegos perversos de Le nozze di Figaro de Mozart y Da Ponte sobre el clásico de Beaumarchais, seduce más cuando más clara y sencilla es su puesta en escena. Solo así la ligereza y la profundidad se dan la mano en este ingenioso juego filosófico con aires de elegante vodevil.
EL LLIBERTÍ
De Eric-Emmanuel Schmitt. Versión catalana de Esteve Miralles. Abel Folk, Àngels Gonyalons, Annabel Totusaus, Elena Tarrats, Clara Moraleda y Jan Forrellat. Director: Joan Lluís Bozzo. Poliorama. Barcelona, 7 de marzo.
Ver a Diderot en escena, atrapado en sus propias dudas filosóficas, mientras intenta definir el concepto “moral” luchando entre la razón y la acuciante pulsión sexual, es un placer teatral que parte de una anécdota real; un encargo de última hora para escribir sobre la moral en la Enciclopedia.
La acción transcurre en un pabellón de caza, donde Diderot recibe el encargo mientras la pintora Madame Therbouche le está haciendo un retrato, entre insinuaciones que desatan su apetito sexual. Pero el célebre filósofo verá interrumpido el flirteo, con desespero, con las entradas y salidas de otras tres mujeres que ponen en jaque sus convicciones: su esposa, Antoinette, harta de sus infidelidades; su hija Angélique, decidida a ser inseminada por un señor tan maduro como el propio Diderot; y la señorita Holbach, jovencita de armas tomar.
No conviene desvelar los juegos, las trampas ni las secretas y oscuras intenciones de Madame Therbouche; lo que importa es que todas ellas ponen en danza un perverso baile de ideas inteligentes y procaces que ponen al descubierto las contradicciones y prejuicios del desconcertado filósofo.
Hace más de una década, la pareja formada por Ramón Madaula y Laura Conejero se adueñaba del escenario dando vida a los papeles estelares, auténticos bombones a los que ahora hincan el diente Abel Folk, que muestra con gracia el punto de seductor canalla, pero también los flancos vulnerables de Diderot, y Àngels Gonyalons, que se crece cuando más clava sus venenosos dardos reivindicando el poder de la mujer en cualquier guerra de seducción.
Annabel Totusaus da empaque al corto papel de Madame Diderot, y Elena Tarrats (Holbach) y Clara Moraleda (Angélique) perfilan bien el lado ingenuo de sus personajes: están un poco verdes, sin embargo, para ser creíbles en los aspectos más maliciosos y combativos. Por su parte, Jan Forrellat (Baronnet) rinde mejor al final de la obra, cuando abandona una gestualidad demasiado cargante.
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