Un museo a la intemperie
El Centro de Arte Dos de Mayo cierra por obras y, durante los meses de marzo y abril, traslada sus actividades a diferentes espacios de la Comunidad
Cuando un museo se somete a una reforma, lo habitual es que cierre sus puertas y pare su actividad durante ese período. No en el Centro de Arte Dos de Mayo, donde las obras del zaguán que da entrada al museo se han convertido en una oportunidad para trasladar su programación más allá de los muros del centro, convirtiendo así su proceso de reforma en una performance pública. Hacer de la necesidad virtud, que diría el refranero popular.
Esta es la tercera vez, en sus diez años de vida, que el CA2M acomete lo que allí denominan “ejercicios de acupuntura arquitectónica”, es decir, intervenciones de diversa índole en diferentes puntos del edificio con el fin de ir adecuando su arquitectura a los usos del espacio. El encargado de llevar a cabo todas estas intervenciones es el arquitecto Andrés Jaque, al frente del estudio Office for Political Innovation.
Lo lógico cuando hay obras en un edificio es parar máquinas, pero no seguimos estas lógicas. Queremos hacer grande lo pequeño”, dice Victoria Gil, del departamento de Educación de CA2M
Durante los últimos años, Jaque ha abierto un gran espacio en el centro que les ha permitido, entre otras cosas, instalar piezas monumentales por primera vez y ha modificado la fachada del edificio. Ahora se enfrenta a la intervención más visible: la creación de una nueva entrada que convertirá a esta zona en un espacio de acogida multiusos abierto a la ciudadanía. Las obras comenzaron a principios de marzo y finalizarán, si todo va bien, el 26 de abril. Y aunque el museo permanecerá cerrado al público todas estas semanas, su actividad no cesará; más bien al contrario, se atomizará y expandirá por diferentes puntos de la Comunidad, dando lugar a una suerte de museo deslocalizado y a un programa de actividades que han bautizado como Intemperie.
Esta no es la primera vez que el CA2M traslada alguna de sus actividades fuera de sus instalaciones, pero sí la primera que lo hace de forma tan ambiciosa. “Hemos decidido hacerlo a lo grande básicamente porque la reforma nos pillaba en meses centrales de nuestro proyecto educativo. Tenemos que cuidar nuestras relaciones con la comunidad, que muchas veces son muy frágiles, y no podíamos parar tanto tiempo”, explica Victoria Gil Delgado, del departamento de Educación del centro. Intemperie tiene una motivación práctica, pero también es una apuesta por la experimentación. “Cuando nos dijeron que iba a haber obras durante estos meses, decidimos darle una vuelta desde la imaginación y buscar lugares extraordinarios para desarrollar nuestras propuestas”.
Móstoles o Canencia, algunos de los destinos
Lo de “lugares extraordinarios” no es un decir. El grupo de lectura ya ha realizado algunas de sus sesiones en el bar que hay enfrente del museo, logrando hacer convivir en un mismo espacio las palabras del Wanderlust de Rebecca Solnit con el sonido de las máquinas tragaperras. El 7 de abril, su propuesta de Cine los domingos se trasladará a la televisión de un autobús, con el que recorrerán la distancia que hay entre Móstoles y Hoyuelos (Segovia), el pueblo en el que se rodó El espíritu de la colmena. En recorrer esa distancia se tardan 97 minutos, justo lo mismo que dura la película de Víctor Erice. Una vez que lleguen a Hoyuelos, acudirán a su único bar, donde disfrutarán junto a los vecinos del pueblo de la proyección del Frankenstein de James Whale, como en su día hicieron los personajes de la película.
Una parte de las plantas que hay en su azotea se reubicarán en alcorques cercanos y sus talleres sobre compostaje o mantenimiento de huertos tendrán lugar en el Colegio Público Gabriel Celaya de Móstoles. El proyecto La distancia que nos separa, llevará a la Facultad de Bellas Artes de la Complutense los talleres y las performances de varias artistas que trabajan habitualmente en el CA2M. El equipo Sub21 —un grupo de jóvenes de entre 16 y 21 años que se reúnen semanalmente en el centro para realizar actividades— construirá, junto al colectivo de arquitectos TAKK, un iglú para hacer vivac en la azotea del museo. El coro amateur, que este año trabaja en torno al balbuceo, cambiará la sala de ensayo habitual por diferentes emplazamientos; esta semana, por ejemplo, se iban a cantar al paso de montaña del puerto de Canencia para experimentar con el eco.
Son sus actividades de siempre que, al cambiar de lugar, acaban convirtiéndose casi en proyectos nuevos, en verdaderos acontecimientos. Lo más interesante es que han apostado por aquellas actividades que habitualmente son menos visibles en el museo, porque suelen quedar un tanto eclipsados por las inauguraciones de exposiciones y otros actos que tienen lugar en el CA2M. “Nos hace mucha ilusión poder visibilizar lo que normalmente es invisible. Al final, lo que hacemos con Intemperie es convertir estos proyectos en cosas muy grandes y muy importantes. Lo lógico cuando hay obras en un edificio es parar máquinas, pero nosotros no seguimos estas lógicas. Queremos hacer grande lo pequeño”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.