Todos ganan, menos el desprevenido Chile
La Conmebol baja la postulación de Chile del Mundial 2030, sin previo aviso ni notificación, sorprendiendo a todos en la sede de la Federación de Fútbol, donde hubo gritos destemplados de “traición”
Los asistentes al Go Latam Summit desarrollado el lunes 2 y martes 3 en el hotel Best Western Marina, en la ciudad de Santiago, aplaudieron efusivamente la presentación de Pablo Milad, presidente de la Federación Chilena de Fútbol, quien adelantó todos los detalles de la organización de las sedes del Mundial 2030, mientras a sus espaldas se proyectaba una imagen: Juntos 2030.
Al día siguiente, la Conmebol bajaba la postulación de Chile, sin previo aviso ni notificación, sorprendiendo a todos en la sede de calle Quilín, donde hubo gritos destemplados de “traición”. La dolorosa noticia tomó desprevenidos a dirigentes y funcionarios que habían trabajado en la postulación conjunta, que repentinamente se iba al tacho.
El nuevo escenario permite que todos ganen. España, porque organizará la Copa pese a su escándalo federativo. Portugal, porque se suma a una fiesta que no podría organizar solo. Marruecos porque finalmente obtiene el premio que tanto había buscado. Uruguay porque cumple el sueño de celebrar el Centenario. Argentina porque le saca lustre a su Mundial y Paraguay porque es el país sede de la Conmebol, con presidentes vitalicios y una particular habilidad para fabricar amaños.
Gana la FIFA, porque cristaliza el sueño de celebrar los cien años de la Copa del Mundo “uniendo tres continentes”, aunque eso signifique meter a la fuerza a SEIS países ya clasificados, en un universo –por ahora– de 48.
Pierde Chile, y los primeros rumores tras el mazazo que significa ser traicionado por sus pares hablan de dos factores determinantes: la cruzada contra las poderosas casas de apuestas emprendida por la justicia y la intención del Gobierno de modificar las leyes que rigen al fútbol, buscando transparentar y fiscalizar la propiedad de los clubes. Ninguna razón parece demasiado atendible.
Chile, al igual que Uruguay y Paraguay, adolece de infraestructura deportiva a nivel mundial. Tiene más y mejores recintos que sus charrúas y guaraníes, pero ninguno a la altura del desafío. Podría construir o modernizar, pero ha demostrado tanto desorden interno y descoordinación con las fuerzas políticas y policiales para jugar la liga interna que es razonable dudar de la capacidad de los actuales dirigentes.
La segunda causal es aún más evidente. Chile perdió poder en la Confederación Sudamericana por su caída vertical en las competencias, tanto a nivel de clubes como de selección. Y, además, peso directivo, por su escasa oposición al creciente dominio de Brasil y Argentina en el organismo, que ha priorizado las finanzas por sobre la equidad deportiva en sus competencias. Como una paradoja, el mismo día del anuncio se filtró en Estados Unidos que la justicia podría absolver de cargos al corrupto Sergio Jadue, ex presidente de la ANFP y atrapado en el escándalo de los sobornos que remeció a la FIFA.
Milad, arrastrado por su propia ineficiencia, soportará otra vez el golpe sin inmutarse. Proveniente de la arena política y con débiles respaldos internos, enfrenta además el desprestigio ante los aficionados, que han presenciado el deterioro del producto sin autocrítica, pero ante las reiteradas crisis no ha dado muestra de poner su cargo a disposición.
Objetivamente, Chile no podía organizar un Mundial, aunque para el premio de consuelo calificaba. Las migajas con que la FIFA dejó contentos a los dirigentes de Argentina, Uruguay y Paraguay no alcanzaron para todos. Y menos para una Federación que ha hecho todo lo posible para demostrar sus incapacidades.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.