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Copa Chile
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El partido del fin del mundo

En el archipiélago de Juan Fernández el seleccionado local desafió con dignidad a un cuadro profesional para clamar por mejores condiciones de vida. Perdieron, pero tuvieron el más feliz de los finales

Partido en el archipiélago de Juan Fernández.
Partido en el archipiélago de Juan Fernández.Carlos Parra

Ramón Salas es pescador. Accidentalmente se dio un escopetazo en su pierna izquierda mientras trabajaba en la isla Alejandro Selkirk, a cuatro horas de navegación de Robinson Crusoe y a tres horas en avioneta de Valparaíso, en el continente. Pudo morir, pero sobrevivió y se rehabilitó milagrosamente. Por eso, cuando ingresó para jugar el segundo tiempo del partido inaugural de la Copa Chile defendiendo la camiseta de la selección del archipiélago Juan Fernández, sintió que su sueño estaba cumplido.

Su hermano Osvaldo, formado en las divisiones menores de Colo Colo y con paso por diversos clubes profesionales, lo saludó como capitán del equipo. Y Brian, el tercero y más talentoso, miró con nostalgia desde la tribuna. Fue marginado a pocos días del partido ante Wanderers por el técnico Jorge Garcés por indisciplina. El entrenador, el ultimo chileno en coronarse campeón en un torneo largo, es inflexible con el comportamiento y sobre todo con la alimentación. Conmino a todos sus dirigidos a dejar las gaseosas y alimentarse con pescados de la isla, langosta y cangrejo dorado, los productos que dan de vivir a la pequeña posesión chilena en el medio del Pacífico.

El duelo fue presenciado por los casi mil habitantes de la isla, que llevaron junto a sus banderas lienzos para impulsar la construcción de un nuevo colegio. El anterior fue arrasado por el maremoto del 2010, que también arrebató la vida a 16 isleños, incluidos diez niños.

La llegada de los equipos al estadio municipal del poblado de San Juan Bautista refleja el carácter del partido. Los wanderinos descendieron en un zodiac desde el transporte Aquiles de la Armada. Los locales desayunaron juntos en un restaurante frente a la cancha para luego dirigirse, entre vítores y el himno de la ciudad, al centro de la cancha.

Aficionados observan el partido desde la tribuna.
Aficionados observan el partido desde la tribuna.Carlos Parra

Los custodiaba, en su última misión oficial, el suboficial mayor José Ortiz, quien durante los últimos años se desempeñó como jefe de la tenencia local. Fue un día especial para Ortiz. Se jubilaba para volver con su familia al continente y junto a su dotación conmemoraba el día del Carabinero en Chile, justo cuando tres de sus integrantes fueron asesinados en Biobío en el marco de un atentado. Las banderas chilenas estaban a media asta en la cancha, y se rindió un minuto de silencio que Ortiz vivió en silencio.

Cuando la pelota comenzó a correr, todo el país siguió su trayectoria a través de la transmisión televisiva, la primera en directo desde el 2011, cuando un avión de la Fuerza Aérea se precipitó al océano dejando 21 víctimas y dificultando las comunicaciones y traslados de los estudiantes y trabajadores al continente.

La isla en la pandemia estuvo cerrada durante cien días, una enormidad que sufrió la economía y, sobre todos, los enfermos. Por eso, cada tanto, se hacen operativos que en esta oportunidad, y coincidiendo con el pleito, significaron más de dos mil prestaciones brindadas por la Fundación Acrux. O sea, dos por cada habitante.

El partido entre un cuadro profesional y uno no federado fue más estrecho de lo que se pensaba. Y pudo definirse por una injusticia porque bien entrada la segunda fracción un centro enviado cuando la pelota estaba claramente fuera del terreno por el juvenil de 17 años Opazo fue conectado por Ponce para anotar su primer gol en el profesionalismo.

Empataron los isleños tras un penal cometido a Iuliano Galassi, hijo de italiano e isleña, que transformó en gol Osvaldo Salas. Cuando los penales para dirimir al ganador parecían inevitables, un gol de uruguayo Pereyra desniveló el marcador. Los visitantes tenían en sus filas al argentino-paraguayo Cañete -que jugó en Boca-, al charrúa autor del gol y al guaraní Ortiz, de dilatado paso por ligas competitivas como la italiana y argentina. El técnico Francisco Paladino, también uruguayo, resumía el partido: “Ellos no jugaban nada e hicieron un gran trabajo. Para nosotros era como apostar un Ferrari en el póker. Podíamos perder mucho”.

Si la incertidumbre se prolongó hasta el final fue por culpa de Héctor Melo, profesor y concejal de la comuna. Su descomunal actuación impidió que los remates del exseleccionado chileno Carlos Muñoz se convirtieran en gol. Al final del partido, y con emocionadas palabras, resumió el sentimiento de su equipo y de sus hinchas. “Somos chilenos, pero queremos que nos miren más. Somos luchadores y trabajamos pese a los embates de la naturaleza, que parece ensañarse con nosotros. Miramos el deporte con pasión y muchos de mis compañeros se bajaban del bote después de pescar por doce horas para sumarse a los entrenamientos. Y el premio es que nos respeten y nos consideren”.

En un pequeño archipiélago de cinco islas en el medio del océano, el fútbol se convertía en el vehículo perfecto para brindar un espectáculo único e inolvidable. Como en un cuento de Osvaldo Soriano, en el rincón más lejano del planeta, pescadores, profesores, obreros de la construcción y marineros le dijeron a todos que en la isla el orgullo cruza los mares.

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