Intrusos en casa del oso polar
El investigador del CSIC Manuel Dall’Osto relata la instalación del campo de investigación de la misión MOSAiC en la banquisa ártica para estudiar el clima polar, atento a las visitas nocturnas de los plantígrados
¡Hemos llegado! Después de más un mes, el 24 de agosto hemos arribado a nuestra nueva casa, situada en 87°43′ Norte y 104°30′ Este, en pleno corazón del Ártico. El rompehielos Polarstern, protagonista de la misión MOSAiC, ha quedado varado en el agua helada y nuestra nueva casa es un lugar poco acogedor, por no decir directamente inhóspito. La niebla es espesa, la visibilidad reducida y, además, somos intrusos: este es el territorio del oso polar. Echamos pie a tierra para instalar el campamento de investigación, aunque aquí “tierra” quiere decir una fina capa de hielo de unos dos metros de espesor sobre 4.000 metros de agua. Vamos a estar semanas enteras pisando un suelo que en realidad es hielo y con osos polares alrededor. Hay que mentalizarse y empezar a trabajar. Vamos allá.
Comenzamos montando el campamento de investigación, que se extiende en un kilómetro cuadrado alrededor del rompehielos, donde vamos a disponer varios instrumentos. Hemos tardado más o menos una semana en instalarlo. Los investigadores se han dividido en cinco equipos en función de las tareas científicas que realizan: atmósfera, océano, ecología, hielo y biogeoquímica. Yo, como investigador del CSIC en el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), hago parte de la biogeoquímica marina, un campo interdisciplinar; estudio principalmente los flujos de partículas entre el mar y la atmósfera, es decir, el ciclo del agua y la formación de nubes.
Durante una semana hemos abierto pequeños caminos para poder transportar equipos en el hielo y también hemos montado varias tiendas y puesto en marcha un sistema de electricidad. Las carreteras tienen que estar lo más niveladas posible, para poder transportar instrumentos con trineos. La carretera principal desde el barco hasta el campamento (denominado Ocean City) se ha bautizado como Autobahn, autopista en alemán, ya que es una carretera bastante transitada por un equipo que trabaja en el hielo durante unas 8-12 horas al día.
Además del frío y del esfuerzo que supone trabajar en estas condiciones, el equipo logístico tiene una dificultad añadida, debida a un mamífero que vive aquí: el oso polar. Por eso hay siete guardias (Verena, Oula, Ashild, Niklas, Steffen, Theres y Jonathan) dedicados cada día a controlar nuestra área de trabajo, asegurando que no haya osos en la zona. En caso de avistar un oso, hay que volver al barco y esperar a que se vaya. Es un riesgo que aquí se toma muy en serio. Desgraciadamente, hace dos semanas en las Svalbard (islas noruegas en el Polo Norte), un oso atacó una tienda en un campamento y mató a una persona.
El 28 de agosto recibimos nuestra primera visita. Dos osos polares, una madre y su cría, se nos aproximaron en 87°51′ Norte. Fue uno de los avistamientos de osos polares más al norte. Durante la noche, los dos osos llegaron desde el Este y anduvieron cerca la parte derecha del barco. Les provocaba mucha curiosidad y miraban el barco y a nosotros, oliendo el aire y levantando la cabeza para comprender qué pasaba allí; claramente, no es normal para ellos ver un rompehielos azul y naranja en medio de miles de kilómetros de hielo y de blanco. Una vez visitado el barco, se fueron por el camino principal de la banquisa e inspeccionaron varios instrumentos.
El oso polar es un carnívoro que solo vive en el Polo Norte y se nutre principalmente de focas. Un adulto puede llegar a pesar entre 350 y 700 kilos, y solo por su curiosidad puede llegar a destrozar aparatos científicos muy caros. Así que, una vez avistado el oso, desde el barco se intenta hacer mucho ruido (con pistolas de señales acústicas) para molestarlo y hacer que se vaya. Efectivamente, después de poner la alarma del barco, los dos osos desaparecieron. La semana pasada nos visitó un oso polar macho por la noche, a eso de las once, aunque no rompió nada y no había nadie trabajando en el hielo. Hasta ahora, por suerte, siempre nos han visitado por la noche; aunque es una noche atípica, ya que tenemos 24 horas de luz.
La expedición MOSAiC hace mediciones constantemente. Por ejemplo, Gunnar Spreen (un gigante alemán de 1,95 que trabaja en el Alfred Wegener Institut, el instituto que dirige el Polarstern) tiene varios equipos instalados (radiómetros, cámaras infrarrojas, etc.) para medir cómo evoluciona el hielo y el agua y determinar el espesor, la forma y las dimensiones del estrato de hielo. Gunnar trabaja con una compañera de mi instituto (ICM-CSIC), Carolina Gabarró, que estudia el espesor y la masa total de hielo.
También están tomando datos con algunos satélites (como el SMOS, de la ESA, y el SMAP, de la NASA) que tienen un alcance sobre todo el Ártico. Nuestro trabajo aquí es clave, porque es fundamental tener medidas tomadas in situ para validar lo que miden los satélites, o para mejorar las mediciones, que son muy escasas en esta parte de mundo. Cuando nieva (cada semana aquí en esta época del año hay una tormenta) se miden también las propiedades de la nieve. Con un estrato de nieve encima del hielo marino, las propiedades del hielo cambian mucho. Es importante estudiar eso porque el intercambio térmico entre el océano y la atmósfera es muy distinto con esta combinación de nieve y hielo.
Además de las mediciones continuas, algunos días tenemos actividades programadas para hacer más trabajo de campo. El lunes es Coring Day: unas 10 personas pasan todo el día en el campamento haciendo huecos en el hielo (que aquí tiene entre 1,4 y 1,7 metros de espesor) y se recogen varios perfiles (muestras) del hielo para estudiar dicho espesor. Por ejemplo, se estudia la salinidad y la temperatura; también se analizan los gases que quedan atrapados dentro cuando el agua se congela, y los diversos ecosistemas que viven dentro del hielo (virus, bacterias, algas).
El martes es Fishing Net Day. El biólogo estadounidense Robert Campbell y sus equipos estudian la vida de los copépodos –un tipo de zooplancton microscópico–, para comprender mejor los ecosistemas que viven aquí. Los copépodos viven unos 2-3 años y tienen 13 fases de vida. Comen algas y almacenan lípidos para poder sobrevivir durante el invierno. Estos lípidos también se pueden usar como marcadores para ver los cambios climáticos. Su equipo también explora qué tipo de peces viven aquí y a qué profundidad.
El jueves es el día del CTD: hacemos un hueco de dos metros donde podemos poner un sensor de CTD (una sonda oceanográfica para medir la conductividad, la temperatura y la presión del agua marina) que baja hasta el fondo del hielo (4.100 metros); tarda unas cinco horas y puede rellenar botellas de agua a distinta profundidad, así que se pueden estudiar propiedades químicas y biológicas a distinta profundidad. Y el sábado es día para medir melt pond, los pequeños lagos que se forman sobre la capa de hielo.
En el próximo post contaré los tipos de mediciones que hacemos, los drones que usamos bajo del agua, y explicaré más sobre las nubes y sobre la investigación que realizo, incluidos los trabajos que hacemos con los helicópteros, en los que operan los técnicos Ricardo, de Barcelona, y Víctor, de Cantabria. Seguimos en contacto varados en el Polo Norte.
Manuel Dall’Osto es investigador del CSIC en el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (ICM-CSIC). El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) es la única institución española que participa en MOSAIC. Tiene dos proyectos de investigación del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC): uno que estudiará la masa y el grosor del hielo vía satélite y otro, que lidera Manuel Dall’Osto, que investigará la relación entre la materia biológica marina y la formación de las nubes.
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