Las vacas gordas cayeron con el Imperio Romano
Una investigación arqueológica sobre las tallas de los animales evidencia los riesgos de los sistemas de explotación que se saltan las limitaciones ecológicas y son insostenibles a largo plazo
La alianza entre la ciencia y la historia construye espejos en los que puede mirarse la humanidad. A partir de una investigación sobre restos de animales de granja a lo largo de 1.700 años, las arqueólogas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Ariadna Nieto-Espinet y Silvia Valenzuela Lamas han podido determinar el impacto de los sistemas económicos de casi dos milenios y concluir que estos no fueron siempre los más sostenibles a largo plazo ni los más resilientes ante las crisis. El estudio detalla cómo el Imperio Romano alteró los tamaños y las especies domésticas para favorecer explotaciones intensivas. Pero su caída devolvió la sociedad a tiempos más remotos. Los restos de la ganadería son indicadores clave de una catástrofe de la civilización que afectó a todos los aspectos de la vida, desde los utensilios de cocina (llegó a desaparecer la cerámica habitual entonces) hasta las formas de construcción. Valenzuela advierte: “Pasar por encima de las limitaciones ecológicas supuso un retroceso de siglos”. Y Nieto-Espinet añade: “Hay un paralelismo con la época actual”.
Los historiadores, como Peter Brown en su obra Por el ojo de una aguja, han establecido similitudes entre episodios como la decadencia romana y la actualidad. Pero las dos investigadoras catalanas no solo han ampliado este foco a lo largo de casi dos milenios, sino que han avalado sus conclusiones con análisis arqueozoológicos de los restos de animales domésticos, un elemento básico de las economías de esas épocas.
El estudio, publicado en la revista científica PLOS ONE, explica que el tamaño y las especies de los animales de granja están relacionados con las opciones socioeconómicas de cada época. La investigación establece que “los periodos de menor integración económica –con un sistema político y territorial más fragmentado y con una producción más centrada en abastecer a los mercados locales y vecinos (Edad del Bronce Tardía, Edad del Hierro Temprana y la Antigüedad Tardía)– mostraron estrategias de cría estrechamente relacionadas con las condiciones ecológicas de cada área, manteniendo así un mejor equilibrio entre la capacidad de carga del medio ambiente local y las necesidades de la población”. Los sistemas de explotación se centraron en el pastoreo extensivo de ovejas y cabras, especies más adaptadas a las limitaciones ambientales.
“En cambio, este vínculo entre la explotación ganadera y el medio ambiente es menos evidente durante la época romana, cuando la producción se volvió hacia una economía de mercado mediterránea”, según detalla el trabajo. En ese momento, los animales ganan talla y se prima la cría de bóvidos y cerdos. La investigación concluye: “Nuestros resultados muestran que las comunidades humanas adaptaron la ganadería a su entorno social, político y económico, así como al paisaje físico”.
De esta forma, el estudio demuestra que las alteraciones de los animales responden a una “elección cultural” y a los cambios radicales en la demanda y la producción, que pasa de estar condicionada por las diferencias ambientales regionales a dar respuesta a “un gran mercado mediterráneo con acceso a una variedad de entornos productivos”.
Con la ruptura del sistema económico desaparece no solo lo que comes sino también cómo lo comes. Cambia hasta la forma de construirSilvia Valenzuela Lamas, arqueóloga
Nieto-Espinet explica: “El impacto es mayor y se pasa por encima de las limitaciones ecológicas. Se cambia no solo el tamaño de los animales, que son más grandes, sino también qué se produce. Se pasa a primar lo más rentable aprovechando capacidades técnicas y empujados por las condiciones demográficas y de los sistemas políticos”.
Pero esos primeros “sistemas globalizados a escala mediterránea” sufren crisis para las que no están preparados. La caída del Imperio Romano hace retroceder siglos a la humanidad y se refleja de nuevo en la envergadura de los animales domésticos y en los modelos de cría, pero también en todos los aspectos de la vida.
“La cerámica sigillata [sellada], que era como la vajilla de Ikea en la actualidad, decae con la ruptura del sistema económico”, explica Valenzuela. “Desaparece no solo lo que comes sino también cómo lo comes. Cambia hasta la forma de construir, que vuelve a modelos de la Edad de Bronce”.
Los sistemas ganaderos más sostenibles son aquellos más equilibrados en función de la ecología local y los avances tecnológicos. O cambiamos o nos enfrentamos a una crisis alimentariaAriadna Nieto-Espinet, arqueóloga
La investigación demuestra la importancia de la zooarqueología para explicar y caracterizar los cambios políticos y sociales a través del tiempo. Pero también que es una herramienta para vislumbrar los desafíos actuales de la humanidad.
Valenzuela afirma: “Los animales domésticos de hoy son enormes por la importación de alimento, que permite sortear circunstancias ecológicas como una sequía. Pero, ¿qué pasaría si la crisis climática o económica impidieran esta posibilidad? No seríamos capaces de mantener el sistema actual”.
Y Nieto-Espinet añade: “Los sistemas ganaderos más sostenibles son aquellos más equilibrados en función de la ecología local y los avances tecnológicos. O cambiamos o nos enfrentamos a una crisis alimentaria”.
El efecto del repliegue humano
Al igual que la intervención humana es fundamental en los cambios de las especies y las tallas de los animales domésticos, el repliegue y concentración de la población en zonas urbanas devuelve a determinadas especies salvajes un hábitat natural que les permite su crecimiento.
Un equipo formado por centros de investigación de 11 países europeos, entre los que se encuentra la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), ha analizado cómo han influido los cambios en el uso del suelo, la densidad de población humana y el estado de protección en la expansión de grandes carnívoros en Europa durante los últimos 24 años. El estudio, coordinado por Marta Cimatti, de la Universidad de Roma La Sapienza (Italia), que realizó su investigación durante su estancia en la Universidad de Radboud (Países Bajos), ha sido publicados en la revista Diversity and Distributions, según informa el CSIC.
Según este estudio, lobos, linces y osos pardos, después de rozar la extinción a finales del siglo pasado, están regresando y ocupando sus antiguas zonas de hábitat. Algunos de los factores que benefician a la recuperación de estos grandes carnívoros son el abandono agrícola, el éxodo de la población humana de las zonas rurales a las áreas urbanas y la disminución de la caza. Y no tanto la política de protección.
Luca Santini, del Consejo Nacional de Investigación de Italia y coautor del estudio, sostiene que un importante desafío de conservación en Europa será aprovechar los cambios socioeconómicos y del paisaje para crear nuevas oportunidades que permitan que las especies se recuperen, así como promover una educación activa, además de adecuadas formas de legislación y gestión para mitigar los conflictos entre humanos y vida silvestre en áreas recolonizadas.
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