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Aparece un libro de fotografías de fantasmas con notas de Ramón y Cajal: “¡Si es un dibujo sobre cartón!”

El volumen, que acabó a la venta en el Rastro madrileño por 30 euros, muestra el escepticismo del Nobel ante el espiritismo, de moda a principios del siglo XX

Un supuesto espíritu en el libro 'Fotografie di Fantasmi', con una nota de Cajal: "La mano es de papel superpuesto".
Un supuesto espíritu en el libro 'Fotografie di Fantasmi', con una nota de Cajal: "La mano es de papel superpuesto".Àlex Pons
Manuel Ansede

El escritor Andrés Trapiello madrugó el día de San Valentín de 2016, como cada domingo, para acudir al Rastro, el mercadillo ambulante de Madrid. Allí, en un puesto de chamarileros de toda la vida, se topó con cientos de libros antiguos, colocados sobre la acera en la calle, junto a un retrato al óleo de un joven Santiago Ramón y Cajal, ganador del Nobel de Medicina en 1906 por demostrar que el cerebro está organizado en células individuales: las neuronas. Trapiello hojeó los volúmenes y enseguida se dio cuenta de que estaba ante la biblioteca de Cajal, el mejor científico español de la historia. El precio era de unos 30 euros por cada unidad, recuerda. Solo compró uno, pero el resto de los ejemplares volaron en breve. Uno de aquellos libros perdidos acaba de salir ahora a la venta en internet por 12.000 euros. Es Fotografie di Fantasmi, una obra publicada en 1912 por el espiritista italiano Enrico Imoda, con fotografías de supuestos fantasmas. En los márgenes, hay anotaciones indignadas de Cajal, como: “¡Si era un dibujo sobre cartón!”.

El libro es testimonio de una época imposible de concebir con la mentalidad actual. La sociedad convivía con la muerte y los fantasmas. En 1904, la espiritista española Amalia Domingo había publicado su libro ¡Te perdono! Memorias de un espíritu, en el que contaba conversaciones con el espectro de Santa Teresa de Jesús. Fue un éxito editorial. Entre 1905 y 1908, prestigiosos científicos, como los premios Nobel Marie y Pierre Curie, analizaron en París a la célebre médium Eusapia Palladino, que aparentemente levitaba mientras hablaba con seres de ultratumba. Algunas artimañas eran obvias, pero había fenómenos inexplicables. En 1912, la ciencia todavía no había dado un veredicto definitivo sobre las apariciones de espíritus.

Cajal sí lo tenía claro. El libro Fotografie di Fantasmi muestra imágenes de un supuesto ectoplasma, el espectro de una mujer materializado junto a la médium italiana Linda Gazzera. El Nobel español debió leerlo estupefacto, apuntando en los márgenes que no se lo tragaba. En una foto de una de las sesiones espiritistas, con cuatro personas alrededor de una mesa, se ve una mano espectral refulgir en la oscuridad. “Debe ser una hoja de cartón blanca pegada”, escribe el científico. “¿Cómo a nadie se le ocurre coger esta mano?”, anota en otra imagen similar. En una fotografía de la médium junto a un burdo fantasma, apunta: “La mano es de papel superpuesto. No corresponde por su posición y tamaño a la cabeza”.

Libros y otros objetos de Cajal en el Rastro madrileño, el 14 de febrero de 2016.
Libros y otros objetos de Cajal en el Rastro madrileño, el 14 de febrero de 2016.Andrés Trapiello

La historia del libro es rocambolesca. Cajal vivió hasta su muerte, en 1934, en un palacete de la calle Alfonso XII, en Madrid. Su nieta Angelines fue la última habitante del edificio. Aquel febrero de 2016, la mujer ordenó vaciar el viejo caserón tras su venta a una inmobiliaria. Cientos de libros, muebles y otros objetos del ganador del Nobel de Medicina acabaron tirados en dos contenedores de obra en la calle. El escritor Andrés Trapiello se los encontró en el Rastro y, poco después, el anticuario barcelonés David Barrós llegó al puesto y compró todo lo que pudo. Este cazatesoros entregó el libro Fotografie di Fantasmi al librero Àlex Pons a cambio de un par de ejemplares antiguos de poesía. Pons, de la librería L’illa del Tresor, en Premià de Mar (Barcelona), lo pone ahora a la venta en internet.

La historiadora Andrea Graus, autora del libro Ciencia y espiritismo en España, 1880-1930, incide en el contexto. “A principios del siglo XX no estaba claro que estudiar los fenómenos espiritistas fuera una pseudociencia. Todavía existía la intención de ver qué leyes físicas o psicológicas podía haber detrás de estos fenómenos”, expone Graus. El prefacio del libro Fotografie di Fantasmi, de hecho, está escrito por el francés Charles Richet, padre de la palabra ectoplasma y ganador del Nobel de Medicina en 1913 por descubrir la anafilaxia, las reacciones alérgicas extremadamente graves.

Algunos médiums decían estar poseídos por espíritus y empezaban a farfullar desde el más allá. Otros eran más sofisticados. “Había mucho impostor, pero algunos presentaban fenómenos espectaculares, como ectoplasmas visibles y apariciones de manos. Estos eran los que más interesaban a los científicos, porque se podían estudiar mediante pruebas, como la fotografía”, explica Graus, de la Institución Milá y Fontanals de Investigación en Humanidades, en Barcelona.

Mano de un supuesto fantasma en el libro 'Fotografie di Fantasmi', con una nota de Cajal: "Nótese la falta de modelado de la mano, debe ser una hoja de cartón blanca pegada por el médium durante la fase de oscuridad".
Mano de un supuesto fantasma en el libro 'Fotografie di Fantasmi', con una nota de Cajal: "Nótese la falta de modelado de la mano, debe ser una hoja de cartón blanca pegada por el médium durante la fase de oscuridad".Àlex Pons

La fiebre espiritista comenzó en 1848, cuando tres jóvenes hermanas —Leah, Kate y Margaretta Fox— aseguraron que se comunicaban mediante golpes con un ser sobrenatural en su casa de Hydesville, en Estados Unidos. En España brotaron publicaciones como El espiritista, El criterio espiritista, Almanaque del espiritismo y Revista espiritista. En 1873 ya había cinco diputados españoles espiritistas, que propugnaban enseñar su doctrina en las escuelas. La filóloga Amelina Correa, catedrática de literatura española en la Universidad de Granada, recuerda que obras cumbre decimonónicas, como Doña Perfecta (1876), de Benito Pérez Galdós, y La Regenta (1884), de Clarín, mencionaban al francés Allan Kardec, gurú del espiritismo europeo.

“Mis alumnos se quedan alucinados cuando les explico lo que representó el espiritismo a finales del siglo XIX y principios del XX. Fue un fenómeno de una magnitud absolutamente impresionante, transversal a todas las capas de la sociedad, incluidas las de muchísimo nivel intelectual”, subraya Correa, autora de Amalia Domingo Soler y el espiritismo de Fin de siglo, un libro sobre la escritora espiritista española más popular. Amalia Domingo ayudó a organizar el Primer Congreso Espiritista Internacional, celebrado en 1888 en Barcelona, con la participación de 200 sociedades europeas y americanas. Cuando murió, en 1909, una muchedumbre acompañó al cortejo fúnebre, un carro negro tirado por dos caballos, por las calles barcelonesas.

Santiago Ramón y Cajal
Autorretrato de Santiago Ramón y Cajal, alrededor de 1885, cuando tenía 32 años.

Cajal diseccionaba cadáveres para estudiar sus cerebros, en esa época en la que los fantasmas se mezclaban con la ciencia y la religión. Su escepticismo, hoy lógico, tenía valor en aquel desconcierto. Otros científicos fueron más crédulos, como denunció el propio Cajal en su libro Charlas de café (1921): “¡Qué espectáculo más humillante para nuestra vanidad de dioses es ver cómo sabios ilustres y pensadores geniales [...] aceptan cual irrecusables pruebas las innúmeras artimañas, supercherías y sugestiones de histéricas, médiums, faquires y videntes!”.

El neurobiólogo Juan Andrés de Carlos es uno de los principales especialistas en el Nobel español. “El libro Fotografie di Fantasmi demuestra lo que Cajal pensaba sobre el espiritismo y los médiums: que eran un fraude”, señala. De Carlos ha sido el responsable durante dos décadas del llamado Legado Cajal: casi 30.000 piezas, sobre todo dibujos de células nerviosas, rodajas de cerebros, manuscritos e impresionantes fotografías, todo ello custodiado históricamente en el Instituto Cajal (CSIC), en Madrid. El experto lamenta que durante décadas, hasta los años setenta, los propios científicos robaron cosas “a espuertas”. De Carlos calcula, por ejemplo, que Cajal hizo unos 35.000 dibujos de tejidos nerviosos a lo largo de su vida, pero en el Legado solo hay 1.800. “Cajal no regalaba sus dibujos, o sea que los que faltan han desaparecido de aquí, del instituto”, denuncia.

El Legado Cajal se mudó en julio y ahora se conserva en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid, donde una nueva exposición recrea el laboratorio del Nobel. Unas gafas de realidad virtual permiten incluso una espectacular inmersión en su vida. Y también se exhibe parte de la biblioteca del mejor científico español de la historia, sin los libros que increíblemente acabaron a la venta en el Rastro por 30 euros. Falta, por supuesto, Fotografie di Fantasmi.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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