Cinco megaterremotos destruyeron la ciudad-Estado de Teotihuacán
Un estudio hispanomexicano desvela los motivos que llevaron a la población de esta impresionante ciudad con pirámides a huir a lugares más seguros en el año 650
Por qué desapareció la impresionante ciudad-Estado de Teotihuacán ―uno de los centros de poder prehispánicos más importantes― es uno de los grandes misterios de la arqueología mundial. Los expertos coinciden en que pasó de albergar más de 100.000 habitantes en el siglo II a poco menos de 5.000 en el VII. ¿Guerras, epidemias? Ahora el estudio La cultura antigua de Teotihuacán afectada por megaterremotos durante el Período Epiclásico Temprano, que acaba de publicar la revista científica Journal of Archaeological Science: Reports, ofrece una sorprendente respuesta: cinco grandes movimientos sísmicos, acaecidos aproximadamente entre los años 100 y 650, destruyeron o dañaron gravemente sus principales edificios y llevaron directamente al colapso a esta civilización, a pesar de los desesperados esfuerzos de sus habitantes por intentar reconstruir lo que la naturaleza les negaba.
“La posibilidad de que los megaterremotos de la Fosa Mesoamericana (costa del Pacífico) puedan ser responsables de los daños no entra en conflicto con otras teorías existentes sobre su colapso, considerando que la superposición repentina de desastres naturales como los terremotos podrían aumentar las guerras internas, los levantamientos y el malestar civil”, indica el artículo firmado por especialistas del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC), las universidades de Barcelona, Salamanca, Autónoma de Madrid, Politécnica y Michoacana de San Nicolás Hidalgo (México).
La cultura teotihuacana floreció en el Valle Central de México entre los años 150 y 650. Se trataba de una civilización que levantó una sociedad que fue capaz de construir esplendorosas pirámides y bellísimos templos. Los especialistas creen que su espectacular y rápido crecimiento urbano y tecnológico tuvo su origen, curiosamente, en dos erupciones volcánicas entre los años 50 y 300, que arrasaron la también pujante ciudad de Cuicuilco. Su desaparición bajo la lava y las cenizas dejó expedito el camino a Teotihuacán.
Esta ciudad-Estado se extendió aproximadamente unos 22 kilómetros cuadrados en su momento de máxima prosperidad. Se calcula que la habitaron unas 100.000 personas, aunque algunos autores elevan la cifra hasta las 200.000. Contaba con tres edificios principales: las pirámides del Sol (65 metros de altura) y de la Luna (45 metros), además del templo de la Serpiente Emplumada o de Quetzalcóatl. En torno a ellos, se agrupaban las zonas residenciales de las clases medias y altas. El trazado urbano se organizaba a lo largo de una gran avenida de más de dos kilómetros (avenida de los Muertos), con orientación norte.
Pero a partir del año 550, se produce “una fuerte disminución de la población, incendios continuados y edificios derrumbados”. Estos hechos marcan lo que se conoce como el Periodo Cultural Epiclásico de la Sierra Central de México: ante tantas desgracias, los teotihuacanos decidieron abandonar la ciudad y se establecieron en las cercanas Xochicalco y Tula, lo que da lugar, a su vez, al florecimiento de una nueva cultura, la tolteca.
Para llegar a sus conclusiones, el informe ―firmado por los expertos Raúl Pérez, Natalia Moragas, Javier Elez, Pablo Silva, Jorge Giner, Miguel Ángel Rodríguez-Pascua, Adrià Ramos, María A. Perucha, Elvira Roquero y Víctor Garuño― parte del estudio pormenorizado de los llamados EAE (efectos arqueológicos de terremotos, de su acrónimo en inglés) observados en el templo de la Serpiente Emplumada y las pirámides del Sol y la Luna, además de la información arqueológica recopilada por otros expertos en años anteriores.
Los especialistas españoles y mexicanos creen que los megaterremotos que destruyeron la ciudad se originaron en la llamada Fosa Mesoamericana del Océano Pacífico. “El patrón espacial de los EAE indica una dirección del choque sísmico con dirección suroeste al noreste. Esto significa que la Fosa Mesoamericana podría ser la fuente. En este caso, megaterremotos procedentes de ella podrían explicar los EAE y la intensidad sísmica que afectó tan gravemente a la ciudad”. Sin embargo, admiten, los sismos pudieron tener otro origen, un lugar cercano a la ciudad, aunque lo consideran menos probable.
Lo que sí tienen claro es que fueron cinco enormes seísmos, entre los años 100 y 650, los que obligaron a los teotihuacanos a modificar y reforzar su estilo arquitectónico en las pirámides del Sol y la Luna, así como en la reconstrucción del Templo de la Serpiente Emplumada. Buscaban minimizar los efectos de nuevos sismos. Pero estos trabajos no fueron suficientes ante la magnitud de los terremotos que iban a llegar. Un ejemplo de estas medidas antisísmicas son los conocidos “engatillados” de los sillares, que impiden el desplazamiento en horizontal de los bloques de piedra, como hicieron los incas en Machu Picchu, por ejemplo.
En concreto, según los expertos, la ciudad sufrió “al menos dos fuertes terremotos destructivos (Intensidad VIII-IX), que tuvieron un gran impacto en el desarrollo de los estilos arquitectónicos y constructivos”. El primero ocurrió entre los años 1 y 150 y el segundo entre los años 405 y el 505.
Otros tres terremotos más, aunque de menor intensidad (Intensidad VIII) afectaron también a la ciudad en torno a los años 225, 400 y 600. “La acción conjugada de movimientos tectónicos antiguos puede explicar los daños arqueosísmicos documentados en algunos lugares, pero los dos últimos, antes de su abandono en el 650, son la causa más probable”.
Los EAE descritos incluyen esquinas rotas y frágiles que afectan a las escaleras occidentales de la Pirámide del Sol y a los templos nuevo y antiguo de la Serpiente Emplumada. Descartan, por completo, y basándose en pruebas científicas, que estos daños puedan deberse a roturas humanas deliberadas o a la erosión climática de las piedras de basalto de las escaleras.
“La combinación de la alta energía sísmica liberada por sismos repetitivos, la amplitud de la frecuencia y el relleno de sedimentos del lago de Texcoco (a unos 50 kilómetros) podrían explicar los patrones de deformación observados en las pirámides y templos a lo largo de toda la historia de Teotihuacán”, señalan. Finalmente, reclaman un “análisis exhaustivo de la licuefacción y deformación de los sedimentos blandos del lago”, porque ayudaría a fijar la fecha exacta en que los habitantes de Teotihuacán se rindieron ante la fuerza de la naturaleza.
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